Escrito por Agencia Prensa Rural
- A los 25 años de su asesinato. "Si la muerte me sorprende, no le tengo miedo; soy un hombre dialéctico. El día que muera vendrán otros mejores a reemplazarme": Jaime Pardo Leal.
- Jaime nació en el municipio de Ubaque, Cundinamarca. Fue un hombre sencillo, honesto, leal, transparente, irritantemente modesto, con mucho carisma y un optimismo a prueba de todo; incluso en los momentos de mayor dificultad, siempre tenía una respuesta positiva y era capaz de reír a carcajadas. Amaba la vida, y siempre trató de hacer de la suya un canto de amor y libertad. Se caracterizaba por su fino sentido del humor y su carácter jovial y extrovertido. "Yo siempre le tomo el pelo a la vida", solía repetir con frecuencia. Para algunos, el principal defecto de Jaime era su ingenuidad, pues siempre prefirió creer en la bondad de la gente y en el diálogo como única alternativa viable para dirimir las diferencias.
¿Porque mataron a Jaime? “Por el temor
que mi papá representaba para el establecimiento nacional y para las
clases dirigentes, por la capacidad que tenia de denunciar a los
criminales, por sus deseos de cambio y por su voluntad de soñar con un
país en paz…”: Fernando Pardo Flores
Fundador de Asonal judicial (Asociación Nacional de Empleados y Funcionarios de la Rama Judicial), de la cual fue su Presidente, la carrera judicial fue su vida. Desde muy joven militó en la JUCO y después en el PCC. En la Universidad Nacional de Colombia, donde estudió derecho y luego se especializó en ciencias penales y penitenciarias, fue un fogoso activista y dirigente estudiantil. Una vez graduado, se vinculó a la defensa de las causas sindicales e ingresó a la Rama Judicial como Juez Penal. Una de sus pasiones académicas fue el derecho penal, y lo ejerció como profesor de cátedra en varias universidades de Bogotá. De Juez Penal, trabajo que desempeño durante 23 años, pasó a ser magistrado del Tribunal Superior de Bogotá. Además, fue candidato para integrar la Corte Suprema de Justicia. En 1986, ante la imposibilidad de mantener la candidatura presidencial de Jacobo Arenas por la UP, según lo previsto en los Acuerdos de La Uribe, debido a las múltiples amenazas y falta de garantías para su seguridad personal, el Pleno de la Dirección Nacional de la UP propuso el nombre del ex magistrado Jaime Pardo Leal, el cual fue acogido con gran entusiasmo por su carisma y trayectoria dentro del PCC y el Sector Judicial. Jaime Pardo, quien acababa de ser destituido del cargo de Magistrado del Tribunal Superior de Bogotá por dirigir un paro de jueces y empleados de dicho gremio en medio de toda suerte de amenazas e improperios, aún sabiendo que con ello se incrementaban los riesgos contra su vida, aceptó la propuesta sin vacilar.
Para
las elecciones de 1986, Jaime Pardo Leal como candidato a la
Presidencia de la República por la UP, obtuvo una altísima votación en
un tiempo muy corto de campaña electoral, y en medio de un ambiente de
violencia generalizado marcado por las intimidaciones, las falsas
judicializaciones y la estigmatización política y social. “Su éxito
electoral prendió el entusiasmo popular, porque por vez primera desde el
trágico asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán en 1948,
ningún candidato de la izquierda había despertado tanto fervor,
esperanza y fe de que ahora si, por la vía electoral, era posible
alcanzar el poder”[1].
Las amenazas no se hicieron esperar. El gobierno,
la Iglesia Católica y los gremios empresariales del país guardaron
cómplice silencio, Jaime no cesó en denunciar la existencia de una
peligrosa alianza entre efectivos de la fuerza pública con grupos
narcoparamilitares bajo el mando de oscuros personajes de la vida
nacional. Las llamadas para insultarlo a él y a su familia, el envío de
coronas y sufragios donde invitaban a su sepelio, la interceptación de
los teléfonos de su casa y oficina, atentados, vigilancia, seguimientos,
fueron una constante en la vida Jaime Pardo. Sin embargo, nunca expresó
temor ni angustia aunque sabía, siempre supo, que lo iban a matar y así
lo confesaba a sus amigos más cercanos o cuando salía de casa para
acudir a su oficina o alguna gira política, se despedía de su esposa
Gloria Flores diciéndole: “chatita, no sé si nos volvamos a ver”.
