Por.Horacio Duque. Fuente Anncol.
Crece
el apoyo ciudadano a los diálogos de paz que se realizan en La Habana.
Casi un 70% de la opinión ha expresado, en la más reciente encuesta, su
respaldo al trabajo de la Mesa de conversaciones.
Para los próximos días y semanas están previstas diversas acciones y movilizaciones por la paz.
El 9 de abril, fecha en la que se recuerda el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, se realizaran multitudinarias manifestaciones en Bogotá y otras capitales regionales como Medellín, Cali, Barranquilla, Pereira, y Bucaramanga. Organizaciones agrarias y obreras, con gran capacidad para articular la vida social y política, han planificado la realización de unas reuniones constituyentes municipales con el fin de hacer la deliberación sobre el contenido de los cambios que apalanquen los acuerdos para terminar el conflicto armado. La iglesia católica (una sociedad civil dentro de la sociedad civil) ha proyectado desfiles y actos para la primera semana de pascua con la Virgen de Chiquinquirá, que es la de la paz, para comprometer a sus feligreses con la voluntad general de paz que se percibe en la formación social y su régimen político, que es el que se consagra en la Constitución.
El 9 de abril, fecha en la que se recuerda el magnicidio del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, se realizaran multitudinarias manifestaciones en Bogotá y otras capitales regionales como Medellín, Cali, Barranquilla, Pereira, y Bucaramanga. Organizaciones agrarias y obreras, con gran capacidad para articular la vida social y política, han planificado la realización de unas reuniones constituyentes municipales con el fin de hacer la deliberación sobre el contenido de los cambios que apalanquen los acuerdos para terminar el conflicto armado. La iglesia católica (una sociedad civil dentro de la sociedad civil) ha proyectado desfiles y actos para la primera semana de pascua con la Virgen de Chiquinquirá, que es la de la paz, para comprometer a sus feligreses con la voluntad general de paz que se percibe en la formación social y su régimen político, que es el que se consagra en la Constitución.
El
impulso a la participación de la sociedad en las conversaciones es un
compromiso de las partes pues se considera que “la construcción de la
paz es un asunto de la sociedad en su conjunto que requiere de la
participación de todos, sin distinción”.
Se
trata de un principio central en el cuerpo de la filosofía del Acuerdo
especial de La Habana para la paz, que ha pretendido ser ignorado pero
que es fundamental en las conversaciones y eventuales acuerdos.
Hay que dar forma al sujeto social de la paz, lo que supone un nuevo régimen de ciudadanía y una sociedad civil para la paz.
En
la actual formación social no hay una sola sociedad civil, existe una
pluralidad y diversidad cuya génesis se encuentra en el subsuelo y suelo
político y en el abigarramiento social y regional colombiano con
agrupaciones indígenas, campesinas y afro descendientes con protagonismo
expansivo.
El momento plantea el reto de pensar la sociedad civil para la paz y el sujeto social que la dinamice y potencie.
Así
que resulta conveniente una aproximación analítica a dicha categoría y a
sus implicaciones en el movimiento real de la historia. La sociedad
civil es el verdadero hogar y escenario de toda la historia.
1. Una definición preliminar.
En
su dimensión inicial la sociedad civil (SC) es el mundo de las
organizaciones y asociaciones, pero también de los particularismos
(Hegel) o de la defensa de intereses parciales o sectoriales. No es
inmediatamente política, es decir, capaz de proyectarse más allá de sí
hacia el plano “ético-político”, generar consenso e interés general.
Para que eso sea así se requiere rescatar la política como práctica y
como proyecto de cambio, pues es en la dinámica de la confrontación y
articulación de intereses particulares diversos que la SC se politiza,
es decir, transita desde el mundo “egoísta” al de la “ética política” y
la acción colectiva y comunal. Se construye entonces el interés
colectivo y la fortaleza societal para gestionar el propio destino,
impulsar cambios radicales, proyectarse hacia el futuro con una utopía y
vivirla al mismo tiempo.
En
este ámbito simple la SC es una trama asociativa no estatal, de base
voluntaria compuesta por asociaciones, organizaciones y movimientos, que
se originan de manera más o menos espontánea y dispuestas a hacer
prevalecer sus intereses y reclamos en la esfera de lo público.
