Domingo 14 Julio 2013.
Foto Prensa Latina/ Vladimir Molina
Pablo CATATUMBOComandante y miembro del Secretariado de las FARC-EP
Pablo Catatumbo es miembro del Secretariado de las FARC-EP y
forma parte de la delegación de paz de esta guerrilla en La Habana. Fue
uno de los últimos delegados en incorporarse a los diálogos en la
capital cubana. Gran parte de su vida ha transcurrido en la selva de
Colombia combatiendo con el Ejército. Ahora, sin «rencores personales»,
espera lograr una paz «estable, duradera y justa».
Llegamos a este proceso sin ningún tipo de rencor personal, buscando lograr el anhelo de nuestro pueblo por una paz estable, duradera y justa.
Valoramos altamente la
experiencia irlandesa frente al tema de dejación de armas. Nos parece
que es un ejemplo de lo que es llevar un proceso de paz con un real
deseo de finalización de un conflicto y de paz.
Desde La Habana, el comandante y
miembro del Secretariado de las FARC-EP Pablo Catatumbo responde al
cuestionario remitido por GARA en el que aborda cuestiones clave como
las víctimas que han generado cinco décadas de guerra y la posición de
la guerrilla ante un eventual desarme. Valora «altamente» experiencias
como la del norte de Irlanda, donde «las partes en conflicto dieron
muestra de la madurez política y de la estatura moral que se requieren
cuando de verdad se ansía la paz».
Las FARC-EP cumplieron el día
27 de mayo 49 años de lucha armada. Este aniversario coincidió con la
firma del acuerdo en materia agraria. ¿Cómo vivieron este momento
histórico?
Con mucha alegría, pues pocas veces coinciden eventos tan
importantes: nuestro 49 aniversario de justa lucha y el logro de un
acuerdo parcial en materia agraria. Dos hechos significativos que
celebramos con alborozo pues sabemos lo que significan en el camino de
construir la paz con justicia social para nuestro pueblo.
Sobre el terreno, sin embargo, los
campesinos del Catatumbo, en el norte de Santander, mantienen las
protestas en contra, entre otras cosas, de la erradicación forzada de
los cultivos de coca y de las políticas económicas del Gobierno. Ha
habido al menos cuatro muertos. ¿Cómo valora lo que está ocurriendo?
El conflicto social en todas las regiones de Colombia es bastante
agudo. De seguir respondiendo de esta manera, el Gobierno desatará una
ira social extendida. Si a una reivindicación legal -como la del
campesinado del Norte de Santander- se le responde con las armas en la
mano, se justifica abiertamente la opción armada que emprendió hace años
el movimiento guerrillero colombiano. El balón está en el tejado del
Gobierno.
A lo largo de estos seis
meses, también se han ido abordando de manera indirecta otros temas de
la agenda, como la cuestión de las víctimas. Afirma que se debe «armar
todo el puzzle». ¿De cuántas piezas consta ese puzzle?
Le cito algunas: la responsabilidad del Estado, la clase política
dirigente, el empresariado, algunos medios de comunicación y los
latifundistas, la formación y la financiación de los grupos
paramilitares, la relación entre las embajadas de Estados Unidos e
Israel con la instrucción de dichos grupos, o el papel jugado por las
grandes trasnacionales en la definición de la agenda militar en
Colombia. Como ve, el tema tiene muchas aristas, pero tiene que ser
abordado a fondo, con mucha sindéresis y franqueza política.
A través de una carta al
periódico «El Tiempo», la congresista Constanza Turbay afirmó que ya ha
perdonado a las FARC. ¿Cómo recibió este perdón? E Ingrid Betancourt
acaba de indicar que «todos somos responsables de esta guerra atroz» y
que «la paz nos exigirá aceptar cierto grado de impunidad».
