Por: Renán Vega Cantor
José Martí
El
martes 5 de marzo de 2013 quedará en la historia de este continente
como el día en que falleció el comandante Hugo Chávez Frías, presidente
constitucional de Venezuela, un revolucionario a carta cabal de nuestra
América, cuya imagen, ideal, y proyecto ya forman parte de la legendaria
constelación de luchadores antiimperialistas y anticapitalistas de este
lado del planeta.
En esta hora de profundo dolor para
los luchadores del mundo, es necesario recordar el carácter
revolucionario de la vida y obra de este líder de Venezuela, con
independencia de las incertidumbres políticas que el futuro inmediato le
depare a ese país y a toda Latinoamérica, por la temprana desaparición
física de este notable personaje.
Sin pretender ser
exhaustivo en momentos en que la tristeza nubla el pensamiento, basta
mencionar algunos de sus aportes revolucionarios. Para empezar, la
figura y proyecto de Hugo Chávez emergieron cuando el neoliberalismo –es
decir, el capitalismo realmente existente- se pavoneaba orondo por
nuestra América y por el mundo, sin desafíos ni obstáculos a la vista,
enceguecido por las falacias del “fin de la historia” y el “choque de
civilizaciones”, propagadas por el imperialismo estadounidense y sus
súbditos locales. Este neoliberalismo venía acompañado de la retórica de
la globalización, como una supuesta realidad irreversible ante la que
nada se podía hacer y a la que debían someterse los países, lo que
significaba en la práctica aceptar el dominio de las Empresas
Transnacionales y soportar como algo normal el saqueo de los recursos
naturales.
Eran los momentos de borrachera, euforia y
esplendor del “nuevo orden mundial”, que había sido proclamado por
George Bush padre luego de la Primera Guerra del Golfo (1990-1991) y la
disolución de la Unión Soviética (1991) y que había conducido en Estados
Unidos al apogeo de la “nueva economía” durante el gobierno de Bill
Clinton (1993-2001), y a suponer que esa efímera prosperidad
especulativa, basada en la burbuja punto.com, iba a ser eterna.
Pues
bien, para el imperialismo esa borrachera se convirtió en una amarga
resaca cuando en Venezuela se empezaron a producir notables cambios a
partir de 1998, año en el que Hugo Chávez ganó las elecciones y convocó a
una Asamblea Constituyente que puso fin al dominio bipartidista del
punto fijismo y cuestionó el modelo neoliberal que había hundido en la
miseria a la mayor parte de los venezolanos. El primer aporte
revolucionario de Hugo Chávez estriba, entonces, en haber nadado contra
la corriente, en instantes en que nadie se atrevía a hacerlo, y todos
aceptaban como evidente al fundamentalismo de mercado, la globalización y
el Consenso de Washington. Cuestionar el neoliberalismo y embarcarse en
un proyecto diferente, visto en perspectiva histórica, se convirtió en
un hecho revolucionario porque rompió aguas en medio de la aceptación
sumisa del orden existente. Eso supuso en la práctica que desde
Venezuela se impulsaran propuestas encaminadas, por ejemplo, a rediseñar
a la Organización de Países Exportadores del Petróleo (OPEP), lo que
conllevó la recuperación del precio del crudo para los países
petroleros, algo que hasta ese momento se consideraba como herético,
porque supuestamente los precios de las materias primas no podrían subir
porque así lo determinada el “mercado”.
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En segundo lugar, y acompañando a lo anterior, el discurso y la práctica de Hugo Chávez asumieron una postura antiimperialista, porque rápidamente se evidenció que Estados Unidos – en concordancia con su vocación histórica de considerar a nuestro continente como su “patio trasero”- no tolera ninguna política nacionalista, soberana e independiente y está dispuesto a hacer todo lo que sea para liquidar a los líderes y gobiernos que se atrevan a cuestionar su hegemonía. Y, efectivamente, en la medida en que el proyecto bolivariano en Venezuela planteaba una recuperación de la soberanía nacional y energética y proponía políticas redistributivas de tipo interno, inmediatamente los intereses coaligados de las clases dominantes locales y los de Estados Unidos entraron a operar para impedir la consolidación de ese proyecto, como se ha evidenciado durante estos 15 años, pero cuyos hechos más evidentes fueron el fallido golpe de Estado de 2002 y el paro petrolero de PDVSA entre finales del mismo año y comienzos del 2003.
