Tomado de Radio Café Estereo.
La última vez que hablé con Alfonso Cano, el “compañero
Sáenz”, como lo conocimos en la Universidad Nacional al finalizar los
años 60, fue en las postrimerías del proceso de Paz del Caguán.
Era un atardecer a bermellones característico de la región
y una brisa suave proveniente del río Caguán refrescaba el quiosco de
techo de palma donde se realizaron los diálogos entre los delegados del
gobierno Pastrana y las FARC. Se hablaba con tristeza de banalidades,
tratando de eludir el peso terrible que producía el tener que hablar de
la inminente ruptura del proceso. De pronto, un joven guerrillero se me
acercó muy discretamente y al oído me dijo:
-“El Camarada Alfonso lo necesita”. Respiré profundo para
no llamar la atención. Alguien, no recuerdo, me miró con cierta sonrisa.
Pedí disculpas y seguí los pasos del chasqui. Un Yip Suzuki pequeño y
carpado nos esperaba semiculto en un bosquecito sombreado al lado del
camino aplanado de tierra que llamaban carretera; cruzamos varias
colinas partidas por bosques ralos en movimiento constante por la brisa,
hasta adentrarnos en una tupida selva tropical de árboles altos,
fornidos y frondosos, que solo permitía la huella de dos carriles por
donde avanzaba dando tumbos, el Yip. Finalmente, en un lugar ralo de la
selva, estaba su campamento donde ya la brisa se había trasformado en un
calor pegajoso que atraía a los mosquitos y empezaban los ruidos de la
actividad selvática de las últimas horas del día.
Me esperaba en una especie de patio central de su
campamento, Vestía su uniforme verde a manchas y en su hombro tenía el
típico poncho guerrillero de tela desflecada con el que se espantan los
zancudos y mosquitos jejenes. Estaba sentado en una especie de mecedora
de madera rústica y al lado había una mesa también rústica donde había
una copa buchona conteniendo un par de dedos de brandy de color ambarino
oscuro, y al lado, una jarra de plástico blanquecina con Fresco Royal
rojo y un vaso también de plástico.
Cuando nos acercamos, se levantó me dio un abrazo fuerte
sin palabras, se sentó y señalando la jarra y el vaso me dijo- “Es para
Usted”. Luego se hizo un vacío a nuestro alrededor y entonces, como
había dejado de fumar hacía poco, mientras acariciaba constantemente la
copa y le daba pequeñitos sorbos, nuestra charla comenzó a fluir. Noté
su bigote encanecido que resaltaba la espesura de su barba.
Hablamos sin parar hasta la madrugada del otro día,
alumbrados al final con una lámpara de baterías, camuflada con una forma
extraña y como amigos que hacía varios años tenían temas pendientes.
De Simón Bolívar y el movimiento bolivariano. De la
democracia directa y avanzada que necesitaba el país. De la vía indicada
y los cambios estructurales que reclama la sociedad colombiana para
poder avanzar en paz hacia la civilización moderna. De la importancia de
persistir en la Solución Política del histórico conflicto social y
armado, como siempre habían insistido Jacobo y Marulanda. De la
inevitabilidad de la ruptura del proceso de paz - “¿Cómo quiere Pastrana
avanzar con una agenda de más de mil puntos que le han impuesto los
gringos?” Me dijo.
Luego con una mirada sombría agregó: “-Nos tocará
reacomodarnos a una guerra de guerrillas móvil muy difícil, pero hay que
seguir insistiendo, hasta el cansancio, en el primado de la Política.
Es el timón de todo. Cualquier cosa que suceda en lugar más alejado de
Colombia deberá repercutir en Bogotá, en la casa de Nariño. No hay de
otra”.
Hicimos una pausa para comer unas tajadas de plátano que
una compañera nos trajo a la mesita. En seguida me preguntó en extenso
sobre la Leishmaniasis y, remangándose la manga del pantalón me mostró
una pequeña lesión ulcerosa en la pierna izquierda, que sí correspondía
con ese diagnóstico ya confirmado por laboratorio. Dio un pequeño sorbo
al coñac y como si tuviera en el pensamiento una cadena, continuó con su
argumentación.