Son manifestaciones de un ánimo de concordia y reconciliación que
compartimos y saludamos y ya es extendido entre muchos de los ciudadanos
de la patria. Nosotros también hemos sido víctimas de esta guerra. Los
entendemos como gestos de un país que no quiere más soluciones
militaristas, que no busca venganza, que anhela la paz con justicia
social y que está hastiado del drama que hemos vivido. No se trata de
abrirle campo a la impunidad sino de lograr la mediación sobre bases de
magnanimidad mutua, de comprensión histórica y perdón, que es algo muy
diferente.
¿Se ve en un futuro
compartiendo un mismo espacio con Constanza Turbay en el que cada uno
relate su experiencia vital con el fin de que sirvan de base para la
concienciación sobre las consecuencias del conflicto armado y para la no
repetición de los hechos? Experiencias de ese tipo se han producido,
por ejemplo, en el caso irlandés, con víctimas del IRA y exmilitantes de
este grupo armado.
¿Por qué no? Sería un magnífico mensaje para refutar definitivamente a
los sectores que quieren obstruir el camino hacia la paz. Nosotros
llegamos a este proceso sin ningún tipo de rencor personal, buscando
lograr el anhelo de nuestro pueblo por una paz estable, duradera y
justa. Para ello se requiere sanar muchas heridas que nos han dejado
estos largos años de guerra.
El jefe de la delegación del
Gobierno en La Habana, Humberto de la Calle, ha señalado recientemente
que la paz pasa por la aplicación de la justicia transicional. El propio
presidente, Juan Manuel Santos, ha asegurado que la justicia no puede
estar por encima de la paz. ¿Qué plantean las FARC?
Que transicional implica transición, y en el estado actual del
proceso de conversaciones aún es prematuro hablar tan categóricamente de
temas como ese, que hacen parte de la agenda, pero que van a ser
abordados más adelante. En nuestra concepción para el acuerdo de paz que
vislumbramos es necesario hablar de un efectivo tránsito hacia algo que
sea cualitativamente distinto a la realidad actualmente existente en
Colombia. Qué mejor ejemplo que la situación que se vive hoy en la
región del Catatumbo. Para nosotros, la cuestión pasa por que logremos
la efectiva instauración de la democracia en nuestro país, de lo
contrario estaríamos hablando de un acuerdo de paz inocuo.
Otro de los puntos del que
también se ha empezado a discutir es el de la dejación de las armas.
Usted ha planteado «salidas inteligentes» y que «el problema no son las
armas, sino quienes las disparan». En un foro sobre resolución de
conflictos desarrollado en Euskal Herria, expertos en la materia
rechazaron la entrega de armas como una condición previa, pero
advirtieron del peligro que supone que las armas sigan existiendo y que
se haga un uso indebido de ellas. ¿Qué valoración les merecen estas
recomendaciones y experiencias como la irlandesa?
Lo que señala usted es particularmente importante. Aunque ese asunto
también hace parte de los temas que deben ser abordados más adelante, le
adelanto algunos criterios.
Valoramos altamente la experiencia irlandesa frente al tema de
dejación de armas. Hemos podido conocer dicho proceso de primera mano y
nos parece que es un ejemplo de lo que es llevar un proceso de paz con
voluntades políticas conjuntas y con un real deseo de finalización de un
conflicto y de paz.
En Irlanda, las partes en conflicto dieron muestra de la madurez
política y de la estatura moral que se requieren cuando de verdad se
ansía la paz.
Para las FARC-EP, la paz es un tema que va ligado al logro de la
justicia social, del ejercicio de una verdadera democracia y una
verdadera desmilitarización del país, que incluya la dimensión
cotidiana, y a la proscripción de toda doctrina militar derivada de la
llamada «seguridad nacional» y de la teoría del enemigo interno. En
Colombia el problema de las armas no pasa solo por el conflicto entre
las guerrillas revolucionarias y el Estado, sino por la existencia de
redes criminales extendidas, grupos paramilitares y un inmenso sector
que se beneficia del mercado bélico clandestino. Así que habrá que
comprender la problemática en toda su extensión y no simplemente
pensando en qué hacer con el arsenal insurgente.