En segundo lugar, y acompañando a lo anterior, el discurso y la práctica de Hugo Chávez asumieron una postura antiimperialista, porque rápidamente se evidenció que Estados Unidos – en concordancia con su vocación histórica de considerar a nuestro continente como su “patio trasero”- no tolera ninguna política nacionalista, soberana e independiente y está dispuesto a hacer todo lo que sea para liquidar a los líderes y gobiernos que se atrevan a cuestionar su hegemonía. Y, efectivamente, en la medida en que el proyecto bolivariano en Venezuela planteaba una recuperación de la soberanía nacional y energética y proponía políticas redistributivas de tipo interno, inmediatamente los intereses coaligados de las clases dominantes locales y los de Estados Unidos entraron a operar para impedir la consolidación de ese proyecto, como se ha evidenciado durante estos 15 años, pero cuyos hechos más evidentes fueron el fallido golpe de Estado de 2002 y el paro petrolero de PDVSA entre finales del mismo año y comienzos del 2003.
El antiimperialismo de Chávez se
manifestó en los más diversos escenarios, en donde, a diferencia de
todos los cipayos proestadounidenses (como los de la Unión Europea o de
América Latina), habló claro y llamó al pan, pan y al vino, vino. Fue de
los pocos que en mundo se atrevió a criticar los crímenes imperialistas
en Irak y Afganistán, así como las acciones genocidas de Israel contra
los palestinos o contra el Líbano, un hecho notable en medio de la
aceptación de esos crímenes por parte de la mayor parte de los gobiernos
de Latinoamérica. Pero lo más significativo, en cuanto a logros, de
esta lucha antiimperialista se manifestó en el entierro del proyecto
imperial del ALCA, que feneció en el 2004 en las tierras de Argentina, y
que no pudo ser impuesto al continente en la forma original cómo había
sido concebido por los Estados Unidos, que buscaba tener un mercado
abierto y a su disposición para sus inversiones, que cubriera desde el
norte de México hasta la Patagonia. El hundimiento del ALCA está
directamente relacionado con la decisiva actuación de Hugo Chávez, quien
se encargó no sólo de denunciarlo, sino en proponer otras formas de
integración para el continente.
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Justamente, este es un tercer aporte revolucionario de Hugo Chávez, porque recuperó el legado integracionista de Simón Bolívar, José Martí, José Artigas, César Augusto Sandino y otros luchadores de nuestra América. Esos proyectos de integración, que antes eran simples ideas, han empezado a convertirse en realidad (como el ALBA y MERCOSUR), gracias a la decisiva participación del gobierno bolivariano de Venezuela y a su propósito de buscar otros caminos diferentes a la falsa integración neoliberal hegemonizada por los Estados Unidos. Por supuesto, esto se basó en la actualización del ideal bolivariano de una patria grande, en la cual los pueblos se ayuden mutuamente, algo que Chávez hizo efectivo con el establecimiento de mecanismos comerciales solidarios, como los que efectuó con Cuba y con otros países del Caribe. Se podrá decir que esa integración está en pañales y que no ha avanzado tanto como debía, pero ese hecho cierto no puede ignorar que en el continente latinoamericano se volvió a hablar de un tema tabú para las clases dominantes de cada país, como es el de la integración más allá de los Estados Unidos y sin los Estados Unidos.
Justamente, este es un tercer aporte revolucionario de Hugo Chávez, porque recuperó el legado integracionista de Simón Bolívar, José Martí, José Artigas, César Augusto Sandino y otros luchadores de nuestra América. Esos proyectos de integración, que antes eran simples ideas, han empezado a convertirse en realidad (como el ALBA y MERCOSUR), gracias a la decisiva participación del gobierno bolivariano de Venezuela y a su propósito de buscar otros caminos diferentes a la falsa integración neoliberal hegemonizada por los Estados Unidos. Por supuesto, esto se basó en la actualización del ideal bolivariano de una patria grande, en la cual los pueblos se ayuden mutuamente, algo que Chávez hizo efectivo con el establecimiento de mecanismos comerciales solidarios, como los que efectuó con Cuba y con otros países del Caribe. Se podrá decir que esa integración está en pañales y que no ha avanzado tanto como debía, pero ese hecho cierto no puede ignorar que en el continente latinoamericano se volvió a hablar de un tema tabú para las clases dominantes de cada país, como es el de la integración más allá de los Estados Unidos y sin los Estados Unidos.
