Por: Manuel Marulanda Vélez
Notas autobiográficas de Manuel Marulanda
El
presente documento tiene fecha de septiembre de 1960, fue publicado en
el número 15 de Estudios Marxistas, revista Colombiana de Ciencias
Sociales, en el año 1978 (pp. 52-57), introduciéndole leves
modificaciones de orden gramatical. La versión aquí presentada es la que
fue difundida en la publicación, con única variación de la nota
aclaratoria
Manuel Marulanda Vélez.
Manuel Marulanda Vélez.
La reacción de las
masas liberales ante el crimen fue inmediata. Los liberales, mayoría en
Ceilán, lograron el apoyo de una parte de la policía; los conservadores,
comerciantes ricos los más, fueron inmovilizados. Un señor de apellido
Gallego, jefe liberal del municipio, dirigió la creación de una “policía
del pueblo”.
Después de tres días de este control popular de la población llegó el ejército. Fueron detenidos y llevados a Tuluá más de 200 liberales. El ejército permaneció pocos días en el pueblo porque una vez garantizada la “normalidad” se fue.
Unos cuantos, ante la llegada del ejército, nos replegamos a tiempo al Davis, pero también allí llegó la violencia. Un día de mercado un policía asesinó a un liberal, provocando un alzamiento que difícilmente fue sofocado. Nuevamente, esta vez en compañía de una familia, me trasladé a Primavera, también en Valle. Desde allí pude ver que ya la violencia era un hecho general en todo el departamento. Ya no eran solamente las fuerzas represivas oficiales sino que grandes bandas de “pájaros” conservadores empezaban a aparecer en todas partes, sembrando el terror.
Ante la necesidad de proteger la vida más de mil liberales se concentraron en el caserío de Betania. Pero hasta allí llegó también esa barbarie. Una fuerza de por lo menos 200 hombres, policía y “pájaros”, intentó la masacre. Fueron rechazados por la población. Entonces los atacantes fueron reforzados con el ejército y un mes más tarde pudieron tomar e incendiar el caserío. Por lo que supimos los pocos que pudimos escapar, fueron muchos los muertos.
Yo había perdido todo contacto con mis parientes y me fui a La Tulia, otro caserío. Pero desde allí, nuevamente tuvimos que huir y caer de nuevo a Ceilán porque en Ceilán se habían reorganizado bastante los liberales.
Fue en esa época cuando los alcaldes conservadores empezaron a expedir salvoconductos a los liberales que se quisieron “voltear”. Entonces Ceilán fue nuevamente tomada por el ejército y los “pájaros” agregaron a la matanza el saqueo de toda la población.
A esas alturas primaba el descontento de las masas liberales. Era ya claro que se trataba del exterminio en masa de ese partido, por una política bien dirigida desde el gobierno. Al mismo tiempo todos los jefes liberales del Valle huían dejando sin orientación a la gente.
Como cinco meses me estuve en los alrededores de Ceilán con un tío llamado Manuel María. Cuando la situación se nos hizo insostenible me trasladé a Génova, en Caldas, donde vivía la mayor parte de mi familia. En Caldas se empezaba a vivir ya la misma tragedia que había conocido en el Valle. Empezaban a aparecer las bandas de “pájaros” con sus consignas de Viva la Virgen del Carmen, Viva Cristo Rey, Viva Laureano Gómez y Abajo el partido liberal.
En Génova me reuní con cerca de diez primos, con Modesto Avila y sus hijos y con los González de San Juan. Entonces decidimos organizar un grupo armado para comenzar a hacerle frente a esa violencia.
Muy pronto corrió el rumor de en qué estábamos nosotros y comenzaron a llegar muchachos dispuestos a la pelea. Fue en poco tiempo que pudimos conformar un núcleo de cincuenta hombres, pero hombres desarmados. Y ese era el próximo paso, conseguirnos las armas. Entonces había una sola forma de conseguirlas: quitárselas a los conservadores.
