'Andrés París' y
'Sandra Ramírez' le dijieron a que Álvaro Uribe los buscó durante su segundo
mandato para explorar posibilidades de paz. Aseguran que 'Grannobles' está vivo.
Ya no se ven los
rigores de la guerra en sus rostros. Están rozagantes y se mueven con soltura
en la vida civil. Andrés París y Sandra Ramírez salieron de Colombia después de
soportar la arremetida militar tras la retoma del Caguán hace diez años. El
gobierno de Juan Manuel Santos, con ayuda de los países garantes y
acompañantes, los sacó de la selva para que se instalaran en La Habana.
Allí permanecen
bajo la custodia celosa del gobierno de los hermanos Castro y desde febrero
participaron en la construcción del primer acuerdo con los delegados
presidenciales encabezados por Enrique Santos. Ahora se alistan para ir a Oslo
(Noruega) a la instalación formal de la mesa de negociación, en la que
participarán como miembros del equipo fariano. El Hotel Nacional de Cuba, a
orillas del mar, fue el escenario de esta charla más sosegada y profunda con El
Espectador.
¿Qué balance
hacen de los golpes que les propinaron Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos,
específicamente la muerte de tres miembros del secretariado?
Andrés París: Es
evidente que en este período se presentaron esos golpes a las Farc, pero para
nada inciden en la voluntad de encontrar una salida política al conflicto. Hay
lecturas distintas de estos hechos y hay una matriz mediática que quiere
mostrar que las Farc llegan a la mesa por debilidad. Llegamos por convicción
profunda y hoy en día seguimos presentes en todo el territorio nacional. Los
cambios se presentaron en las posturas del Estado. No hubo diálogos en el
gobierno anterior porque el presidente del twitter decidió que su política era
la guerra y la actividad paramilitar. La iniciativa de que nos sentáramos acá
empezó con intermediarios que nos enviaron razones desde antes de la posesión
de Santos.
¿Santos los buscó antes de posesionarse?
Sandra Ramírez:
funcionarios del gobierno anterior, que están en el equipo de diálogos del
Gobierno, fueron los encargados, en tiempos del expresidente Uribe, de llevar
razones a las Farc del interés en explorar posibilidades de un proceso.
¿Uribe los buscó?
S.R.: Sí, claro.
¿Por qué no se concretó un acercamiento?
S.R.: El
funcionario era Frank Pearl y se frustró por la política guerrerista de negar
incluso la existencia misma del conflicto.
¿En qué momento Uribe los buscó?
S.R.: Durante el
segundo mandato y continuaron con Santos.
¿Qué les hace pensar que Santos, a diferencia de Uribe,
sí quiere hacer la paz?
A.P.: Hasta ahora
el documento que se conoce con el nombre de “Acuerdo general para el fin del
conflicto” expresa las condiciones para desarrollar una mesa donde se
escucharán las posiciones de las partes, que serán diametralmente opuestas. La
gran coincidencia está en que esos seis puntos de la agenda y la introducción
del documento que resalta aspectos políticos y sociales son los temas en los
que Gobierno e insurgencia nos podemos acercar.
Durante la construcción de ese documento se dio la muerte
de ‘Alfonso Cano’, ¿eso no afectó su decisión de sentarse a dialogar?
A.P.: Para nada,
porque la solución política es una conclusión de conferencias y plenos que
trazan las políticas de las Farc. Una situación de la guerra es que se puede
morir en ella y los cuadros que continúan al frente de la organización se
obligan a buscar el fin del conflicto mediante un acuerdo.
¿Las Farc que se sentaron en 1998 con Andrés Pastrana son
diferentes a las que se sientan hoy con Juan Manuel Santos?
A.P.: Son las
mismas, pero en un contexto político diferente. El contexto internacional y
regional ha cambiado. Predominan los países que promueven cambios, que instalan
proyectos que se resisten a las políticas neoliberales. Colombia, al entrar a
los diálogos, entra al contexto latinoamericano donde se han hecho cambios
radicales por la vía pacífica y electoral. En lo interno se observa que el
pueblo está reanimándose en sus luchas.
¿También incide el hecho de que esté Obama en la
presidencia de Estados Unidos?
