Entre más hundan sus pies en las arenas del
Sahara, más los presionará la disyuntiva entre apoyar a los movimientos
democráticos laicos y religiosos seculares de la región, o sencillamente dejar
que sus aliados (directos o indirectos) del extremismo les contribuyan a una
implosión de los jóvenes estados de África Occidental, y así acentuar su poder
Neocolonial. Es muy probable que hagan lo segundo.
2. Porque
no se puede ‘sembrar’ la Democracia, y menos si es lanzando bombas. Ante su sed
de negocios, las potencias europeas se ‘olvidaron’, que producto de los cambios
políticos de los últimos 20 años, los autócratas del nacionalismo árabe fueron
los que desmantelaron, en parte, las conquistas de su propio modelo, virando al
credo neoliberal. Recordemos, que estos ‘salvadores’ de Mali, primero
condenaron los levantamientos populares, que en buena medida se resistían a las
nefastas políticas neoliberales, y que, en un mismo acto, exigían apertura
democrática en el norte de África. Después, al ver que se les salió de control,
el Gobierno de sus aliados, de la noche a la mañana, cambiaron de bando y se
volvieron adalides de la Primavera árabe, aliándose inescrupulosamente con
todos aquellos que les garantizaran desatar la ingobernabilidad y participar de
la repartición del botín, en caso de que triunfaran dichas revoluciones o que,
en su defecto, estos países implosionaran. Como lo hemos constatado, se está
repitiendo el libreto de las llamadas ‘intervenciones humanitarias’, pues
atizan la guerra, llegan los bombarderos, no llega la Democracia y, en nombre
de la libertad, destrozan países, afectan gravemente a la población; pero eso
sí, garantizan y aumentan, muy eficientemente, la producción petrolera y las
importaciones de armas y otras mercancías.
3. Porque
no se puede luchar por propósitos justos con métodos ruines. La lección está
clara: a Sarkozy y Berlusconi no les interesaba ver florecer la Democracia,
sino cubrirse las espaldas y ver crecer sus ya prósperas industrias.
Recordemos, que ambos tenían negocios turbios con Gadafi. Se advirtió, que no
se puede cohonestar con aquellos que arguyen justos propósitos usando métodos
ruines; es decir, era y es un despropósito luchar contra algunos regímenes
descompuestos del nacionalismo árabe, haciendo alianzas con las más
antidemocráticas, brutales y semifeudales tiranías, como Arabia Saudí o Catar,
solo por nombrar algunas.
No es serio que inviten o a la lucha paranoica e
islamofóbica contra el mundo musulmán, cuando ellos, directa o indirectamente,
apoyan a los minoritarios, pero eficaces, grupos extremistas religiosos al
detal, según sus intereses, llámese Afganistán, Siria o el Sahel. Tampoco lo es
alentar, de palabra, a los demócratas de Egipto, cuando bajo la mesa la U.E. y
los EE.UU. hacen contubernios con la cúpula corrupta del Ejército, y la
retrógrada y neoliberal Hermandad Musulmana en Egipto. No podemos olvidar que
el 21 de marzo de 2012 un grupo de militares derrocó al presidente Amadou
Toumani Touré en Mali, en un sangriento Golpe de Estado, y entonces, ¿por qué
Francia no acudió a defender la Democracia? ¿No será que le incomodaba algún
nivel mínimo de autonomía y democracia en Mali? ¿Por qué no se trabajó por
buscar una solución política con el Movimiento de Liberación Nacional del
Azawad (MLNA)? ¿Por qué dejaron que los grupos salafistas de distinta estirpe
(Al Qaeda del Magreb Islámico –AQMI-, Ansar Dine y el Movimiento para la
Unicidad de la Yihad en África Occidental –MUYAO-) complicaran la situación y
sus bases instaladas en Mali no hicieron sus llamadas operaciones quirúrgicas a
tiempo?
4. Porque
se perdió la confianza con la violación de la resolución 1973 de la ONU sobre
Libia. No fueron pocos los análisis serios que apuntaron a que, si se
sobrepasaba la resolución 1973 de la ONU sobre Libia, sencillamente, se
manoseaba la voluntad de las naciones; y efectivamente, se tiró la llave al
mar, pues hoy, en los diferentes cálculos geoestratégicos, es muy difícil que
la ONU pueda buscar una solución negociada en el caso Siria, después de lo
sucedido con Gadafi. Aunque son situaciones distintas, a muchos gobiernos que
confían en la ONU, como un órgano para construir consensos sobre la base de sus
principios, hoy se les dificulta incidir de forma efectiva, a pesar de la
resolución 2071 sobre Mali, que en últimas, lo que hacen es lavarse las manos y
dejarle la puerta abierta a la intervención a la francesa, con careta de la
ONU. Los franceses irán solos, entre otras cosas, porque Mali, como patio
trasero francés, no tiene más dolientes, y ellos lo saben. La implicación de la
CEDAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) no es más que una
presión a muchas de sus excolonias, para que, en caso de que sea necesario, la
sangre intervencionista que se derrame, también sea africana.