Dos meses después ya contábamos con unos cien hombres pero sin armas y sin experiencia de lucha armada, y algo peor, sin ningún conocimiento político. A los pocos días tuvimos nuestro primer enfrentamiento con la policía de Génova. Allí les tomamos dos fusiles y dos revólveres. Entonces nos replegamos a un lugar llamado Cedrales, hasta donde nos persiguió el ejército y la policía, pero pudimos escapar para el páramo. Con base en el páramo incursionamos a Santa Helena, donde había un retén de “pájaros” a los que logramos sorprender. Les quitamos algunas carabinas, revólveres y escopetas, además de ocho mil pesos en efectivo. Después proseguimos nuestra ruta hacia Pijao, siempre atacando “pájaros” y policías.
De Pijao regresamos a Génova para empezar una labor de “limpieza”. Entre los ajusticiadores recuerdo a un jefe “pájaro”, al mismo tiempo juez de Génova, llamado Miguel H. Pareja.
Fueron pasando esos primeros meses excepcionalmente duros y de repente la dirección nacional liberal, que tan ligero había abandonado a la gente, comenzó a llenarla de ilusiones. Carlos Lleras y el señor Lozano y Lozano, entre otros, nos hicieron saber a los que estábamos en el monte que el 7 de agosto –la fecha estaba cercana-, cuando tomara posesión Laureano Gómez, el partido liberal tenía un acuerdo con el ejército para impedirlo porque esta elección era inconstitucional. Para esa fecha el partido liberal nos señaló la tarea de tomar Génova. Obedecimos la orientación y nos instalamos cerca, en San Juan. En la madrugada de ese 7 de agosto nos dispusimos a la captura de Génova, pero con tan mala suerte que nos encontramos a la policía esperándonos y los sorprendidos fuimos nosotros. Combatimos desde las dos hasta las diez de la mañana y fuimos derrotados. La policía, que había recibido refuerzos del ejército desde Manizales y de más de trescientos “pájaros”, nos ocasionó más de veinte muertos y gran número de heridos.
Esta fue la primera etapa de la lucha, puede decirse. Nuestro grupo, con el duro golpe recibido y además con las esperanzas perdidas en el liberalismo, se fue desintegrando. En poco tiempo no quedamos sino unos diez combatientes. Intentamos algunas acciones pero la desmoralización de la población era tanta que no contábamos con su apoyo. En esas circunstancias acordamos marchar hacia el Tolima en grupitos de dos o tres.
Así fue como llegué con Alfonso María a Gaitania y luego a Planadas. Allí la gente estaba en las mismas condiciones que habíamos dejado atrás. Yo hice pronto amistades dentro del gremio de corteros de madera y Alfonso siguió hacia La Dorada.
En esta zona se vivió la misma persecución, la misma zozobra. Dirigía el terror un inspector de Planadas que apodaban Pomponio. Entonces me encontré con algunos parientes de apellidos López y Morales y ellos me informaron que por esos lados la resistencia la dirigían los Loaizas, que habían comenzado a pelear al ser perseguidos como “nueveabrileños” por la policía de Rioblanco. Los Loaiza eran naturales de Génova, en Caldas, y tenían parentesco conmigo. El padre, Gerardo Loaiza, era jefe liberal de la zona, y sus tres hijos, a los que apodaban Tarzán, Agarre y Veneno, eran buenos combatientes. Así fue que con ellos tomé contacto.
Allá, a pesar de que la situación era parecida a la de otras partes, donde ya había estado, la gente seguía conservando una gran confianza en la dirección nacional liberal y esperaban que se resolviera el problema “por lo alto”.
Pero las masas se agrupaban en torno a quien tuviera mayores conocimientos e información. Así que al comenzar yo a contar todos mis desplazamientos y experiencias me fui convirtiendo en una persona influyente, pese a no tener mayores conocimientos militares y a ser solamente un campesino fiel al liberalismo como ellos.
Continué visitando otras regiones y regresé más tarde a Planadas. Había comenzado a conocer las experiencias de lucha de esa zona y a tener prestigio ante las masas. Allá estaba concentrándose gran cantidad de perseguidos de varios departamentos. El grupo de los Loaiza iba creciendo y realizando acciones en Gaitania, La Profunda, Rioblanco, La Trigueña, Las Pavas, etc.
