domingo, 17 de marzo de 2013

MEMORIA TELEVISIVA.Viernes 15 Marzo 2013

 Por: Yezid Arteta Dávila

Vámonos por el desecho compa para llegar más rápido. Esta frase la escuché infinidad de veces en los tiempos en que recorría la geografía de Colombia por meras trochas. El campesino desea llegar pronto mientras que el guerrillero piensa alcanzar el mismo sitio pero con la seguridad de que no caerá en una celada. Antes todos los caminos llegaban a Roma. Ahora no. Es más, la mayoría de caminos ni siquiera comunican con Roma. Que lo diga Argentina desde que las volutas de humo blanco salieron por la chimenea. Un camino apetitosamente idílico nos puede llevar a una trampa mortal. 
Vámonos por el desecho compa para llegar más rápido. Esta frase la escuché infinidad de veces en los tiempos en que recorría la geografía de Colombia por meras trochas. El campesino desea llegar pronto mientras que el guerrillero piensa alcanzar el mismo sitio pero con la seguridad de que no caerá en una celada. Antes todos los caminos llegaban a Roma. Ahora no. Es más, la mayoría de caminos ni siquiera comunican con Roma. Que lo diga Argentina desde que las volutas de humo blanco salieron por la chimenea. Un camino apetitosamente idílico nos puede llevar a una trampa mortal.



Hacer la memoria de una república en armas no es una empresa fácil. Son millares los muertos, los desaparecidos y los que se esconden. Hay dos formas de hacer la memoria. Se puede ir por un atajo o se puede ir por un largo camino y con los ojos bien abiertos. En Colombia la memoria la están formando los guionistas de telenovelas y los canales de televisión privada son, hoy por hoy, los más avezados historiadores. El patrón del mal, la exitosa serie trasmitida por Caracol Televisión ha sido la herramienta pedagógica más eficaz para que muchísima gente colombiana que, aún no tenían uso de razón durante los años ochenta y noventa, se entere sobre los sucesos que convulsionaron la vida cotidiana en las grandes urbes del país. Estudiantes que odian la asignatura de Historia de Colombia y algunas veces a sus profes de Historia fueron cautivados por Pablo y sus criaturas.


Otro tanto va sucediendo con Tres Caínes que trasmite RCN Televisión. Los profes de Historia van 


 pasando a la Historia y sus sucedáneos son chicos y chicas que pertenecen al universo de la pantalla y las luces. A través de las imágenes los creativos del mundo del espectáculo les van mostrando a sus fieles seguidores la manera cómo un fulano va despedazando a sus enemigos sin perder su encantadora sonrisa. El asesinato como una de las bellas artes, como diría un viejo comedor de opio. Juan Diego Restrepo, profesor universitario, escribió hace pocos días en Semana.com. una reflexión sobre los Tres Caínes, que vale la pena leer. Si la academia no se pellizca se puede volver un mueble viejo que sólo interesa a esa suerte de personas que gustan de recorrer anticuarios y mercadillos callejeros en busca de un candelabro para decorar el apartamento.


La televisión privada es un negocio y sería una ingenuidad pedirles que no ganen dinero. Un guionista cuenta con plena libertad para contar las historias que quiera y como le venga en gana. El libretista tiene licencia creativa para construir los diálogos de acuerdo a su gusto. Les pagan para llenar los bolsillos de los empresarios privados y por tanto no tienen ninguna obligación moral con nadie salvo con sus patrones. La memoria es lo de menos y el rating es lo más. Tienen que irse por el atajo para llegar más rápido hasta los televidentes.


Hasta ahora la única memoria relacionada con el conflicto colombiano es la que la gente está viendo por televisión. Pero los que no somos guionistas no nos interesa tomar por el atajo. Nos importa una ruta diferente. Puede ser larga y dispendiosa pero más creíble y honesta. Una memoria de gallina que solo dura segundos no nos interesa. Queremos dotarnos de una memoria de elefante que dure para toda la vida. Una reconstrucción de la memoria que permita observar el pasado con más claridad y sirva para que las nuevas generaciones ajenas a la violencia puedan, a partir de lo narrado, cimentar unos valores distintos a la intolerancia y el odio.


La memoria hay hacerla a partir de los testimonios orales. Cotejando lo que dijo uno y lo que dice el otro. Desclasificando documentos que, si no han sido destruidos, deben reposar en los archivos estatales. Descubrir qué organismos del Estado se vieron involucrados en crímenes contra los opositores. Examinando los anaqueles de los tribunales hasta encontrar el tamaño de las arbitrariedades sucedidas durante la llamada Justicia sin Rostro. Esto y mucho más. Recuperar la memoria no es un trabajo de libretistas sino de gente especializada y limpia que necesitará de años y paciencia para obtener unos mínimos que hagan más fácil la reconciliación. Menuda tarea la que se viene luego de la terminación del conflicto. Hay que seguir hacia delante pero siempre mirando hacia atrás.