5.
Porque, según la experiencia, los resultados anunciados serán adversos.
Los Gobiernos de occidente no tienen autoridad para exigirle temperamento al
vecino Gobierno de Argelia, cuando hace apenas dos décadas lo dejaron
literalmente solo ante el avance del fundamentalismo religioso, y hace apenas
hace unos meses, alentaban la caída de la actual Administración. Se equivocan,
si creen que a Estados como Argelia se les olvidó lo recientemente sucedido con
sus similares de Túnez y Egipto, donde se impone la Sharia y las ya debilitadas
constituciones laicas languidecen. En Mali, ninguna fuerza laica, ni siquiera
los musulmanes seculares, van confiar en incursiones militares sin conseguir
consensos locales previos, pues saben, por experiencia, qué resultados arrojará
guerra ‘humanitaria’. En últimas, a además de garantizar sus negocios, se trata
blindar a Europa y los EE.UU. contra lo que ellos denominan terrorismo, sin
importar la suerte de los pueblos en la periferia.
6. Porque
la política del doble rasero solo genera monstruos. Francia se queja,
argumentando que el resto de la OTAN la ha dejado sola en esta nueva
intervención militar. Quieren, ahora, ignorar la vieja regla colonial sobre el
reparto de África, que se hace en Berlín, París o Londres, en la que, sobre el
terreno, cada uno defiende su patio trasero.
El problema, es que la OTAN tiene muchas guerras
inconclusas, cuyos resultados no se corresponden con los propósitos
justificadores iniciales. En Afganistán, la política del doble rasero -apoyar
fundamentalistas contra el gobierno afgano en la década del 80- fortaleció a
Al-Qaeda en el llamado cercano oriente y en el norte de África y el Talibán,
reorganizado está al acecho para regresar a Kabul; en Irak, la tarea de
deshacerse de su viejo aliado Sadam Hussein condujo a un país fragmentado y
gobernado, por ahora, por las facciones chiítas; Somalia no existe como Estado;
por el contrario, la guerra no acaba y, actualmente, Libia recorre el mismo
camino. ¿Ese será el destino de Mali? ¿Qué hace pensar que esta guerra no
traerá más sufrimientos y miseria para sus pueblos, que no se repetirá la
historia una y otra vez?
Buscar
caminos diferentes
Lo sensato entonces, sería oponerse a las guerras
y trabajar para construir soluciones políticas, y así evitar más
desplazamientos y ataques contra la población civil, bien sea desde la metralla
integrista o desde las bombas de la OTAN. Lo razonable es la cooperación para
sacar a millones de personas de la miseria y la ignorancia, que son los
escenarios propicios donde se alimentan los extremismos de todos los pelambres.
El presidente Hollande, en vez fungir en las calles de la histórica Tombuctú
como un Napoleón de Opereta, podría dar el primer paso indemnizando y dando un
trato digno a los miles y miles de ciudadanos de Mali que son perseguidos y
humillados en las calles de Francia.
No se necesita ser un geógrafo para advertir que
las fronteras de la región fueron trazadas con regla por las potencias
coloniales. En esa dirección, una tarea, en la cual la ONU ha de estar a la
cabeza, es asumir como justa y legitima la lucha del pueblo Tuareg, incluidas
sus organizaciones religiosas, que son ajenas a prácticas fundamentalistas, de
manera que, por medio del diálogo, se puedan reconstruir las fronteras, acorde
con la aspiración y las formas de gobierno y autonomía, según las particularidades
históricas y culturales de ese rico y multicultural continente, con Mali como
caso emblemático. En esta misma dirección hay que apoyar e impulsar la lucha de
los polisarios en el Sahara Occidental ocupado por el régimen de Marruecos, con
la venia de Europa.
Lo contrario es un escenario más complicado, pues
mientras las tropas francesas ocupan los centros urbanos, las otras fuerzas se
han replegado temporalmente, ya que las armas fluyen desde todas las
direcciones: la industria militar de occidente, los regímenes de la península
arábiga y del bazar libio. Desafortunadamente, se repite el caso: la foto del
presidente francés en Tombuctú es para justificar intereses canallas, y esta
agresión posiblemente terminará por desestabilizar el resto de África Occidental.
Lejos de lo que algún día impulsaron dirigentes como el líder independentista
Modibo Keïta (Presidente entre 1960 - 1968), esta injerencia será el retorno de
la parábola hacia el periodo entre 1864 y 1900, cuando los colonialistas
franceses se enfrentaron a los gobiernos musulmanes, que entonces gobernaban
como Califas este mismo territorio. No es, pues, razonable, desde ningún punto
de vista, cohonestar con esta nueva insensatez.
1 Militante de la Coordinación del PCC en Europa
(Colombia). Miembro de la Fundación Walter Benjamín. Miembro de SV (Noruega)
Tynset,
Noruega – 05-02-2013