En el sitio llamado La Ocasión se fue constituyendo la base para futuras acciones. Desde allí despachábamos comisiones hacia Rioblanco, Ataco y El Limón en busca de armas. Esas comisiones combatían bien, atacaban al enemigo. Fue así como el movimiento tuvo una mayor repercusión y amplió su radio de acción. Pero también crecía la persecución oficial.
En esa época mucha gente se sumaba de buenas a primeras al combate, la mayor parte creando grupos que intentaban alguna acción y luego se disolvían. Sin embargo, nacían organizaciones fuertes que luchaban y crecían. Supimos que los comunistas hacían frente al enemigo con eficiencia por los lados de Rioblanco, Chaparral y El Limón.
Un día el enemigo realizó una gran operación y logró tomarnos el comando de La Ocasión, matando unas cuarenta personas. Lo brutal de la represión hizo consolidar la resistencia, y de nuevo fue instalado el comando general de los Loaiza. Mucha gente comenzó a agruparse en La Profunda, La Quebrada y El Horizonte, en cercanías de Herrera, recibiendo la orientación de los Loaiza. Estos, a través de sus subalternos, tomaron contacto en los comandos comunistas, llegando a ciertos acuerdos que les permitieron trasladar sus efectivos al Davis.
El encuentro con los comunistas fue recibido con entusiasmo por los combatientes liberales. Los comunistas eran hombres con orientaciones claras y conocimientos políticos y organizativos.
El prestigio de los comunistas ante las masas presionó a los Loaiza para hacer un comando conjunto. Allí se aprobaban las tareas por decisión mayoritaria y se introdujo por primera vez la disciplina militar en las acciones y los desplazamientos.
Varias fueron las comisiones conjuntas de liberales y comunistas que operaron y tuvieron buenos resultados. Las cosas caminaban. Por ejemplo, en la comisión realizad en San Luis, en Huila, después de tomar el caserío, la guerrilla se retiró con más de treinta mulas cargadas de armas, drogas y mercancías.
En esas, los más inconsecuentes entre los liberales, que deseaban seguir “por la libre”, sin sujeción a ninguna disciplina, comenzaron a crear un clima adverso a los comunistas, contra sus organizaciones y sus métodos.
Los comunistas desplazaron desde El Davis dos comandos con el objeto de crear otros. Así nacieron los de Peña rica, El Cambrín, etc., lográndose ampliar la influencia de masas de ese partido, pues continuaba el éxodo de refugiados buscando protección. Recuerdo como dirigentes comunistas de aquella época a Olimpo y a Jaime. Recuerdo entre otros a Richard, Lister, Ramón, Melco, Solito, Baltazar, Timoshenco, Ricaurte y Norberto.
Existían comandos conjuntos de liberales y comunistas que luchaban juntos ante la necesidad de protección de las vidas e intereses de las masas. Sin embargo, se iban deslindando lentamente los campos. Bajo la dirección comunista funcionaron el comando central de El Davis y los comandos de San Miguel, Bilbao, Peña Rica, La Estrella, Surrey y El Cambrín. Los liberales tenían su comando central en La Ocasión y dirigían los comandos de La Quebrada, La Profunda, El Agarre y La Palma. Unos y otros influían una extensísima zona que comprendía los municipios de Chaparral, El Limón, Rioblanco, Neiva, Aipe, Natagaima, Ortega, Purificación y Coyaima.
Gerardo Loaiza cada vez perdía más las posibilidades de ser el jefe único de la resistencia. Gerardo era apoyado por quienes pretendían actuar sin orden ni disciplina.
Los comunistas intentaron mantener la unidad del movimiento en una conferencia guerrillera que se reunió en Horizonte. Entonces las aspiraciones caudillistas de Loaiza y además la indisciplina de su gente llevaron a una división más profunda. Se convino en que cada sector, liberales y comunistas, quedaba en libertad de acción en materia política y militar.
Es preciso señalar que en ese proceso jugó un papel nefasto la influencia de la dirección nacional liberal, siempre interesada en que no se imprimiera un carácter revolucionario a la lucha guerrillera.