¿Qué falló en los anteriores tres procesos? ¿Los calificaría de fracaso o de intentos fallidos?
En mi opinión, en los procesos anteriores lo que fue palpable es que
la única política de paz del Gobierno era someter a la insurgencia o la
guerra; no había una verdadera voluntad de aproximar posiciones para
buscar un acuerdo de paz. Esperemos que la voluntad política del
Gobierno actual le permita darse cuenta de que ese mismo error no puede
repetirse. Calificar estas experiencias de fracasos es ser muy duro,
teniendo en cuenta lo sensible del tema y las complejidades propias de
un conflicto como el colombiano. Fueron eso, experiencias, y como tales
nos han enseñado a afrontar un reto como el que tenemos hoy en día.
¿Qué signos positivos
apreciaron en la llegada de Santos al Gobierno que les hicieron valorar
que era el momento idóneo para iniciar una aproximación de cara al
proceso de diálogo que se formalizó en Oslo?
Uno valora que lo aborden de frente, poniendo las cartas sobre la
mesa, sin hipocresías. Eso, y el contexto internacional favorable,
fueron cosas que dieron pie para que iniciáramos este proceso, pero
sobre todo, el fervor y el clamar ciudadano que hay hoy por la paz de
Colombia, que es la paz del continente. Viéndolo en perspectiva,
ratificamos la justeza de la decisión, y hemos visto cómo en este camino
se han multiplicado las iniciativas ciudadanas por la paz (con
manifestaciones masivas como la marcha del 9 de abril pasado o el
Congreso Nacional de Paz) y se ha logrado la unidad del campo insurgente
sobre la coyuntura y la agenda de paz.
¿Cómo valoran la negativa del Gobierno a retrasar las elecciones y a conformar una Asamblea Constituyente?
Es una postura política que no es monolítica dentro de la coalición
de Gobierno; sabemos que aún no hay última palabra y que el debate que
hemos abierto dentro de las organizaciones políticas y sociales jalona
la discusión nacional y genera reflexión sobre nuestros problemas más
hondos. De momento, le puedo contar con entusiasmo que dicha iniciativa
ha tenido una recepción estupenda en algunos sectores y que nuestra
delegación recibe diariamente adhesiones, propuestas y aportes de
colombianos interesados en un país en paz. Una Asamblea Nacional
Constituyente por la Paz es el horizonte cierto para la superación de
este conflicto.
¿Qué opina de la firma del acuerdo de colaboración entre el Gobierno y la OTAN?
Nos genera desconfianza y nos ratifica la justeza de nuestras
reivindicaciones patrióticas. Un aparato militar cooptado por intereses
foráneos es una característica de un país dependiente, no de una nación
soberana. El presidente le hace daño al entorno de paz cuando toma esas
decisiones tan absurdas.
¿Cómo se lleva la tensión de las negociaciones?
En general hay un ánimo tranquilo. Hay ocasiones donde los niveles de
tensión suben. Eso es apenas lógico: es que el conflicto nuestro tiene
más de cincuenta años, son muchas las heridas que ha ocasionado, mucho
el dolor causado, en fin.
Además en la Mesa no estamos discutiendo temas nimios, sino los temas
trascendentales dentro de la vida nacional. En las FARC-EP
sobrellevamos esas situaciones con mucho compañerismo y camaradería,
porque sabemos que la tarea que tenemos en frente no es poca y que la
confianza que los guerrilleros de todo el país depositan en esta
delegación es enorme. Al final de cada día nos queda la satisfacción de
estar trabajando por el más alto objetivo que se ha trazado el pueblo
colombiano: la paz con justicia social. Ello merece cualquier esfuerzo.
http://www.pazfarc-ep.org/index.php/2012-12-18-12-20-14/delegacion-de-paz-farc-ep/item/1345-entrevista-naiz-pablo-catatumbo-delegacion-de-paz-farc-ep.html