Como
quiera que ella es algo más complejo, la construcción de la SC para la
paz implica una reflexión de mayor calado, pues abarca todo el
intercambio material de los individuos en una determinada fase del
desarrollo de las fuerzas productivas.
La SC incluye las relaciones económicas y la conformación de las clases sociales.
2. Una dimensión profunda de la Sociedad Civil.
La
SC es hegemonía cultural y política de un grupo social sobre el
conjunto de la sociedad, como contenido ético del Estado por ser la
esfera de las organizaciones privadas.
La
SC es un universal complejo*, ya que su campo de acción es muy extenso y
su misión por liderar todo el bloque histórico (Gramsci) implica una
adecuación de sus contenidos en relación con las categorías sociales que
cubre.
La SC debería ser considerada bajo tres ejes complementarios que
se retroalimentan e influyen vivamente: a) como ideología de la clase
dirigente, en tanto abarca todas las ramas de la ideología, desde el
arte hasta las ciencias, pasando por la economía, el derecho, etc.; b)
como concepción del mundo difundida entre todas las capas sociales a las
que liga de este modo a la clase dirigente, en tanto se adecua a todos
los grupos; por eso sus diferentes grados cualitativos: filosofía,
religión, sentido común folklore; y c) como dirección ideológica de la
sociedad, se articula en tres niveles esenciales: la ideología
propiamente dicha, la “estructura ideológica” –es decir las
organizaciones que crean y difunden la ideología- y el “material
ideológico”, es decir, los instrumentos técnicos de difusión de la
ideología (sistema educativo, medios masivos de comunicación, redes,
etc.).
3. El ámbito de la Sociedad Civil.
El
ámbito que cubre la SC es muy vasto, es el de la ideología, entendida
esta como una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en
el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las
manifestaciones de la vida intelectual y colectiva. Únicamente las
ideologías orgánicas, esto es ligadas a una clase fundamental, son
esenciales. Acotada en un primer momento al aspecto económico de esa
clase, con la evolución de la hegemonía política, la ideología se
extiende a todo el quehacer del núcleo directivo. Esta crea una o más
capas de intelectuales que se especializa en cada uno de los aspectos de
la ideología de esa agrupación: la economía, las ciencias, el arte.
Independientes en apariencia, las diversas ramas de la ideología no son
más que los diferentes elementos de un mismo universal: la concepción
del mundo de la clase fundamental.
Así
que la ideología recubre todas las actividades de la clase dirigente y
por lo tanto de toda la superestructura: una concepción tan extensiva de
la ideología explica el porqué de su rol esencial en el seno de un
bloque histórico concreto.
4. Los diferentes niveles de la ideología.
La
ideología, visión del mundo de la clase dirigente, debe expandirse por
toda la formación social. No obstante, no dispone de la misma
homogeneidad en todas las escalas: la ideología socializada en las
clases dirigentes es claramente mucho más elaborada que los pedazos
sueltos de ideología que es posible identificar en la cultura popular.
De esa manera es dable distinguir diferentes grados cualitativos que
corresponden a capas sociales determinadas: en la cumbre la concepción
del mundo más elaborada: la filosofía. En el nivel más bajo: el
folklore. Entre estos dos puntos, el “sentido común” y la cultura
religiosa.
La
filosofía es el nivel más sofisticado de la concepción del mundo, la
escala donde más claramente aparecen las características de la ideología
como manifestación cultural de la clase fundamental. Es en calidad de
tal que la filosofía debe poseer el máximo de coherencia: el filósofo
profesional no solo piensa con mayor lógica, con más coherencia, con
mayor espíritu sistemático que los demás hombres, sino que además conoce
toda la historia del pensamiento, es decir, sabe determinar el sentido
del desarrollo que el pensamiento ha tenido hasta él y se halla en
condiciones de retomar los problemas desde el punto en que se hallan,
luego de haber sufrido el máximo de tentativas de solución.
Esa
necesidad de coherencia es aún mayor por cuanto la filosofía es la
referencia de todo el sistema ideológico. El rol de la ideología se
puede definir en iguales términos en que se definen sus creadores, los
grandes intelectuales, piedra angular de la hegemonía: la filosofía es
la piedra angular de la ideología; el problema fundamental de toda
filosofía que se ha traducido en movimiento cultural, en “creencia” es
conservar la cohesión ideológica de todo el bloque social, que
precisamente es cimentado y unificado por esta ideología.