Así, mientras de una parte se planteaban los principios programáticos de los comunistas, verdadera y profunda reforma agraria democrática, nacionalización de los medios de producción, rompimiento de las ataduras imperialistas, etc., los liberales comenzaban a empantanar su política en la consigna sectaria de “matar godos”. Tal era el atraso político de los dirigentes campesinos liberales y la influencia que en ellos, pese a sus inconsecuencias, tenía la dirección nacional liberal.
En medio de la división, sin embargo, era notorio que la confianza de las masas se inclinaba cada vez más de parte de los comunistas. Eso llevó a la dirección nacional liberal, primero a presionar a los Loaiza para que impusieran una delimitación de las áreas de cada sector político. Más tarde y mediante el aporte de armas y municiones que la dirección nacional liberal hace entregar a los Loaiza a través del ejército, se comienza a atacar y a desarmar a los comunistas.
Pero entonces muchos sectores liberales rechazaban esa actitud traidora de su partido y a través de dirigentes locales hacen un pacto de unidad con los comunistas para continuar la lucha contra la reacción y los traidores. El pacto se concreta en la creación de un estado mayor conjunto y en el reforzamiento de El Davis con destacamentos de Peña Rica, El Socorro, Sucre y El Cambrín.
Sin embargo, todo reforzamiento de las posiciones comunistas era simultáneo a un crecimiento de las hostilidades por parte de los grupos liberales. Empezó así una guerra de desgaste de ambas fuerzas, en la que cayeron muchos hombres de ambos lados, llevando la peor parte los liberales. Rápidamente estos se vieron derrotados militar y políticamente y pidieron una tregua, que fue aceptada por los comunistas, interesados en terminar ese tipo de lucha, que solo beneficiaba al enemigo. Los liberales, sin embargo, interesados en continuar su lucha anticomunista y presionados a ello por los jefes liberales de varios departamentos y la dirección nacional, se dedicaron a reorganizar sus comandos para seguir dividiendo criminalmente a las masas.
En estas condiciones vino el golpe del 13 de junio de 1953 y la mal llamada “pacificación” de Rojas Pinilla.
Rápidamente el liberalismo se puso en conversaciones con la nueva dictadura. Buscaban obtener mayor apoyo en su lucha contra los comunistas. Rojas les proporcionó armas, municiones y tropas, lo que hizo más difíciles las condiciones d ela lucha para los comunistas, entre los cuales ya me contaba yo.
Después de tres días de este control popular de la población llegó el ejército. Fueron detenidos y llevados a Tuluá más de 200 liberales. El ejército permaneció pocos días en el pueblo porque una vez garantizada la “normalidad” se fue.
Unos cuantos, ante la llegada del ejército, nos replegamos a tiempo al Davis, pero también allí llegó la violencia. Un día de mercado un policía asesinó a un liberal, provocando un alzamiento que difícilmente fue sofocado. Nuevamente, esta vez en compañía de una familia, me trasladé a Primavera, también en Valle. Desde allí pude ver que ya la violencia era un hecho general en todo el departamento. Ya no eran solamente las fuerzas represivas oficiales sino que grandes bandas de “pájaros” conservadores empezaban a aparecer en todas partes, sembrando el terror.
Ante la necesidad de proteger la vida más de mil liberales se concentraron en el caserío de Betania. Pero hasta allí llegó también esa barbarie. Una fuerza de por lo menos 200 hombres, policía y “pájaros”, intentó la masacre. Fueron rechazados por la población. Entonces los atacantes fueron reforzados con el ejército y un mes más tarde pudieron tomar e incendiar el caserío. Por lo que supimos los pocos que pudimos escapar, fueron muchos los muertos.
Yo había perdido todo contacto con mis parientes y me fui a La Tulia, otro caserío. Pero desde allí, nuevamente tuvimos que huir y caer de nuevo a Ceilán porque en Ceilán se habían reorganizado bastante los liberales.
Fue en esa época cuando los alcaldes conservadores empezaron a expedir salvoconductos a los liberales que se quisieron “voltear”. Entonces Ceilán fue nuevamente tomada por el ejército y los “pájaros” agregaron a la matanza el saqueo de toda la población.