A.P.: El
derribamiento de las torres gemelas en Estados Unidos incidió mortalmente en el
Caguán. Ese hecho marcó el sino trágico para hacer cambios pacíficos. Al
establecerse la lucha contra el terrorismo del gobierno norteamericano, se
avivó en lo interno el plan de Uribe, que fue el principal enemigo de ese
experimento y es el principal enemigo de la agenda de La Habana. Esa es parte
de su campaña con el mismo cálculo de hacerse reelegir.
¿Cómo incide el hecho de que ‘Iván Márquez’, quien no
estuvo en el Caguán y no estuvo de acuerdo con esa negociación, es ahora el
negociador principal?
S.R.: En las Farc
nunca ha habido divisiones como lo quieren hacer ver el Gobierno y los medios
de comunicación. Aquí no hay duros ni blandos. Estamos todos en el esfuerzo de
llevar la mesa a buen término. Iván estuvo al frente de este proceso y ha
contribuido con su experiencia en Tlaxcala.
¿Por qué esta vez sí aceptaron incluir los términos
desmovilización y dejación de armas?
A.P.: En los
acuerdos de La Uribe está la formulación redactada, pero de otra forma. Siempre
hemos planteado que al buscar el fin del conflicto las Farc puedan
transformarse. El lenguaje es diferente y la interpretación también. Hablamos
de transformación en medio de cambios en el país. Las Farc se transforman en
fuerza política si el país crea el ambiente y las condiciones políticas y
sociales. No asociamos la dejación de armas con la rendición ni con entrega. La
asociamos con dejar de usar las armas y continuar la lucha por nuestros
objetivos y banderas.
En el Caguán nunca se habló de eso.
A.P.: Es cierto,
no se había incluido. En Colombia se interpreta la dejación de armas con el
M-19, pero la palabra, gramaticalmente, no significa entrega. Es dejar de usar.
¿O sea que no habrá una ceremonia de entrega de fusiles
como lo hizo el M-19?
A.P.: Una imagen
en la que entren los guerrilleros por una puerta con uniformes y armas y salgan
por otra en pantaloneta, no la vamos a protagonizar.
¿Entonces?
A.P.: Habrá
acuerdos que cierren la voluntad de las partes de que las armas dejarán de ser
útiles para la lucha por los objetivos. Hagamos inútiles las armas para hacer
política. Pero mientras haya paramilitares, una política agresiva
norteamericana, expresiones como narcoguerrilla y terroristas, las armas
tendrán utilidad. Las armas son lo de menos, lo importante es cambiar la
voluntad de los que se enfrentan en la lucha, a partir de un ambiente
democrático, no a partir de la rendición.
¿Para ustedes Santos es demócrata?
A.P.: Pensamos
que Santos es un hombre más realista, incluso se usa mucho esa palabra en la
mesa. Los hemos invitado a que llevemos ese realismo como los estudiantes
franceses en 1968 cuando decían ‘seamos realistas, hagamos lo imposible’. A
Santos le falta ese paso, hay que darlo todo por la paz.
¿Por qué no anunciaron todos los negociadores?
A.P.: Porque ese
fue uno de los últimos temas que se abordó en la exploratoria. Además, el
Gobierno puede mover sus delegados sin problema, pero a nosotros nos toca dar
un margen secreto porque ellos se están trasladando de áreas de combate a zonas
donde puedan ser recogidos con un mecanismo especial.
¿Ya está definido, confían en el Gobierno para ese
traslado?
A.P.: Ya ha
funcionado y es reserva del proceso. El comandante Mauricio fue extraído junto
a Sandra por ese mecanismo. Forma parte de los acuerdos. El Gobierno ha
mostrado seriedad con traslados anteriores y hubo compromisos firmados con
gobiernos garantes y acompañantes. El Gobierno cumplió.
¿Por qué
cambiaron de opinión y aceptaron que los diálogos se hicieran fuera de
Colombia?
A.P.: Fue por la
resistencia del Gobierno a hacer diálogos en el interior del país. La posición
fue radical, dicen que es para alejar la mesa del bochinche de la confrontación
armada y política del país.
¿Ustedes también
creen que es mejor así?
A.P.: Sería mejor
hacerlo en Colombia, en zona controlada por el movimiento guerrillero, pero
ellos hablan de realismo y fuimos realistas: era La Habana o no era.
