24 Agosto 2013
El campo colombiano está agobiado por la pobreza, la violencia, la
injusticia social y el TLC: nadie debe sorprenderse de que se rebele.
No me extraña que los campesinos salgan a las carreteras a protestar.
Lo que me sorprende, dadas las deplorables condiciones del campo
colombiano, es que no lo hayan hecho antes. Rechazo alevosías como
bloquear caminos y quemar vehículos, que perjudican sobre todo a otros
campesinos y les impiden transportar y vender sus productos. Pero
reconozcamos que los medios de comunicación enseñamos a los ciudadanos
que solo hay cubrimiento periodístico cuando estalla un bochinche, y las
autoridades, a su turno, solo se inquietan cuando aparece el bochinche
en la prensa. La posibilidad de que salga en las noticias una reunión
rural muy importante pero sosegada es mínima, al contrario de lo que
logran unas buenas llamaradas o algunas vías obstruidas.
La democracia se inventó, entre otras cosas, para que la gente
pudiera protestar libre y pacíficamente. Protestan los súbditos árabes,
los gays rusos, los estudiantes chilenos, las chicas de pecho al aire y
los trabajadores europeos, y los llamamos “indignados”. Pero si lo hacen
los labriegos o los pequeños empresarios agrícolas colombianos (que
sostienen a 9 millones de personas), se convierten en “subversivos”.
Para ellos están reservados el despojo sin derecho a queja, el
desplazamiento en silencio, la resignación secular... O, en el extremo
de la desesperación, la errada vía de las armas. Celebremos que
–descontados desmanes condenables– esta vez nuestros cultivadores se
rebelen y se hagan sentir.
¿Y cómo no rebelarse ante el estado del campo colombiano, agobiado
por la violencia, el despojo, la injusticia, el abandono? Según reciente
estudio (Balcázar y Rodríguez), “los índices de concentración de la
tierra en Colombia son de los más elevados del mundo”: el 70 por ciento
de los predios son dueños del 6 por ciento de la tierra y solo el 1 por
ciento tiene el 43 por ciento.
Es vergonzosa la historia de algunos programas oficiales de fomento
agrícola de los últimos años. El de Carimagua, que debía destinar 17.000
hectáreas a campesinos desplazados, terminó en manos de Corpoíca,
Incoder y el Ejército. Buena parte del botín en subsidios del plan Agro
Ingreso Seguro fue al bolsillo de plutócratas costeños y amigos
políticos del pasado gobierno. El reciente plan de titulación de baldíos
en el Catatumbo cayó en poder de poderosas empresas.
Dos de cada tres trabajadores ganan menos de un salario mínimo. Buena
parte de los créditos se destinan a los más adinerados. Según el
economista Aurelio Suárez, los fertilizantes de venta en Colombia
figuran entre los más caros del planeta. La mitad de las calorías y
proteínas de cereal que consume el país vienen del exterior. En el
primer año del TLC se dispararon las importaciones agrícolas: la soya
subió 467 por ciento, los lácteos, 214, la carne de cerdo, 66, el trigo,
15…
Fedesarrollo señala que en los últimos años bajó la pobreza en el
país, salvo en el área rural, donde aumentó la indigencia y persiste en
forma alarmante la miseria. Por eso protestan los campesinos. Si usted
fuera campesino, seguramente también estaría gritando en una carretera.
ESQUIRLAS. 1) Colombia y Brasil son, según filtraciones de Edward
Snowden, los países suramericanos en que Washington ha adelantado más
intenso espionaje político y comercial. Brasil anunció que denunciará
las grabaciones ilegales. ¿Y Colombia? ¿Nada va a decir Colombia? 2)
Carlos Urrutia, embajador en Washington, dimite porque tramó el desvío
de baldíos campesinos a la empresa Riopaila. Y resulta que su reemplazo
será Luis Carlos Villegas, quien, como presidente de la Asociación
Nacional de Industriales, ayudó a estructurar el ruinoso TLC con Estados
Unidos, a causa del cual la industria productora colombiana exporta 5
por ciento menos que hace cinco años e importa cada vez más (65 por
ciento). Curiosos premios confiere el Gobierno en su política de
intercambio de camisetas entre el sector público y el empresarial…
cambalachetiempo@gmail.com
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/danielsamperpizano/si-usted-fuera-ca_13011986-4