“Algunos estamos amenazados de muerte,
por nuestra fidelidad desde cuando éramos jóvenes, a la patria, al
pueblo, a los trabajadores, y a la causa del socialismo. […] el enemigo
no olvida ni perdona, pero nuestra vida se la hemos entregado a los
trabajadores, ellos son sus dueños; pero en el evento de que el enemigo
lograra arrebatarnos nuestra vida, bienvenida la muerte porque sabemos
que indiscutiblemente, al caer nosotros, de la unión de jóvenes
patriotas saldrán los que nos deban representar, los que nos deban
reemplazar, los que sigan dirigiendo lo que el pueblo quiere: una
Colombia en paz, con justicia y esperanza”[2]
Jaime Pardo siempre denunció con valor y mucha claridad las alianzas entre la clase política, el narcotráfico y el paramilitarismo, y la responsabilidad del Estado en las persecuciones y asesinatos de que eran objeto los militantes de la UP. Pero fue más allá. Se atrevió a denunciar, varias veces con nombre propio, el pacto criminal entre gamonales regionales, terratenientes, buena parte de la élite política liberal-conservadora y narcoparamilitares con el apoyo de agentes de la Fuerza Pública del Estado, incluso altos mandos militares.
Jaime Pardo siempre denunció con valor y mucha claridad las alianzas entre la clase política, el narcotráfico y el paramilitarismo, y la responsabilidad del Estado en las persecuciones y asesinatos de que eran objeto los militantes de la UP. Pero fue más allá. Se atrevió a denunciar, varias veces con nombre propio, el pacto criminal entre gamonales regionales, terratenientes, buena parte de la élite política liberal-conservadora y narcoparamilitares con el apoyo de agentes de la Fuerza Pública del Estado, incluso altos mandos militares.
“Landazabal Reyes y Camacho Leyva son
los instigadores públicos de los atentados contra la dirección del
movimiento democrático. Yo quiero citar un ejemplo claro. Landazabal
Reyes manifestó, razón por la cual lo denuncié penalmente, que yo era el
jefe de los secuestros, de la extorsión de la guerrilla y de los
asesinatos en este país. Hacer esa afirmación Landazabal Reyes, es
lanzar a todos los sicarios contra mi humilde humanidad”[3]
El 18 de marzo de 1987, Pardo denunció
ante los medios masivos de comunicación con “pruebas en mano”, nombres y
grados, que oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas - Ejército y
Policía- estarían implicados en graves violaciones de los derechos
humanos cometidas contra su movimiento político. También acusó a la
policía de los municipios de Segovia y Remedios (nordeste de Antioquia)
de pertenecer al grupo paramilitar Muerte a Revolucionarios del Nordeste
(MRN). “Estos agentes se movilizaron en el vehículo de placas PT-0080
para realizar inscripciones en los muros amenazando a la población.
Además, participaron en un intento de atraco frustrado el pasado 7 de
marzo a una entidad bancaria de Segovia, resultando muerto uno de los
integrantes del grupo paramilitar, identificado como un agente activo de
la policía de apellido Sánchez”. Pardo exigió la destitución del Mayor
General de las Fuerzas Armadas que hasta entonces ocupaba el cargo de
Procurador Delegado para las Fuerzas Militares por un civil. Días
después, el Procurador General de la Nación, Carlos Mauro Hoyos,
(asesinado por la mafia, el 25 de enero de 1988), admitía su petición y
nombraba al primer civil en ese puesto.
El ministro de Defensa, general Rafael
Samudio Molina, dos meses después de la denuncia pública de Pardo, trató
de desmentir las acusaciones: “el vehículo citado no era de la Policía
aunque sí pertenecía a uno de sus agentes; el policía Sánchez había
formado parte de la institución, pero en el momento del asalto era
integrante del grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional y
habría sido muerto el 3 de julio de 1987”. Inexplicablemente, el general
anunció la supuesta muerte de Sánchez casi mes y medio antes de que
presuntamente se produjera”[4]. El general Samudio Molina, enconado
enemigo de paz y de la celebración de acuerdos con la insurgencia, fue
un instigador permanente del genocidio contra la UP. Públicamente dio
muestras de su desprecio por este movimiento político y por toda
expresión de lucha popular. Cuando se produjo un atentado dinamitero
contra la "Casa del Pueblo", sede de la UP en el municipio de Apartadó
en el Urabá antioqueño, el 27 de octubre de 1988, el general Samudio
declaró ante los medios de comunicación: "Pues sería que tenían
explosivos en su sede".[5]
J
aime reveló el plan sistemático de
exterminio que se estaba consolidando en Colombia con la aquiescencia
del Estado colombiano, que producía miles de asesinatos, desplazamientos
masivos de campesinos, desapariciones forzadas, arrestos arbitrarios,
estigmatizaciones políticas y sociales, bajo la inoperancia de una
justicia que incluso desde antes de fraguarse el exterminio, manipulada y
atemorizada, se había resistido a investigar y castigar a los
responsables, pese al material probatorio allegado a los despachos de
jueces y fiscales y a los testimonios de testigos, que en su mayoría,
eran calificados de locos, o terminaban muertos o con algo de suerte, en
el exilio.