A esas alturas primaba el descontento de las masas liberales. Era ya claro que se trataba del exterminio en masa de ese partido, por una política bien dirigida desde el gobierno. Al mismo tiempo todos los jefes liberales del Valle huían dejando sin orientación a la gente.
Como cinco meses me estuve en los alrededores de Ceilán con un tío llamado Manuel María. Cuando la situación se nos hizo insostenible me trasladé a Génova, en Caldas, donde vivía la mayor parte de mi familia. En Caldas se empezaba a vivir ya la misma tragedia que había conocido en el Valle. Empezaban a aparecer las bandas de “pájaros” con sus consignas de Viva la Virgen del Carmen, Viva Cristo Rey, Viva Laureano Gómez y Abajo el partido liberal.
En Génova me reuní con cerca de diez primos, con Modesto Avila y sus hijos y con los González de San Juan. Entonces decidimos organizar un grupo armado para comenzar a hacerle frente a esa violencia.
Muy pronto corrió el rumor de en qué estábamos nosotros y comenzaron a llegar muchachos dispuestos a la pelea. Fue en poco tiempo que pudimos conformar un núcleo de cincuenta hombres, pero hombres desarmados. Y ese era el próximo paso, conseguirnos las armas. Entonces había una sola forma de conseguirlas: quitárselas a los conservadores.
Dos meses después ya contábamos con unos cien hombres pero sin armas y sin experiencia de lucha armada, y algo peor, sin ningún conocimiento político. A los pocos días tuvimos nuestro primer enfrentamiento con la policía de Génova. Allí les tomamos dos fusiles y dos revólveres. Entonces nos replegamos a un lugar llamado Cedrales, hasta donde nos persiguió el ejército y la policía, pero pudimos escapar para el páramo. Con base en el páramo incursionamos a Santa Helena, donde había un retén de “pájaros” a los que logramos sorprender. Les quitamos algunas carabinas, revólveres y escopetas, además de ocho mil pesos en efectivo. Después proseguimos nuestra ruta hacia Pijao, siempre atacando “pájaros” y policías.
De Pijao regresamos a Génova para empezar una labor de “limpieza”. Entre los ajusticiadores recuerdo a un jefe “pájaro”, al mismo tiempo juez de Génova, llamado Miguel H. Pareja.
Fueron pasando esos primeros meses excepcionalmente duros y de repente la dirección nacional liberal, que tan ligero había abandonado a la gente, comenzó a llenarla de ilusiones. Carlos Lleras y el señor Lozano y Lozano, entre otros, nos hicieron saber a los que estábamos en el monte que el 7 de agosto –la fecha estaba cercana-, cuando tomara posesión Laureano Gómez, el partido liberal tenía un acuerdo con el ejército para impedirlo porque esta elección era inconstitucional. Para esa fecha el partido liberal nos señaló la tarea de tomar Génova. Obedecimos la orientación y nos instalamos cerca, en San Juan. En la madrugada de ese 7 de agosto nos dispusimos a la captura de Génova, pero con tan mala suerte que nos encontramos a la policía esperándonos y los sorprendidos fuimos nosotros. Combatimos desde las dos hasta las diez de la mañana y fuimos derrotados. La policía, que había recibido refuerzos del ejército desde Manizales y de más de trescientos “pájaros”, nos ocasionó más de veinte muertos y gran número de heridos.
Esta fue la primera etapa de la lucha, puede decirse. Nuestro grupo, con el duro golpe recibido y además con las esperanzas perdidas en el liberalismo, se fue desintegrando. En poco tiempo no quedamos sino unos diez combatientes. Intentamos algunas acciones pero la desmoralización de la población era tanta que no contábamos con su apoyo. En esas circunstancias acordamos marchar hacia el Tolima en grupitos de dos o tres.
Así fue como llegué con Alfonso María a Gaitania y luego a Planadas. Allí la gente estaba en las mismas condiciones que habíamos dejado atrás. Yo hice pronto amistades dentro del gremio de corteros de madera y Alfonso siguió hacia La Dorada.