4
En cuarto lugar, Chávez volvió a poner sobre el tapete de discusión y reflexión el horizonte del socialismo, porque se atrevió a plantear, contra las corrientes dominantes incluso en el seno de una izquierda timorata y plegada al capitalismo, que era necesario construir otra tipo de sociedad, diferente a la hoy imperante a nivel mundial. A ese proyecto él lo denominó el “socialismo del siglo XXI”, con lo cual rescató una palabra que había sido olvidada en el mundo tras el colapso de la URSS a comienzos de la década de 1990 y cuando se pensaba que ese asunto había desaparecido de cualquier agenda política, ante lo que se consideraba como un irreversible triunfo del capitalismo.
En cuarto lugar, Chávez volvió a poner sobre el tapete de discusión y reflexión el horizonte del socialismo, porque se atrevió a plantear, contra las corrientes dominantes incluso en el seno de una izquierda timorata y plegada al capitalismo, que era necesario construir otra tipo de sociedad, diferente a la hoy imperante a nivel mundial. A ese proyecto él lo denominó el “socialismo del siglo XXI”, con lo cual rescató una palabra que había sido olvidada en el mundo tras el colapso de la URSS a comienzos de la década de 1990 y cuando se pensaba que ese asunto había desaparecido de cualquier agenda política, ante lo que se consideraba como un irreversible triunfo del capitalismo.
Aunque se
aduzca que ni en Venezuela ni en otros países de la región se ha
avanzado en la construcción de tal socialismo, no puede desconocerse la
importancia de volver a preguntarse, cómo lo hizo el fallecido
presidente venezolano, si el capitalismo es eterno, e inmodificable y si
las luchas que contra él se emprendan no pueden bosquejar otro tipo de
sociedad. Esto hace parte del abc de cualquier programa revolucionario
anticapitalista desde el siglo XIX, que se creía sepultado, pero que en
Venezuela fue recuperado y nuevamente aparece en el imaginario de
importantes luchadores y pensadores anticapitalistas de América y el
mundo. A raíz de esta recuperación conceptual de tipo político, sectores
de la izquierda volvieron a hablar en voz alta y sin temores de la
necesidad de construir otro orden, que vaya más allá del capitalismo,
que aprenda de las experiencias negativas del siglo XX, sin abjurar del
carácter igualitario y democrático de un proyecto anticapitalista.
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En quinto lugar, socialismo quiere decir en sentido profundo luchar por la igualdad –que no es sinónimo de homogenización y erradicación de las diferencias-, una palabra que casi había desaparecido de la conceptualización política e incluso del léxico corriente, y que fue sustituida por un vocablo que ha sido intoxicado por el neoliberalismo –vía Banco Mundial- como es el de equidad. Este término, en esta lógica mercantil, no tiene nada que ver con la igualdad, sino que es el reconocimiento de las desigualdades como algo natural, a nombre de lo cual se afirma que se deben proporcionar iguales oportunidades en la competencia –entre un gerente de una multinacional y un trabajador asalariado, por señalar un caso, para que ambos compitan en las mismas condiciones por ocupar un lugar en la clase ejecutiva de un avión transcontinental. Como encarnación de un proyecto socialista, Chávez enfrentó la desigualdad en Venezuela, con resultados positivos en cuanto a la disminución de la pobreza en ese país, por haber permitido el acceso a la educación, a la salud, a la recreación y a la cultura a importantes sectores de la población, antes excluidos de todos esos derechos.