“Se han masacrado de la manera más
salvaje a varios dirigentes y militantes de nuestro movimiento político,
en consecuencia le hemos dicho al gobierno nacional que nos defina si
tenemos derecho a vivir o no en nuestro país” declaró Jaime Pardo a
través de los medios masivos de comunicación.
Era consciente de que fortalecimiento de
las alianzas regionales entre los paramilitares y el binomio
Ejército-Policía con sectores representativos de la dirigencia política
del país, era posible debido a la impunidad garantizada a los
victimarios. Todos los planes nacionales y regionales de exterminio
dirigidos a lograr la desaparición de la Unión Patriótica, podían ser
fácilmente ejecutados mientras la justicia se resistiera a actuar y a
sancionar ejemplarmente a sus responsables y patrocinadores.
Las amenazas, así como sus más altivas
convicciones que le impedían el silencio o ignorar el crimen fueron
características determinantes en la vida política de Jaime Pardo Leal.
“Lo que denunciamos es que sean
utilizadas desde afuera y desde adentro las Fuerzas Armadas para cumplir
una función desestabilizadora, antidemocrática, y de incitación contra
el derecho político que tenemos todos los colombianos de expresar
nuestra opinión”, afirmó Pardo Leal. Este derecho le fue truncado el
domingo 11 de octubre de 1987.
“Veníamos de la finca, de una finquita
que teníamos en Mesa, Cundinamarca, él estaba feliz, le gustaba mucho
ir a la finca. Salimos a las tres y media de la tarde con un clima muy
lindo, y faltando un cuarto para los cuatro, nos igualó un carro en la
carretera...” recuerda Gloria Flores, su viuda.
El vehículo en el que viajaba la familia
Pardo Flores, era conducido por Jaime. Llevaban quince minutos de haber
salido de la finca, cuando el auto fue sobrepasado por otro vehículo
del que se asomó un individuo lanzando insultos. -“Jaime no pensó que se
trataba de sus asesinos, sino que probablemente se debía a alguna
imprudencia que había cometido como chofer -cuenta Gloria- Minutos más
adelante, el carro fue nuevamente alcanzado por otro vehículo que le
pitaba en forma insistente. “Nos sobrepasaron- cuenta Fernando, uno de
los hijos de Jaime – y en el momento en el que estaban a la misma altura
de nosotros, le dispararon a mi papá. Yo venía recostado en las piernas
de mi mama… y…lo otro… es muy doloroso”
Jaime, al recibir los impactos de bala
en la cabeza, se desgonzó sobre el timón, y el carro quedó a la deriva.
Los sicarios los adelantaron y siguieron disparando contra el vidrio
panorámico haciendo blanco nuevamente en el cuerpo de Jaime. Gloria, al
verlo que sangraba por boca, nariz y oídos, frenó el carro, dejó a Jaime
recostado sobre la silla y se bajó ensangrentada a pedir auxilio, pero
ninguno de los carros que pasaban por la vía paró a socorrerlos. Por el
contrario, la gente le gritaba que se volviera a subir al carro porque
de pronto regresaban y los remataban. Un amigo de Jaime, miembro también
de la UP que viajaba con ellos, con la ayuda de Gloria bajaron a Jaime
del carro y lo pasaron a la parte trasera. Todavía estaba con vida. La
señora Pardo encendió nuevamente el carro, echó reversa y a toda
velocidad se dirigió al municipio más cercano, el mismo que habían
dejado apenas media hora atrás. En medio de la prisa y el nerviosismo,
perdió el control del vehículo, se estrelló y fue a parar a una cuneta,
resultando heridos ella y los niños. Instantes después, pasó por allí un
bus en la misma dirección. El chofer, al darse cuenta de la emergencia,
se detuvo y dos hombres se bajaron para ayudar a la familia y subir el
cuerpo de Jaime al bus. De inmediato se dirigieron al Hospital de La
Mesa, pero cuando llegaron ya era demasiado tarde. Según informó el
médico que los atendió, Jaime llegó descerebrado y minutos después,
falleció.
“Hay personajes que expresan los
intereses de los sectores sociales en abstracto; al hacerlo así, la
función social que desarrollan es general y muy pocos enemigos políticos
tienen. Pero cuando se expresan intereses concretos de sectores
sociales en pugna, estos personajes radicalizan esa lucha y ésta se
convierte en mortal. Es lo que sucedió con Jaime Pardo Leal”- escribió
Ulises Casas Jerez en un artículo titulado “La Muerte de Jaime Pardo
Leal: Un mártir de los comunistas colombianos”[6]
Con el asesinato de Pardo Leal se llegó al temible número de 471 miembros de la Unión Patriótica asesinados impunemente desde 1985. Hoy, 24 años después, son más de 6 mil valientes luchadores los que han corrido con la misma suerte.
