Importante comunicado denuncia saboteo del gobierno colombiano contra
los diálosgos y "la afluencia de capital extranjero, la llegada en masa
de las multinacionales, la limpieza y maquillaje al rostro de Santos y
su gobierno" en un contexto internacional específico.
La
historia del último siglo da fe del significado de tal filosofía. Y pone de
presente que en cuestiones de dominación y sojuzgamiento de los pueblos, no
existe ninguna diferencia entre los dos partidos políticos norteamericanos. Lo
claro es que Obama reitera la vocación intervencionista, militarista y
expoliadora de su país, y anuncia de manera pública que va a ahondarla en los
próximos años. Las instituciones que se proponen ampliar no serán otras que su
máquina de matar, llámense marines, contratistas, drones o fuerzas especiales,
sus agencias de inteligencia, sus bases militares, asesores e instructores por
todo el planeta.
Las
angustiosas situaciones de Afganistán, Irak o Libia son ejemplos contundentes
de las idílicas democracias que florecen con su apoyo. Y es obvio que Obama
omitió los términos de mercado para calificar la libertad que lo inspira. De
todos es sabido que la economía capitalista mundial atraviesa por una grave
crisis, y que los propios Estados Unidos se hallan abocados a una contracción
forzosa de su gasto público. Las manifestaciones del Presidente norteamericano
ponen en evidencia que el complejo militar industrial y financiero del
Pentágono, le está apostando a la guerra y la intervención como palancas de
aceleración de su agónica economía. La violencia y la muerte devienen en
recursos urgentes del gran capital.
De ahí
que los discursos de paz del Imperialismo y sus regímenes satélites están
fundados en la necesidad de incrementar la tasa de ganancia. La imposición
generalizada de las medidas decretadas por las agencias internacionales de
crédito tipo FMI o Banco Central Europeo, resultan vitales para la
sobrevivencia del decadente sistema. Y o se imponen por las buenas, o se
imponen por las malas, para usar la expresión puesta de moda por el Presidente
Santos. La crisis económica global obliga a aplastar a los pueblos que sueñan
con marchar a contracorriente. Y es aquí donde resulta urgente y necesario
encender todas las alarmas.
El
designio de las grandes alturas apunta a que debe ponerse fin a la insurgencia
colombiana, a su influencia política y sobre todo a su mal ejemplo para los
demás pueblos. Mientras consiguen el derrumbe de la revolución venezolana, les
resulta urgente contrastar sus innegables avances con un paradigma exitoso de
desarrollo y civilización política. Ese papel ha sido asignado a Colombia. Por
eso la afluencia de capital extranjero, la llegada en masa de las
multinacionales, la limpieza y maquillaje al rostro de su sanguinario régimen.
Dentro de esto último caben los discursos sociales, las leyes de apariencia
bienhechora y los repentinos anhelos de paz que coinciden con viejas
aspiraciones de la mayoría de los colombianos.
Los
saliente y entrante Secretarios de Estado de USA, Hillary Clinton y John Kerry,
expidieron en días pasados, de forma sucesiva, amplios elogios a la democracia
colombiana, a su modelo de economía exitoso y a la estrategia estadounidense de
intervención y apoyo en nuestro suelo, llegando incluso a recomendarnos como
ejemplo a seguir no sólo por los pueblos del norte de África, hoy tan agitados,
sino por la vecina Venezuela, a la que no vacilan en considerar perturbada y en
transición. El nuevo Secretario de Estado, demócrata para más señas, llegó al
extremo de ensalzar la tarea cumplida por Uribe Vélez entre 2002 y 2010.
El
abierto giro a la ultraderecha en los Estados Unidos, y su corolario de
solución militar, parecen tener su correspondiente reflejo en Colombia. Era
apenas natural que Fedegán o los más caracterizados voceros del uribismo
despotricaran contra el proceso de La Habana. Ahora los dardos brotan del
Partido Liberal, de boca del ex secretario general de la OEA y ex Presidente
Cesar Gaviria, quien en lenguaje muy suyo sale a hablar de las alocadas
acciones de las FARC, y de la necesidad de que el gobierno nacional considere
poner fin a las conversaciones. Unos días después, su ex ministro de gobierno y
jefe de la delegación de paz, señor De La Calle, se pronuncia energúmeno en el
mismo sentido, primero en Bogotá y luego en La Habana.
Y lo
hacen apelando a triviales pretextos. La ejecución por parte de las FARC de
acciones militares y de sabotaje económico tras el cese de fuego unilateral.
Olvidando que el gobierno impuso y defiende abiertamente dialogar en medio de
la confrontación. Haciendo caso omiso de las brutales arremetidas que las
fuerzas armadas oficiales y paraoficiales vienen cumpliendo de modo incesante
en todo el territorio nacional, de las cuales dan partes frecuentes jactándose
de la cantidad de sangre derramada. Creando la matriz mediática de que somos
las FARC-EP quienes impedimos cualquier avance en los acuerdos. Desconociendo
repetidas declaraciones de altos funcionarios del Estado, en el sentido de
no ceder en la Mesa absolutamente nada en cuanto al modelo económico y
político o el plan de gobierno.
Que se
capturen miembros de la fuerza pública en servicio, no constituye violación
alguna a nuestro compromiso público de proscribir las retenciones con fines
financieros, más cuando el gobierno se niega reiteradamente a cualquier
acuerdo sobre regulación de la guerra. Si una unidad de las FARC-EP retiene
momentáneamente los empleados de alguna transnacional que se encuentran en su
área de operaciones, es un asunto que puede remediarse fácilmente. Cualquier
observador desapasionado concluiría que esos satanizados hechos constituyen
incidentes menores en la cotidianeidad de la grave confrontación que padece el
país, y que no merecen en ningún modo el tratamiento escandaloso y
malintencionado que se les confiere.
Lo que
sí se deduce de semejante arremetida de declaraciones y campañas de prensa, es
la existencia de un afán desmedido por posicionar en la mente de los
colombianos la idea de la terminación de las conversaciones de paz. Da la
impresión de que altos intereses externos e internos presionan con fuerza por
la descabellada solución militar del conflicto. Los tiempos, procedimientos y
contenidos que giran en torno a los diálogos de La Habana, envuelven propósitos
demasiado serios como para permitir que se siga tratando este asunto con tan
irresponsable ligereza. Creemos que el Presidente Santos debe sopesar muy bien
los cálculos que está haciendo. Hay todo un pueblo clamando por paz y justicia
social tras nosotros.
Timoleón Jiménez
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, 1 de febrero de 2012
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, 1 de febrero de 2012