En quinto lugar, socialismo quiere decir en sentido profundo luchar por la igualdad –que no es sinónimo de homogenización y erradicación de las diferencias-, una palabra que casi había desaparecido de la conceptualización política e incluso del léxico corriente, y que fue sustituida por un vocablo que ha sido intoxicado por el neoliberalismo –vía Banco Mundial- como es el de equidad. Este término, en esta lógica mercantil, no tiene nada que ver con la igualdad, sino que es el reconocimiento de las desigualdades como algo natural, a nombre de lo cual se afirma que se deben proporcionar iguales oportunidades en la competencia –entre un gerente de una multinacional y un trabajador asalariado, por señalar un caso, para que ambos compitan en las mismas condiciones por ocupar un lugar en la clase ejecutiva de un avión transcontinental. Como encarnación de un proyecto socialista, Chávez enfrentó la desigualdad en Venezuela, con resultados positivos en cuanto a la disminución de la pobreza en ese país, por haber permitido el acceso a la educación, a la salud, a la recreación y a la cultura a importantes sectores de la población, antes excluidos de todos esos derechos.
Con sus políticas redistributivas, Chávez volvió a
evidenciar la importancia del Estado como un actor fundamental de la
sociedad, lo que llevó a impulsar el gasto público en dirección de las
mayorías sociales, en momentos en que, los países europeos, en donde
tanto se presumía de haber construido sociedades de bienestar más o
menos igualitarias, asumen a fondo el proyecto neoliberal y aumentan las
desigualdades, al tiempo que privatizan la salud y la educación.
La
lucha por la igualdad ha llevado a que en Venezuela importantes
sectores de la población, hasta no hace mucho tiempo subyugados por su
condición de clase y de “raza”, hayan adquirido conciencia de sus
derechos, de su fuerza colectiva y de su poder de decisión, ya que
fueron los soportes esenciales de los 14 triunfos electorales de Hugo
Chávez, y quienes impidieron que se consolidara el golpe de Estado de
abril del 2002. De ahí el gran carisma y ascendiente de Chávez entre
esos sectores ninguneados y olvidados por el capitalismo periférico
venezolano, que en los últimos años –desde el caracazo de 1989- han
emergido como el sujeto social más importante de la historia
contemporánea de ese país. Y de ahí también el odio visceral que contra
ellos manifiestan las clases dominantes y las clases medias de Venezuela
y del resto del mundo, porque finalmente lo que no se acepta y se
desprecia es que los pobres, los zambos, los afros, los indígenas, las
mujeres pobres tengan derechos y se proclamen como iguales a los
“blancos” proimperialistas.
Este mismo hecho explica esa gran
oleada internacional de racismo desplegada contra el comandante Hugo
Chávez en la autodenominada “prensa libre” del mundo, en la que se
incluyen la radio, la televisión y los medios impresos, que en los
últimos 15 años han batido todos los records de sevicia desinformativa,
de mentiras y embustes, cuando de hablar de Venezuela y de su presidente
se trata. Esta campaña forma parte ya de la historia universal de la
infamia, en la que sicarios y criminales, con micrófono y con procesador
de palabras, han recurrido a todas las mentiras para enlodar la vida de
Chávez y para calificarlo como “dictador”, “tirano” y otros epítetos
entre los que aparecen denominaciones racistas, que no vamos a recordar
acá por su bajeza moral.
6
Hugo Chávez fue un personaje notable en la política venezolana y latinoamericana por su carisma, su influjo popular, su capacidad discursiva, su vivacidad, su ingenio, su inventiva, sus dotes histriónicas, pero, sobre todo, por actuar como un educador y pedagogo práctico. Este es otro de sus aportes revolucionarios, que ya se evidencio desde cuando participó en un fallido golpe de Estado contra el régimen neoliberal de Carlos Andrés Pérez en 1992, porque las palabras pronunciadas en el momento de rendirse tuvieron gran impacto en la población, y lo dieron a conocer ante Venezuela y el mundo. De ese momento en adelante, las miles de reuniones, asambleas, charlas y conferencias en las que participó se convirtieron en eventos de tipo educativo, que le confirieron un carácter revolucionario a su acción y a su palabra, esto es, fueron dardos contundentes contra las evidencias establecidas como verdades incuestionables sobre el capitalismo, el neoliberalismo y la globalización.