Por su vínculo con la clase dominante, la filosofía influye sobre las normas de vida prácticamente de todas las capas sociales.
En
ese sentido, la historia de la filosofía, como la entiende comúnmente,
esto es, como historia de la filosofía de los filósofos, es la historia
de las iniciativas de una determinada clase de personas para cambiar,
corregir, perfeccionar las concepciones del mundo existentes en cada
época determinada y para cambiar, consiguientemente, las normas de
conducta conformes y relativas a ella; o sea, por modificar la actividad
práctica en su conjunto. Así que filosofía e historia se identifican:
la filosofía de un periodo determinado no es, otra cosa que la historia
de dicha época; no es otra cosa que la masa de las variaciones que el
grupo dirigente ha logrado determinar en la realidad precedente:
historia y filosofía son inseparables, en ese sentido, forman un bloque.
El
papel central de la filosofía en el seno del bloque histórico se
manifiesta por su influencia sobre las concepciones del mundo propagadas
entre las clases auxiliares y subalternas: el sentido común.
Toda
filosofía “histórica”, vale decir orgánica, debe prolongarse por el
sentido común y esto significa que a la vez que elabora un “pensamiento
superior al sentido común y científicamente coherente, todo movimiento
filosófico orgánico debe mantenerse en contacto con las clases
populares, e incluso encontrar en este contacto, la fuente de los
problemas a estudiar y resolver, a fin de dirigir mejor ideológicamente a
las clases subalternas. Sin embargo, la verdadera conexión entre
filosofía “superior” y sentido común está asegurada en realidad por la
política, que establece la unidad ideológica del bloque histórico.
La
prioridad de este vínculo político evidencia la diferencia entre
filosofía y sentido común: mientras que en la filosofía predominan los
caracteres de la elaboración individual del pensamiento, en el sentido
común se trata esencialmente de los caracteres difusos y dispersos de un
pensamiento genérico de cierta época y de cierto ambiente popular. El
sentido común aparece como una amalgama de diversas ideologías
tradicionales y de la ideología de la clase dirigente: el buen sentido.
Pero las ideologías tradicionales, en especial las religiones- cuya
vinculación con el sentido común es aún más estrecha que la existente
entre éste y la filosofía- constituyen los principales elementos. Esta
amalgama que son las religiones no está formada solo por los distintos
aspectos de las religiones contemporáneas, sino también por antiguas
creencias y supersticiones. Lo que explica que no exista un solo sentido
común –baste recordar que no existe una sola religión, ni siquiera en
el seno de una misma iglesia-. Cada capa social posee su propio “sentido
común”, de tal forma que esta concepción del mundo se presenta bajo una
multiplicidad de formas: su rasgo más fundamental y más característico
es el de ser una concepción (incluso en cada individuo) disgregada,
incoherente, incongruente, conforme a la posición social y cultural de
las multitudes, cuya filosofía es. Esta situación explica que sea
autoritariamente, por medio de la política, que pueda llegar a lograrse
una cierta coherencia.
Si
se considera al bloque histórico en su conjunto, el sentido común
aparece como el folklore de la filosofía, situado a mitad de camino
entre la filosofía –de la que toma prestado un núcleo de buen sentido- y
el folklore, que le suministra lo esencial de su sedimentación
ideológica. La primera obligación de todo nuevo núcleo social homogéneo
es, por tanto, definir su propia filosofía y rechazar el sentido común.
En
el nivel más bajo del bloque histórico se sitúa el folklore, que no es
algo pintoresco. El folklore es una “concepción del mundo” a pesar de su
condición primitiva e incoherente. Su incoherencia se explica por el
origen social de esta variedad de ideologías: el folklore es una
concepción del mundo no solo no elaborada y asistemática, ya que el
pueblo (es decir, el conjunto de las clases subalternas e instrumentales
de cada una de las formaciones sociales hasta ahora conocidas) por
definición no puede tener concepciones elaboradas, sistemáticas y
políticamente organizadas y centralizadas aun en su contradictorio
desarrollo, sino también múltiples; no solo en el sentido de diverso y
yuxtapuesto sino también en el sentido estratificado de lo más grosero a
lo menos grosero, si no debe hablarse directamente de un aglomerado
indigesto de fragmentos de todas las concepciones del mundo y de la vida
que se han sucedido en la historia, de la mayor parte de las cuales
solo en el folklore se encuentran, sobrevivientes, documentos mutilados y
contaminados. El folklore es un fenómeno presente y no pasado:
permanentemente el pensamiento y la ciencia proveen al “folklore
moderno” de nuevos elementos. Hay que diferenciar en el folklore una
religión popular -particularmente en los países de religión católica y
ortodoxa- muy diferente a la de los intelectuales y a la jerarquía
eclesiástica, una moral popular formada por el conjunto de máximas para
la conducta práctica y de costumbres.
