Respuesta a José Jaime Uscátegui.
Empiezo por lo más importante: creo absolutamente
en la necesidad de un acuerdo nacional y generacional por la paz, y estoy
dispuesto a trabajar por él.
El presupuesto para eso es el reconocimiento de la
diferencia. Pero no sólo como una verificación, sino como parte de la respuesta
acerca la clase de acuerdo generacional que podemos construir y convocar.
Que mi padre haya sido considerado un
narcoterrorista y el suyo un despojador neoliberal, es lo que determina la
diferencia del trato que les ha dado el Estado a cada uno de sus lugares políticos;
la distancia entre la muerte o la prisión. Por eso mismo, mi lucha ha sido
contra concepciones como las suyas, que justifican un trato como rebeldes
contra el Estado para los líderes de la oposición política. También, contra las
que deslegitiman el cambio social proponiéndolo como el enemigo de la
institucionalidad, como si desear ese cambio no significara, en realidad, la
lucha más justa por la construcción de un Estado democrático.
Pero la diferencia entre nosotros, que parece
obvia, no es el problema que nos impide una suma de esfuerzos, sino el núcleo
de la respuesta que tenemos que dar como parte de una misma generación, aunque
con historias que se ubican en costas diferentes.
Lo que le hace falta a la paz de Colombia es esa
verdad sobre la que empezamos a dialogar usted y yo, pero sobre todo, el
espacio para construirla seria y democráticamente. Usted propone que apuntemos
hacia el régimen, y yo le planteo que asumamos la falta de verdad sobre las
responsabilidades en los hechos que atraviesan nuestras historias como la
oportunidad que tenemos entre manos. Sea lo que sea ese régimen, tiene personas
de carne y hueso que lo agencian, que hoy actúan de manera determinante en el
sabotaje al proceso de paz de la Habana amenazando el derecho de toda la
sociedad a la verdad, incluyendo lo que debe saberse sobre el papel de los
militares en el conflicto. Y sea lo que sea ese régimen, se traduce en el
sufrimiento de pueblos y comunidades que nos trascienden.
En esos términos, le propongo unas iniciativas para
comenzar a llenar de contenido el acuerdo. La primera, es que lo invito a
marchar el próximo 9 de abril, porque la paz depende de la movilización
social. La segunda, es que lo invito a
que dirijamos una carta pública al Presidente de la República, solicitándole
que se mantengan los diálogos de la Habana. La firma de parte de un grupo de
hijos de militares de esa carta, sería un gesto histórico. Por último, lo
invito a que promovamos foros por una comisión de la verdad en Colombia que
recorra el país.
A este diálogo generacional por la paz tenemos que
convocar a los hijos e hijas de los insurgentes también, cuya expresión parece
imposible en Colombia. A los exiliados,
a los miles de jóvenes que quieren el espacio libre para la política.
Con todos ellos, y yo me comprometo a afirmar mi vida para que no haya ninguna
historia que invalide los argumentos, podemos comprometernos para erradicar la
violencia como instrumento político. Pero sobre todo, podemos darle un sentido
a nuestra experiencia para que se concrete una reconciliación, desde la
democracia.
Estaré atento a su respuesta.
José Antequera Guzmán.