Hugo Chávez fue un personaje notable en la política venezolana y latinoamericana por su carisma, su influjo popular, su capacidad discursiva, su vivacidad, su ingenio, su inventiva, sus dotes histriónicas, pero, sobre todo, por actuar como un educador y pedagogo práctico. Este es otro de sus aportes revolucionarios, que ya se evidencio desde cuando participó en un fallido golpe de Estado contra el régimen neoliberal de Carlos Andrés Pérez en 1992, porque las palabras pronunciadas en el momento de rendirse tuvieron gran impacto en la población, y lo dieron a conocer ante Venezuela y el mundo. De ese momento en adelante, las miles de reuniones, asambleas, charlas y conferencias en las que participó se convirtieron en eventos de tipo educativo, que le confirieron un carácter revolucionario a su acción y a su palabra, esto es, fueron dardos contundentes contra las evidencias establecidas como verdades incuestionables sobre el capitalismo, el neoliberalismo y la globalización.
Para entender este asunto, es bueno recordar que los políticos contemporáneos se desempeñan cual si fueran muñecos amaestrados, como los presentadores de televisión, que se limitan a repetir siempre el mismo discurso, frío, aburrido, sin alma y sin vida, sin abandonar el guion preestablecido y entonando siempre su insoportable jerga neoliberal. Chávez rompió con todo eso al emplear un lenguaje simple, descomplicado, directo, sin usar eufemismos y atreviéndose a llamar a los criminales por su nombre (como hizo con Georges Bush en la ONU o con un ex presidente colombiano al que calificó, como lo que es, de mafioso), porque se basaba en la máxima atribuida a José Gervasio Artigas, y que le gustaba citar, “con la verdad ni ofendo ni temo”.
Pero hay otro aporte
revolucionario de Hugo Chávez en sus alocuciones y conferencias, la
reivindicación de la lectura. Esto es importante recordarlo en un
momento en que nadie lee nada, empezando por los presidentes y
funcionarios gubernamentales – o acaso alguien con dos dedos de frente
cree seriamente que alguna vez han leído un libro personajes tan
“cultos” como Carlos Menen, Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos, José
María Aznar, Juan Carlos de Borbón, George Bush o Mariano Rajoy-. En
las charlas y encuentros que realizaba Chávez solía citar y aludir a
autores diversos de la tradición socialista y revolucionaria de nuestra
América y el mundo, y valga recordar sus menciones a Eduardo Galeano,
Itsván Mészaros, León Trostky, Noam Chomsky, entre algunos. Y al mismo
tiempo que en sus charlas mencionaba libros y autores también anunciaba
la necesidad de difundirlos, cosa que efectivamente se hizo porque en
Venezuela se han editado millones de ejemplares a bajos precios de
clásicos del pensamiento revolucionario universal.
7
Sin agotar el asunto en esta nota, tales son algunos de los principales aportes revolucionarios de Hugo Chávez, cuya figura y realizaciones ya forman parte de la historia del continente y, sobre todo, de la historia de los olvidados y de los vencidos. Chávez, como lo proclamaba sabiamente José Martí, fue un hombre de su tiempo y de todos los tiempos, porque supo encarnar en el momento adecuado un proyecto antineoliberal y antiimperialista para enfrentar lo que se concebía como inatacable en su país y en continente. Él supo entender las necesidades más sentidas del pueblo venezolano, empobrecido y humillado por el capitalismo neoliberal, y en ese esfuerzo por afrontar la miseria que ese sistema genera ha hecho aportes reales al ideario anticapitalista del mundo. Como alguna vez lo dijo Jorge Plejanov al analizar el papel del individuo en la historia: "Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época". Y eso se aplica a cabalidad al caso de Chávez, que ha servido a las necesidades sociales no sólo del pueblo venezolano sino de los pueblos de todo el continente.