El
campo ideológico de la sociedad civil se extiende así sobre todas las
estratificaciones sociales de la estructura del bloque histórico. En la
medida en que la ideología abarca todas las actividades de la clase
dominante, la sociedad civil debe disponer de una articulación interna
extremadamente compleja.
5. La estructura ideológica.
Un
aspecto cardinal de la sociedad civil consiste en su articulación
interna, es decir en la organización mediante la cual la clase dirigente
difunde su ideología. Es lo que se conoce como “estructura ideológica”
de la clase dirigente que no es otra cosa que la organización material
destinada a mantener, defender, y desarrollar el frente teórico e
ideológico. En tal estructura están no solamente las organizaciones cuya
función es difundir la ideología, sino también todos los medios de
comunicación social de masas y todos los instrumentos que permiten
influir sobre la opinión de los ciudadanos.
En
el seno de la “estructura ideológica” hay que distinguir las
organizaciones encargadas de la difusión de la ideología de aquellas que
incorporan a su actividad general una “fracción cultural”. Los jueces y
los oficiales del ejército, por ejemplo, forman parte de estas últimas.
Las organizaciones propiamente culturales son: la iglesia, la
organización escolar y las entidades de prensa. La iglesia, después de
haber tenido en el bloque histórico precedente el casi monopolio de la
sociedad civil (la “ideología religiosa”, es decir, la filosofía y la
ciencia de la época, con la escuela, la instrucción, la moral, la
justicia), conserva todavía una parte importante de esta esfera. La
organización escolar, ya sea que este bajo el control del Estado o bien
de organismos privados, e incluso las universidades populares, forman el
segundo conjunto cultural de la sociedad civil, donde volvemos a
encontrar la gradación de la ideología, esta vez bajo el control de la
universidad y la academia (esta última en la medida que ejerce una
función nacional de alta cultura, especialmente como depositaria de la
lengua nacional y por lo tanto de una concepción del mundo). La prensa,
las editoriales, la red constituyen la tercera de las grandes
instituciones de la sociedad civil. Es la más dinámica de la sociedad
civil. Es la institución más dinámica de la sociedad civil a lo que se
debe agregar todo aquello que influye o pueda influir directa o
indirectamente sobre la opinión pública, como las bibliotecas, los
círculos de lectura y clubes.
Esta
“estructura ideológica” difunde ideología a través de diversos medios
de comunicación (material ideológico) cuya eficacia se puede resaltar:
los medios audio visuales como el cine, la televisión, el teatro, la
radio, la red son unos medios de difusión ideológica que tienen mucha
rapidez, un campo de acción y un impacto emocional mucho más basto que
la comunicación escrita, pero no a profundidad, solo superficialmente.
Es
posible apreciar la disposición de los diversos aspectos de la sociedad
civil (campo, gradación, estructura y difusión de la ideología)
observando el caso de la iglesia, que es como una sociedad civil dentro
de la sociedad civil.
6. La iglesia es una sociedad civil.
Aún hoy la iglesia católica y otras expresiones de la religiosidad constituyen una verdadera sociedad civil.
Hay
dos factores que explican la larga duración de la iglesia: su
homogeneidad ideológica y la trascendencia de la estructura ideológica.
La
fuerza de la iglesia reside fundamentalmente en la unidad ideológica
que ha logrado mantener en el seno del bloque social que controla. La
fuerza de las religiones, y especialmente de la iglesia católica, ha
consistido en que ellas sienten enérgicamente la necesidad de la unidad
doctrinaria de toda la masa religiosa y luchan porque los estratos
intelectualmente superiores no se separen de los inferiores. La iglesia
romana ha sido siempre la más tenaz en la lucha por impedir que se
formen “oficialmente” dos religiones: la de los “intelectuales” y la de
los seres más simples. Lo que no significa que no exista de hecho una
diferencia entre las creencias de las distintas capas sociales. Así, es
clara la diferencia entre un catolicismo de los campesinos, un
catolicismo de los pequeños burgueses y de los obreros urbanos, un
catolicismo de las mujeres, un catolicismo de los intelectuales. El
problema radica en conciliar la fe de los intelectuales –análoga a la
filosofía- con la fe de los sencillos –análoga al sentido común- o al
folklore.