En esta zona se vivió la misma persecución, la misma zozobra. Dirigía el terror un inspector de Planadas que apodaban Pomponio. Entonces me encontré con algunos parientes de apellidos López y Morales y ellos me informaron que por esos lados la resistencia la dirigían los Loaizas, que habían comenzado a pelear al ser perseguidos como “nueveabrileños” por la policía de Rioblanco. Los Loaiza eran naturales de Génova, en Caldas, y tenían parentesco conmigo. El padre, Gerardo Loaiza, era jefe liberal de la zona, y sus tres hijos, a los que apodaban Tarzán, Agarre y Veneno, eran buenos combatientes. Así fue que con ellos tomé contacto.
Allá, a pesar de que la situación era parecida a la de otras partes, donde ya había estado, la gente seguía conservando una gran confianza en la dirección nacional liberal y esperaban que se resolviera el problema “por lo alto”.
Pero las masas se agrupaban en torno a quien tuviera mayores conocimientos e información. Así que al comenzar yo a contar todos mis desplazamientos y experiencias me fui convirtiendo en una persona influyente, pese a no tener mayores conocimientos militares y a ser solamente un campesino fiel al liberalismo como ellos.
Continué visitando otras regiones y regresé más tarde a Planadas. Había comenzado a conocer las experiencias de lucha de esa zona y a tener prestigio ante las masas. Allá estaba concentrándose gran cantidad de perseguidos de varios departamentos. El grupo de los Loaiza iba creciendo y realizando acciones en Gaitania, La Profunda, Rioblanco, La Trigueña, Las Pavas, etc.
En el sitio llamado La Ocasión se fue constituyendo la base para futuras acciones. Desde allí despachábamos comisiones hacia Rioblanco, Ataco y El Limón en busca de armas. Esas comisiones combatían bien, atacaban al enemigo. Fue así como el movimiento tuvo una mayor repercusión y amplió su radio de acción. Pero también crecía la persecución oficial.
En esa época mucha gente se sumaba de buenas a primeras al combate, la mayor parte creando grupos que intentaban alguna acción y luego se disolvían. Sin embargo, nacían organizaciones fuertes que luchaban y crecían. Supimos que los comunistas hacían frente al enemigo con eficiencia por los lados de Rioblanco, Chaparral y El Limón.
Un día el enemigo realizó una gran operación y logró tomarnos el comando de La Ocasión, matando unas cuarenta personas. Lo brutal de la represión hizo consolidar la resistencia, y de nuevo fue instalado el comando general de los Loaiza. Mucha gente comenzó a agruparse en La Profunda, La Quebrada y El Horizonte, en cercanías de Herrera, recibiendo la orientación de los Loaiza. Estos, a través de sus subalternos, tomaron contacto en los comandos comunistas, llegando a ciertos acuerdos que les permitieron trasladar sus efectivos al Davis.
El encuentro con los comunistas fue recibido con entusiasmo por los combatientes liberales. Los comunistas eran hombres con orientaciones claras y conocimientos políticos y organizativos.
El prestigio de los comunistas ante las masas presionó a los Loaiza para hacer un comando conjunto. Allí se aprobaban las tareas por decisión mayoritaria y se introdujo por primera vez la disciplina militar en las acciones y los desplazamientos.
Varias fueron las comisiones conjuntas de liberales y comunistas que operaron y tuvieron buenos resultados. Las cosas caminaban. Por ejemplo, en la comisión realizad en San Luis, en Huila, después de tomar el caserío, la guerrilla se retiró con más de treinta mulas cargadas de armas, drogas y mercancías.
En esas, los más inconsecuentes entre los liberales, que deseaban seguir “por la libre”, sin sujeción a ninguna disciplina, comenzaron a crear un clima adverso a los comunistas, contra sus organizaciones y sus métodos.