Sin agotar el asunto en esta nota, tales son algunos de los principales aportes revolucionarios de Hugo Chávez, cuya figura y realizaciones ya forman parte de la historia del continente y, sobre todo, de la historia de los olvidados y de los vencidos. Chávez, como lo proclamaba sabiamente José Martí, fue un hombre de su tiempo y de todos los tiempos, porque supo encarnar en el momento adecuado un proyecto antineoliberal y antiimperialista para enfrentar lo que se concebía como inatacable en su país y en continente. Él supo entender las necesidades más sentidas del pueblo venezolano, empobrecido y humillado por el capitalismo neoliberal, y en ese esfuerzo por afrontar la miseria que ese sistema genera ha hecho aportes reales al ideario anticapitalista del mundo. Como alguna vez lo dijo Jorge Plejanov al analizar el papel del individuo en la historia: "Un gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales impriman una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le convierten en el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época". Y eso se aplica a cabalidad al caso de Chávez, que ha servido a las necesidades sociales no sólo del pueblo venezolano sino de los pueblos de todo el continente.
Por
supuesto, Chávez fue, como todos nosotros, un ser humano de carne y
hueso, con sus propias contradicciones y limitaciones, tanto en sus
formulaciones como en sus realizaciones prácticas. Es elemental que los
revolucionarios son seres humanos y no dioses, en razón de lo cual
aciertan y se equivocan, pero justamente son revolucionarios, porque
mayores son sus aciertos que sus errores, porque están convencidos de la
importancia de luchar contra el orden establecido a cambio de lo cual
lo dan todo, hasta la vida misma, y porque con su lucha dejan un
destello de ejemplo y dignidad, que los engrandece ante sus
contemporáneos y sirve de legado a otras generaciones. Chávez ha sido un
formidable revolucionario –un vocablo que no tiene nada que ver con las
capillas de iluminados de todas las sectas de izquierda- que ha hecho
más aportes reales a la lucha por otra sociedad que cientos de
doctrinarios puristas, que tanto hoy como ayer lo han calificado como
“populista”, “caudillo” o cosas por el estilo.
Y su carácter
de revolucionario queda evidenciado en estos momentos si nos fijamos en
quienes lo lloran y quienes se alegran por su muerte. Lo lloran los
pobres de su país y muchos pobres de otros lugares del mundo. Lo lloran
quienes entienden lo que significa la pérdida de un valioso líder de la
izquierda internacional. Lo lloran los que en Venezuela y otros países
han sentido lo que significa la solidaridad, en instantes en que se ha
impuesto como si fuera parte de la naturaleza humana el egoísmo e
individualismo neoliberal. Estos son los que nos importan, mientras las
bestias carroñeras de la muerte (encabezados por el Partido Republicano
de los Estados Unidos) se relamen de felicidad por la muerte de un
peligroso enemigo, como lo expresan sin aspavientos a través de sus
pornográficos medios de incomunicación, llámense El País, Clarín, El
Tiempo, CNN, Caracol, RCN o como sea.
Chávez ya es un
patrimonio de los revolucionarios del mundo y su nombre permanecerá en
la memoria no solamente del pueblo venezolano sino de los pueblos de
nuestra América y esto debe enorgullecer a los revolucionarios, por
dolorosa y dura que sea su partida, y por los difíciles e inciertas que
sean las luchas que se avecinan. Mientras tanto, todos sus detractores y
sus enemigos del capitalismo y del imperialismo, entre esos muchos
pigmeos morales e insignificantes individuos que se desempeñan como
presidentes de muchos países –representantes incondicionales de los
explotadores y de las clases dominantes- no quedaran siquiera en el
basurero de la historia y más rápido de lo previsto serán olvidados.
Porque
como dijo con intensidad César Vallejo en su vibrante poema Masa, que
parafraseamos: “No mueras comandante, te queremos tanto”, y cuyo bello
texto es una alegoría de la manera como la memoria del revolucionario
Hugo Chávez permanecerá en nuestra América:
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporase lentamente
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporase lentamente
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
(*) Renán Vega Cantor es historiador. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá, Colombia. Autor y compilador de los libros Marx y el siglo XXI (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 1998-1999; Gente muy Rebelde, (4 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; Neoliberalismo: mito y realidad; El Caos Planetario, Ediciones Herramienta, 1999; entre otros. Premio Libertador, Venezuela, 2008.
Fuente Rebelión