La
iglesia mantiene una unidad ideológica “oficial” a través de dos
medios: la política y la evolución ideológica progresiva. Como en toda
ideología, la relación entre diferentes niveles de la religión está
asegurada por la política, en este caso ejerciendo una disciplina de
hierro sobre los intelectuales a fin de que no pasen ciertos límites en
la distinción y no la tornen catastrófica e irreparable. Pero, a fin de
limitar este recurso “político” la iglesia ha optado igualmente a favor
de un movimiento progresista que tiende a dar ciertas satisfacciones a
las exigencias de la ciencia y la filosofía, pero con ritmo tan lento y
metódico que las mutaciones no han sido percibidas por la masa del
pueblo si bien aparecen como revolucionarias y demagógicas ante los
integristas. De esa manera la iglesia logra conservar cierta
homogeneidad de su bloque histórico.
Para
difundir la religión, la iglesia se apoya sobre una organización muy
poderosa: en el centro, el clero, con gran capacidad organizativa, que
se renueva constantemente, especialmente por la creación de nuevas
órdenes religiosas, para canalizar los movimientos de masa durante la
Edad Media y, más tarde, después de la contra reforma, a fin de
conservar las posiciones políticas adquiridas. Esta organización se
prolonga a través de instituciones confiadas a los laicos, con objetivos
políticos o sindicales (partidos demócrata cristianos y sindicatos
católicos) o ideológicos.
La
iglesia también ejerce una influencia determinante gracias a su
material ideológico. La iglesia realiza esfuerzos duraderos para
desarrollar su propia sección de la estructura material de la ideología.
Dicho material ideológico está formado especialmente por la literatura,
la prensa que edita, sus programas de radio, de televisión, en la red y
por la organización escolar y universitaria que la iglesia ha
desarrollado.
7. Construir la sociedad civil para la paz.
En
los términos establecido en esta reflexión, el reto consiste en
construir e impulsar, en la actualidad, una sociedad civil para la paz
con todos sus aspectos primordiales. Por una parte, la ideología
propagada y adaptada a toda la formación social y que no es cosa
distinta a la que se consigna en el preámbulo del Acuerdo general para
la paz que se refiere a la construcción de la paz como un asunto de la
sociedad en su conjunto que requiere de la participación de todos, sin
distinción; el respeto a los DDHH en todos los confines del territorio
nacional es un fin del Estado que debe promoverse; el desarrollo
económico con justicia social y en armonía con el medio ambiente es
garantía de paz y progreso.
El
desarrollo social con equidad y bienestar, incluyendo las grandes
mayorías, permite crecer como país; una Colombia en paz jugará un papel
activo y soberano en la paz y el desarrollo regional y mundial. Es
importante ampliar la democracia como condición para lograr bases
sólidas de la paz.
Y
por la otra, las organizaciones y los canales de difusión de esa
filosofía, especialmente a través de los medios masivos de comunicación,
asunto que está pendiente de su reglamentación por parte de la Mesa de
conversaciones en La Habana.
Esa
sociedad civil debe ser dinamizada por un nuevo sujeto social para la
paz que sea el fruto de un nuevo régimen de ciudadanía con todos los
derechos fundamentales reconocidos efectivamente.
· La
elaboración de este texto de trabajo que es utilizado en seminarios y
talleres sobre el proceso de paz colombiano, sigue la línea analítica
expuesta en los siguientes documentos: Hugues Portelli, Gramsci y el
bloque histórico (1984); Norberto Bobbio, Gramsci y la concepción de la
sociedad civil (1978); Karl Marx, Introducción general a la crítica de
la economía política (1857); Alejandro Pizzorno, Sobre el método de
Gramsci (1972); Arcangelo R. Buzzi, La teoría política de Antonio
Gramsci (1969); Christine Buci-Glucksman, Gramsci y el Estado (1978).