Por: Diócesis de Garzón
El Obispo de Garzón, pastor del pueblo de Dios que
le ha sido confiado, comprometido con el auténtico desarrollo humano y
consciente del enorme aporte que la caficultura ha dado a esta región y al
país, ha estado atento a las situaciones que se presentan a raíz de la crisis
económica que viven los cafeteros que ha generado graves problemas sociales y
de su decisión de convocar un paro.
Después de:
- escuchar a miembros del gremio cafetero de total
confianza y equilibrio en su manera de pensar,
- ver el sufrimiento de los campesinos cafeteros
de la región,
- haber pedido a algunos de mis colaboradores más
directos y dilectos: los sacerdotes, que acompañen y estén cerca a los
campesinos en paro.
- conocer que es un derecho amparado por la
Constitución: la protesta pacífica para manifestar la inconformidad y pedir
soluciones a los problemas.
Solicité expresamente a mis hermanos sacerdotes
para que exhorten a los campesinos en paro a reivindicar sus legítimos derechos
sin acudir a actitudes violentas. Los sacerdotes han colaborado con estos
hermanos nuestros en la recolección y suministro de alimentación, y en la
medida de lo posible han buscado prestarles los servicios necesarios. El
contacto con ellos me ha permitido tener un conocimiento cercano de la
situación tan compleja que se está viviendo.
Ante el rumbo que han tomado los acontecimientos,
me veo en la obligación de hacer la siguiente declaración.
1.- La Iglesia Particular de Garzón, consciente
del deterioro económico progresivo que están viviendo los campesinos que tienen
el café, como ingreso fundamental para vivir, ha creído conveniente acompañar a
estos hermanos nuestros en este justo derecho de manifestar de manera pacífica
su inconformismo y desacuerdo.
2.- Invito tanto a las autoridades como a los
dirigentes del paro para que se sienten a dialogar, sin poner condiciones. La
situación es grave y podría traer consecuencias funestas para el país. No creo
que el problema se resuelva con la represión. Pido no encerrarse de manera
absoluta, en los propios puntos de vista. Dialogar significa estar dispuesto a
ceder, pero no es posible ceder de un solo lado y sobre todo esgrimir el
argumento de autoridad para cerrarse en las posiciones.
3.- Rechazo todas las intervenciones violentas
vengan de donde vengan. Como Iglesia no apoyo, ni acepto que mis hermanos
sacerdotes estén presentes cuando se dan brotes de violencia. No puedo aceptar
que por parte de la Fuerza Pública se destruyan los alimentos y los utensilios
propios para prepararlos. Tampoco acepto el saqueo de la propiedad privada, que
evidencia la presencia de fuerzas extrañas a los campesinos.
La violencia, venga de donde venga, engendra
violencia. El valor principal de toda sociedad es la vida y la violencia es un
atentado contra ella. Por eso la rechazo e invito a todos los manifestantes, al
gobierno y a las fuerzas del orden, a no recurrir a ella, porque no soluciona
los problemas, por el contrario los agrava y engendra más miseria y hambre.
4.- He tenido informaciones fidedignas de que a
algunos de nuestros campesinos los han obligado a participar. Me parece una
falta grave, por parte de los autores de estas exigencias, a la conciencia de
nuestros campesinos. Toda presión a la conciencia es una de las formas más
deplorables de violencia, porque termina destruyendo el don sagrado de la
libertad. Mientras nuestras acciones no nos lleven al respeto de la libertad
del otro, no contribuimos al progreso auténtico de los pueblos. Por tanto
vengan de donde vinieren, rechazo enérgicamente estas conductas que no
construyen y sí destruyen.
5.- Los sacerdotes me han indicado que conocen
personalmente a la mayoría de los campesinos que se han lanzado al paro por su
asfixiante situación económica y a los cuales no se les puede tildar
irresponsable e irrespetuosamente de pertenecer a movimientos subversivos. El
Obispo y el clero de Garzón instan a cualquier grupo que quiera manipular la
protesta, en particular a los grupos ilegales, a que se respete la autonomía de
los campesinos y su derecho a manifestarse pacíficamente, de otra manera se
deslegitimarían los fines que se buscan en bien de la región.
6-. Crece mi preocupación cuando constato que las
medidas oficiales no han logrado dar respuesta a las aspiraciones y necesidades
urgentes de los cafeteros y como conclusión muchos jóvenes, por su situación
económica desesperada y la falta de colaboración de las autoridades, puedan
terminar perdiendo la credibilidad en las instituciones y en la democracia y
opten por caminos errados.
7.- Reitero mi invitación a un diálogo responsable
y a actitudes pacíficas de todas las partes que nos permitan mirar con alguna
esperanza el futuro de nuestros caficultores que a través de ya tantos años
tanto bien le han traído al país. Es necesario ser conscientes de los aportes
que al progreso de muchas de nuestras regiones, ha dado el gremio cafetero.
8.- Con grande esperanza, de que pronto, en mesa
de diálogo, podamos encontrar soluciones para el bien de nuestra región y de
Colombia y de que no tengamos que lamentar crisis peores ante la situación
injusta que viven nuestros campesinos, ofrezco a todos estos hermanos mi
cercanía y apoyo, junto con la de mis sacerdotes, siempre que se mantengan en
actitud de paz. Oro por todos ante el Señor para que nos fortalezca con su
Espíritu, nos conceda el don de La Paz y en su nombre les bendigo.
Garzón,
28 de febrero de 2013
Obispo de Garzón