Los comunistas desplazaron desde El Davis dos comandos con el objeto de crear otros. Así nacieron los de Peña rica, El Cambrín, etc., lográndose ampliar la influencia de masas de ese partido, pues continuaba el éxodo de refugiados buscando protección. Recuerdo como dirigentes comunistas de aquella época a Olimpo y a Jaime. Recuerdo entre otros a Richard, Lister, Ramón, Melco, Solito, Baltazar, Timoshenco, Ricaurte y Norberto.
Existían comandos conjuntos de liberales y comunistas que luchaban juntos ante la necesidad de protección de las vidas e intereses de las masas. Sin embargo, se iban deslindando lentamente los campos. Bajo la dirección comunista funcionaron el comando central de El Davis y los comandos de San Miguel, Bilbao, Peña Rica, La Estrella, Surrey y El Cambrín. Los liberales tenían su comando central en La Ocasión y dirigían los comandos de La Quebrada, La Profunda, El Agarre y La Palma. Unos y otros influían una extensísima zona que comprendía los municipios de Chaparral, El Limón, Rioblanco, Neiva, Aipe, Natagaima, Ortega, Purificación y Coyaima.
Gerardo Loaiza cada vez perdía más las posibilidades de ser el jefe único de la resistencia. Gerardo era apoyado por quienes pretendían actuar sin orden ni disciplina.
Los comunistas intentaron mantener la unidad del movimiento en una conferencia guerrillera que se reunió en Horizonte. Entonces las aspiraciones caudillistas de Loaiza y además la indisciplina de su gente llevaron a una división más profunda. Se convino en que cada sector, liberales y comunistas, quedaba en libertad de acción en materia política y militar.
Es preciso señalar que en ese proceso jugó un papel nefasto la influencia de la dirección nacional liberal, siempre interesada en que no se imprimiera un carácter revolucionario a la lucha guerrillera.
Así, mientras de una parte se planteaban los principios programáticos de los comunistas, verdadera y profunda reforma agraria democrática, nacionalización de los medios de producción, rompimiento de las ataduras imperialistas, etc., los liberales comenzaban a empantanar su política en la consigna sectaria de “matar godos”. Tal era el atraso político de los dirigentes campesinos liberales y la influencia que en ellos, pese a sus inconsecuencias, tenía la dirección nacional liberal.
En medio de la división, sin embargo, era notorio que la confianza de las masas se inclinaba cada vez más de parte de los comunistas. Eso llevó a la dirección nacional liberal, primero a presionar a los Loaiza para que impusieran una delimitación de las áreas de cada sector político. Más tarde y mediante el aporte de armas y municiones que la dirección nacional liberal hace entregar a los Loaiza a través del ejército, se comienza a atacar y a desarmar a los comunistas.
Pero entonces muchos sectores liberales rechazaban esa actitud traidora de su partido y a través de dirigentes locales hacen un pacto de unidad con los comunistas para continuar la lucha contra la reacción y los traidores. El pacto se concreta en la creación de un estado mayor conjunto y en el reforzamiento de El Davis con destacamentos de Peña Rica, El Socorro, Sucre y El Cambrín.
Sin embargo, todo reforzamiento de las posiciones comunistas era simultáneo a un crecimiento de las hostilidades por parte de los grupos liberales. Empezó así una guerra de desgaste de ambas fuerzas, en la que cayeron muchos hombres de ambos lados, llevando la peor parte los liberales. Rápidamente estos se vieron derrotados militar y políticamente y pidieron una tregua, que fue aceptada por los comunistas, interesados en terminar ese tipo de lucha, que solo beneficiaba al enemigo. Los liberales, sin embargo, interesados en continuar su lucha anticomunista y presionados a ello por los jefes liberales de varios departamentos y la dirección nacional, se dedicaron a reorganizar sus comandos para seguir dividiendo criminalmente a las masas.
En estas condiciones vino el golpe del 13 de junio de 1953 y la mal llamada “pacificación” de Rojas Pinilla.
Rápidamente el liberalismo se puso en conversaciones con la nueva dictadura. Buscaban obtener mayor apoyo en su lucha contra los comunistas. Rojas les proporcionó armas, municiones y tropas, lo que hizo más difíciles las condiciones d ela lucha para los comunistas, entre los cuales ya me contaba yo.
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Fuente Agencia Prensa Rural