martes, 2 de abril de 2013

LA 'GAMINOCRACIA' Y SUS PATROCINADORES. 30 de Marzo del 2013

Por: Daniel Samper Pizano 

Son de lamentar el lenguaje, las calumnias y las mentiras que están utilizando los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana.
Estoy avergonzadísimo con los gamines colombianos. Hay gente importante empeñada en adueñarse de su papel y convertir al país en una gaminocracia donde prevalezcan la grosería, la vulgaridad, el matoneo y la mendacidad flagrante. Temo que los gamines se hayan escandalizado en los últimos días al oír en boca de los expresidentes Andrés Pastrana y Álvaro Uribe la descalificación zafia de sus adversarios, y acusaciones infames contra quienes forman parte de su maletín de odios.

De Uribe sabemos que anda algo desequilibrado por el dichoso Twitter y que reacciona al menor estímulo con inmediatos trinos calientes. Cuando se usaban el lápiz y papel, los políticos pensaban antes de escribir y corregían con cierto sosiego sus declaraciones. Con el Twitter, ya no: con el Twitter piensan los dedos, no los sesos, y hay prestidigitadores que tienen la tableta conectada al hígado, no al cerebro. Decir que Enrique Santos Calderón es un “apologista del terrorismo”, conducta que constituye un delito, es inaceptable en quien tanto poder y responsabilidad tiene en Colombia. 

¿Podría probarlo ante un juez?

Lo de Pastrana es distinto, porque en su caso la conexión con el cerebro resulta bastante más difícil. Lo inquietante en él es su capacidad de vociferar y la neblina de amnesia que le invade la cabeza. Llamar “camarero de Pablo Escobar” a un ministro del que discrepa es rebajar el debate de los problemas nacionales al insulto de arrabal. Respecto a la amnesia, quiero ayudarle comparando algunas de sus palabras recientes con los hechos históricos.

Dice él que el presidente Juan Manuel Santos “no tiene un mandato para la paz”, de donde infiere que es indebido que la busque. Si don Andrés hubiera leído la Constitución Nacional habría sabido que todos tenemos la obligación de procurar la paz. Lo dice el artículo 22: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Y lo reitera el 95/6 al enunciar los “deberes y obligaciones” de los ciudadanos: “Propender al logro y mantenimiento de la paz”. Ahí está el mandato.

Agrega el expresidente que “nunca en la historia de Colombia se había hecho un proceso de paz en medio de un proceso electoral”. Qué rápido olvidó la manera como él mismo reventó un proceso electoral introduciendo a ‘Tirofijo’ y quebrantando el acuerdo tácito de los partidos de no meter los grupos armados en sus campañas. Recordemos: la primera vuelta de las elecciones de 1998 la ganó Horacio Serpa, y Pastrana ocupó el segundo lugar. Entre la primera y la segunda, un enviado de Pastrana, Víctor G. Ricardo, visitó a ‘Tirofijo’ y le pidió su apoyo. Hábilmente, el jefe de las Farc se tomó la histórica foto con Ricardo, pero exigió contraprestaciones. 

La engañosa esperanza de paz ilusionó a muchos colombianos, así que en la segunda vuelta Serpa aumentó su votación, pero Pastrana lo sobrepasó por medio millón de votos. La manita de ‘Tirofijo’ volteó las elecciones y los colombianos pagamos luego el cogobierno de las Farc con la catástrofe del Caguán.

Ahora Pastrana pregunta: “Si las Farc saben que la reelección de Santos está en sus manos, ¿hasta dónde van a pedir?”. Puede estar tranquilo: no pedirán más de lo que él les concedió en el Caguán a cambio de un retrato.

Siguiendo con su ristra de insultos, don Andrés llama “mula” a Gabriel Silva, que fue destacado funcionario suyo, y dice de la exministra Mónica de Greiff que “era la encargada de recoger los recursos del cartel de Cali” en la elección de 1994. ¿Por qué no la denunció formalmente? Porque se trata de una infamia cobarde: una falacia que, por supuesto, sería incapaz de sostener ante un juez.
Lo más sorprendente es que, con solemnidad pontifical, afirmó por la radio, en referencia a sí mismo: “El país sabe que Andrés Pastrana no miente”. Supongo que en este punto hasta los gamines dejaron de escandalizarse y soltaron una sonora carcajada. Y aún falta una dosis mayor de escándalo: Nicaragua...