¿El Gobierno
eligió el sitio?
A.P.: Ellos
escogieron el sitio, después de una larga lucha coincidimos en que Cuba ofrece
tranquilidad, seguridad y que será un garante neutral.
¿Tuvieron algún tipo de participación en el atentado a
Fernando Londoño?
A.P.: Nos parece
muy macartista la campaña de identificar a las bacrim con las Farc. Esos grupos
son el nuevo traje del antiguo paramilitarismo.
¿Qué pasará con esas personas que fueron secuestradas
hace 10 o más años y no aparecen a pesar de que sus familias pagaron varias
veces el rescate?
A.P.: En los
diálogos de Caracas la delegación del Gobierno hizo poner como primer punto el
secuestro. La Coordinadora Guerrillera aceptó y cuando sacamos la lista de
retenidos por motivos económicos no daba más de 30 personas, pero en las listas
del Gobierno eran más de 2.700. Ellos dijeron mejor archivemos ese tema y
pasemos al otro, el cese al fuego. En Colombia secuestran hace muchos años
organismos del Estado, la mafia, el narcotráfico, la delincuencia. Nuestro
compromiso de suspender las retenciones ya recibió el reconocimiento
presidencial.
Muchas de esas personas fueron secuestradas por las Farc
y se presume que murieron en cautiverio y nadie da razón de ellos, ¿están
dispuestos a esclarecer esos casos?
A.P.: En la
agenda hay un punto de víctimas y seguramente el Gobierno pondrá lo que llama
afectados por violencia guerrillera, pero se tendrán que poner los centenares y
miles de afectados por la violencia oficial, los desplazados. El conflicto está
lleno de particularidades individuales, así que abordemos el tema grueso:
acabemos el conflicto.
¿Pero mientras acaban el conflicto ustedes esclarecerán
esos casos?
A.P.: Estamos en
la batalla porque el tema de las víctimas sea abordado como es: las primeras
víctimas somos nosotros, los civiles obligados a estar en armas. En ese punto,
como en todos, daremos explicaciones ante Colombia y el mundo.
¿Están dispuestos a renunciar al uso de cilindros que
causan decenas de muertos civiles que ustedes llaman daños colaterales?
S.R.: A nosotros
nos atacan y estamos en la obligación de defendernos. Esas son armas artesanales
que nosotros hemos creado para nuestra defensa. En hechos aislados ha habido
población civil que ha sufrido, pero en toda guerra se presentan este tipo de
cosas. Es posible discutirlo en la mesa, pero no nos pueden limitar el uso de
un recurso en una confrontación armada cuando el Estado tiene todas las
posibilidades tecnológicas.
Eso de que ustedes no tienen nada que ver con el
narcotráfico no es creíble. ¿Tienen alianzas con las bacrim para lucrarse del
narcotráfico?
A.P.: Incluimos
el punto de sustitución de cultivos para encontrarle salida, no al tema del
narcotráfico porque no depende de factores internos, es una estructura
económica del capitalismo descompuesto. Lo que queremos es encontrar
alternativa a la represión a campesinos cultivadores. Se habla de
narcoguerrilla, se habla de narcoestado, narcopresidente, narcocongresistas. ¿O
sea, que estamos próximos a encontrarnos en La Habana un grupo de
narcotraficantes? Las Farc han explicado que cobran un impuesto a los factores
de poder donde se mueve la guerrilla. Pero esta gente le paga también a la
brigada, a la base militar, al juez, a los que hacen control de tránsito. Es la
realidad de la economía colombiana.
Pero ustedes compran la base de coca a los campesinos.
Eso no vincula a
las Farc con el fenómeno de narcotráfico, que es la exportación a Estados
Unidos. Por qué no se habla de esa fase que es la más importante. Se concentran
en atacar al campesino.
A ustedes los acusan de exportar cocaína.
Es falso.
¿Tienen nexos con carteles mexicanos para exportar
cocaína?
El general
Naranjo sí debe saber cuáles son los vínculos de los carteles de México con
Colombia. Dejemos que la historia siga su curso para que aparezcan esos
vínculos.
http://www.elespectador.com/noticias/nacional/articulo-373496-uribe-si-nos-busco