Con el asesinato de Pardo Leal se llegó al temible número de 471 miembros de la Unión Patriótica asesinados impunemente desde 1985. Hoy, 24 años después, son más de 6 mil valientes luchadores los que han corrido con la misma suerte.
Durante el masivo y sentido entierro de
Pardo Leal, se vivieron momentos de caos en el barrio Policarpa
Salavarrieta, al sur de Bogotá, donde hubo un verdadero descontento
popular por su muerte. Durante las protestas murieron tres personas y un
gran número de seguidores del líder de la UP resultaron heridos [7].
Frente al féretro de Jaime Pardo Leal,
Bernardo Jaramillo, quien sería su sucesor como presidente de la UP,
pronunció su primer discurso público:
“El mejor homenaje que hoy podemos
rendirle a Jaime Pardo Leal es deponer la actitud sectaria que muchos
compañeros creen que puede producir buenos frutos o puede abrir el
camino para aislar a quienes desangran a Colombia. Hoy se han confundido
en las calles de Bogotá los brazos, los puños y las gargantas de
comunistas, socialistas, liberales, conservadores y todas las corrientes
de la patria […] para iniciar una nueva marcha […] para que no haya más
Jaime Pardo muertos […]. Por eso yo quiero hoy aquí, en nombre de la
UP, convocar a un gran frente de salvación nacional, donde todas las
fuerzas democráticas de la patria nos unamos en un sola voz”[8]
El proceso Penal que se siguió por la
muerte de Pardo Leal, permitió que fueran condenadas cuatro personas
señaladas de ser los autores materiales del magnicidio: William Infante,
quien recibió 25 años de prisión fue dejado en libertad antes de
cumplir su condena, y posteriormente fue sentenciado a cadena perpetua
en Estados Unidos por narcotráfico. Beyer Yesid Barrera, fue condenado a
24 años de prisión en Colombia. Olivera Acuña Infante, hermana media de
William Infante, fue quien prestó la casa donde se fraguó el asesinato,
fue condenada a 9 años, al igual que Dora Libey Peñalosa Rodríguez como
cómplice del magnicidio. Aunque los nombres de los autores
intelectuales nunca fueron revelados, las investigaciones de la época
concluyeron que entre ellos se encontraba, Gonzalo Rodríguez Gacha,
alias “el Mexicano”. Al parecer habría pagado 30 millones de pesos a los
sicarios que ejecutaron el crimen. Uno de los abogados encargados de
llevar el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
asegura que aún no se han esclarecido los presuntos vínculos que
tuvieron algunos miembros de las Fuerzas Militares en el asesinato del
dirigente político
La familia de Pardo presentó una demanda
de reparación, que se perdió en primera instancia, pero que finalmente
fue ganada ante el Consejo de Estado.
¿Porque mataron a Jaime? “Por el temor
que mi papá representaba para el establecimiento nacional y para las
clases dirigentes, por la capacidad que tenia de denunciar a los
criminales, por sus deseos de cambio y por su voluntad de soñar con un
país en paz…”[9]
Notas:
Notas:
[1] Cepeda, Iván; Texto inédito
[2] Aparte tomado del vídeo documental “Plan Baile Rojo” de Yesid Campos Ormaza
[3] Tomado del documental “Unión
Patriótica. Diez años de genocidio y resistencia” 1985-1995 realizado
por el periodista Guillermo Rico Reyes.
[4] Centro de Estudios Políticos y
Sociales (CEPS) “La Unión Patriótica, una esperanza ahogada en sangre”.
Denuncias con nombres y grados. Miércoles.31 de enero de 2007
[5] Cepeda Iván y Girón Claudia; “La
segregación de las víctimas de la violencia política”. Texto No 9
publicado en el libro: “Entre el perdón y el paredón. Preguntas y
dilemas de la justicia transicional” International Developmet Research
Center (IDRC) Canadá. Editado por Angelika Rettberg. Ediciones
UNIANDES/IDRC 2005
[6] Casas, Jerez Ulises; “La Muerte de
Jaime Pardo Leal: Un mártir de los comunistas colombianos”. Crítica
Política Numero: 159. Octubre 1 de 2007
[7]CEPEDA, Iván; Op cit;
[8] Op Cit; Centro de Estudios Políticos
y Sociales (CEPS) “La Unión Patriótica, una esperanza ahogada en
sangre”. Denuncias con nombres y grados. Miércoles.31 de enero de 2007
[9] Palabras de Fernando A Pardo, hijo de Jaime Pardo Leal. Documental “Plan Baile Rojo”, realizado por Yesis