En su orilla tal vez me definen como integrante de
una élite que ha utilizado “el exterminio y el despojo” para concentrar poder y
riqueza en función del modelo neoliberal. Puedo sospechar que, en mi orilla, no
faltará quien lo tilde a usted de simpatizante del “narcoterrorismo” que
asesina y se lucra en nombre del comunismo internacional. Claramente le digo
que estos calificativos no los acepto, ni los comparto, y me sumo al llamado
que alguna vez usted pronunció en el sentido de que queremos hacer política con
nuestras banderas sin ser estigmatizados.
Pero se preguntará ¿por qué le escribo esta carta?
Y mi respuesta es la siguiente: en este momento el dialogo abierto que podemos
propiciar los dos, como lo hemos hecho en el pasado, cobra enorme relevancia.
En La Habana – Cuba – el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) están sentados negociando un acuerdo para
por poner fin al conflicto, con la aspiración de lograr su firma antes de
finalizar el presente año.
Todos sabemos que la paz y la reconciliación en
Colombia no se logran con firmas, ni acuerdos particulares. Necesitamos un gran
acuerdo nacional, y en particular uno de tipo generacional, en el que se
erradique, de una vez por todas, la violencia como instrumento político. José,
lo invito a trabajar unidos por este acuerdo.
Por mi parte, le pido que actuemos bajo un
supuesto fundamental: el Estado no es el enemigo. Retomando las palabras de
Álvaro Gómez Hurtado, un mártir de mi orilla, el enemigo es “el régimen”,
definido éste como una “mezcla de intereses políticos, privados y a veces
criminales, que conviven y explotan al Estado y sus ciudadanos” (tomado del
libro ¿Por qué lo mataron?). Si usted me permite afirmarlo categóricamente, y
discúlpeme por tantas veces atribuirme su opinión, fue el régimen el que
asesinó a Álvaro Gómez y a José Antequera, entre muchos otros; fue el régimen
el que masacró a los pobladores de Mapiripán en 1997; fue el régimen el que
condenó a mi padre, el General Uscategui, por un delito que no cometió; y es el
régimen el que, a la sombra, continúa gobernando a Colombia.
Su causa de vida ha sido la memoria, la mía la
justicia. Estoy seguro que SIN OLVIDO y CON JUSTICIA podemos aportar a la PAZ.
Esa misma paz por la cual su padre luchó incansablemente y que llegó la hora de
materializar.
/
José Uscátegui