Llegamos a un punto sobre el que escribo por primera vez:
La combinación de todas las formas de lucha de Masas, resaltándome esta
última palabra me dijo: - “Es de masas. Y continuó –“Nunca olvidaré la
consigna de Dimitrov, de lucha de masas, resistencia de masas y nada de
aventuras, con la que nos formamos en la Juco ¿recuerda? Esta ha sido
una guía permanente para mí”.
Luego un poco más enérgico agregó: - “La oligarquía y el
Imperialismo han degradado intencionalmente la consigna histórica de la
utilización de todas las acciones de masas, quitándole lo de masas y
suprimiéndole la sustentación teórica marxista que le dio Lenin, para
dejarla solamente como combinación a secas, una sola palabra, y así,
haciendo de ella el centro de su estrategia anticomunista, la han
utilizado ampliamente contra todos nosotros. Y mire cómo les ha dado
resultado.
...Con ella dividieron el Partido Comunista, fueron
matando uno a uno a los cuadros del partido más consecuentes con la
consigna. Luego siguieron con los de la Unión Patriótica, Mientras en
paralelo Pécaut y Pizarro, hacían el trabajito intelectual de escribir
unos ladrillos falsos diciendo que, por ella, el movimiento social no se
había desarrollado independientemente y en cambio, sí había sido
expuesto al exterminio por parte de sus enemigos.
..Además, propalando la torcida tesis de que el alzamiento
armado no se debía a la defensa y resistencia campesina e indígena a
los ataques mortíferos del ejército recién entrenado en Corea, que fue
lanzado sobre extensas zonas campesinas por los gringos con su plan
anticomunista LASSO; sino que obedeció a la voluntad malévola de unos
cuantos comunistas que seguían fieles a esa consigna para tomarse el
Poder.
…El partido ya amedrentado y profundamente dividido entre
partidarios y adversarios de la combinación, por ahí en el 86, aceptó
como tabla salvadora el libro de la Perestroika de Gorbachov. Entonces
vino la debacle. Nuestro aislamiento fue casi total, y se ahondó con la
caída de la Unión Soviética. Caímos en un hoyo muy profundo y sin nadie
que nos tirara siquiera un lazo para salir de ahí. Nadie quería nada con
nosotros. Éramos como apestados o leprosos éticos que había que
repudiar y repeler. Se le había quitado el agua al pez.
…¿Qué podíamos hacer en esas condiciones? No crea que no
lo discutimos muy intensamente dentro de nosotros. Pero la claridad de
Jacobo y de Marulanda y, su confianza en la gente, nos orientó para
seguir aguantando y resistiendo, así fuéramos solos.
..Y vea que entonces pudimos sacar adelante nuestras
propias concepciones basadas en nuestras propias experiencias. Todo
criollito. Por eso estamos aquí y si este proceso de paz se rompe,
estaremos en otro parecido a este, aunque sea después de cien mil
muertos. Pero no creo que en estos momentos nos derroten militarmente.
Tarde o temprano tendrán que aceptar la Solución Política propuesta por
los viejos. No lo dude compañero”.
La selva ahora era un maremágnum de ruidos, carreras de
animales, chillidos, rugidos, movimiento de ramas y hojas secas, y de
vez en cuando el sonido armonioso de la brisa suave y tórrida del Caguán
en las hojas de los árboles.
Entonces fue cuando hablamos, con ira, de la muerte de
nuestro querido y recordado viejo amigo y compañero de Antropología
Boris Zapata, asesinado directamente en Montería por Carlos Castaño. Sus
colaboraciones en nuestro periodiquito universitario llamado Rojo, el
inolvidable “cuandopuedario”, como lo llamaban despectiva pero
simpáticamente los maoístas de la burguesía revolucionaria, partidarios
del sol rojo y el fusil de palo de la Jupa, el jopo del juco.
Finalmente, ya avanzada la madrugada se paró y al
despedirse para siempre, me estrechó con energía la mano como en el día
cuando lo conocí y mirándome con certidumbre a través de sus gruesos
anteojos, sin revelarme donde, sonriente me dijo con su inmodificable
acento chapinero: - “Ala, tengo guardada toda la colección de Rojo”.
De regreso al campamento central del Caguán, mientras el
Yip alumbrando levemente la huella del camino, y yo me bamboleaba
tratando de conservar la silla, pensaba insistentemente en la metáfora
del hoyo profundo donde los habían empujado y la tristeza de que nadie
les tirara ni siquiera un lazo para salir.