El Tiempo 02 de Septiembre 2013
Pedro Medellín
Si está solo es únicamente por su responsabilidad. Si no sabe que sus funcionarios han incumplido los compromisos, el problema es suyo. Él ha escogido con quien trabajar.
Pareciera que todo tomó por sorpresa al Gobierno. Que no estaba
preparado para manejar, o por lo menos para entender, la protesta social
que estaba detrás del paro agrario. Incluso, hubo momentos en que se
percibió una especie de vacío de gobierno. Que no había nadie al frente
para controlar la situación.
Por eso, ahora que comienza a bajar la espuma, conviene evaluar lo
sucedido. La primera conclusión es que el presidente Santos no tiene un
equipo de asesores lo suficientemente preparado y capaz como para
entender lo que pasa en los municipios y departamentos. Esto no le
permitió dimensionar la magnitud y el alcance que tenía el paro agrario
en el país. Mucho menos, tener claras las medidas que evitaran lo que
ocurrió.
No de otra manera se puede entender la imprevisión en las actuaciones
del Gobierno, ni la cadena de mensajes equívocos y declaraciones
contradictorias y sin sentido en las que incurrieron no solo el
Presidente, sino sus ministros, especialmente el de Agricultura. No
solamente dejaron ver la incomprensión del problema, sino su falta de
sentido político. Cada vez que querían bajar el perfil del paro o
restarle importancia, lograban el efecto contrario.
La segunda conclusión es que aquí solo hay descentralización cuando
el Gobierno Nacional es incapaz de manejar las cosas en los territorios.
El Presidente no tuvo la precaución de convocar a los gobernadores y
alcaldes para examinar con ellos lo que podría pasar en el paro y tomar
medidas que pudieran evitar cualquier desbordamiento. Solo diez días
después, cuando ya los desmanes se habían producido, había muertos en el
camino y la situación estaba fuera de control, se le ocurrió convocar a
una reunión de emergencia con los gobernantes territoriales, para
tratar de contener un problema que el mismo Santos había contribuido a
agravar.
La tercera conclusión es que la imagen presidencial quedó muy
maltrecha. Sufrió un golpe del que va a ser muy difícil levantarse. De
manera justa o injusta, todas las críticas y cuestionamientos cayeron en
la cabeza del mandatario. No solo porque no hubo medidas que pudiesen
mantener las cosas bajo control, sino –sobre todo– por la falta de
liderazgo.
El país no sintió que su Presidente estuviera al frente de la
situación. El largo listado de disculpas que ofreció en Tunja, antes que
tranquilizar a los manifestantes, fue interpretado como una gran
debilidad. En su alocución del jueves por la mañana, esa debilidad se
hizo más evidente cuando el país vio a un gobernante inseguro anunciando
medidas tibias y sin peso efectivo. Por eso la evolución de los hechos
fue la que fue. Y por eso no habían pasado 24 horas cuando tuvo que
salir nuevamente ante los colombianos, pero esta vez a ofrecer
recompensas por los responsables de la violencia causada.
Sin que se haya levantado el paro, lo único claro es que no se trata
de un problema de arquitectura institucional o de insuficiencia de
recursos. Aquí la estrellada solo puede ser atribuible a un error
humano. Al Presidente y a la incapacidad de su equipo de trabajo.
Quizá la gran conclusión es que Santos está solo. Que no está
trabajando con la gente capaz de manejar momentos difíciles. Y eso
comienza a preocupar, especialmente cuando todo demuestra que se quiere
reelegir. ¿Con el equipo que tiene va a manejar el proceso de paz?
Si está solo es únicamente por su responsabilidad. Si no sabe que sus
funcionarios han incumplido los compromisos, el problema es suyo. Él ha
escogido con quien trabajar. Nadie le ha impuesto los cambios. La
soledad es tal que, incluso, comienza a hablarse de que son Ernesto
Samper y su exsecretario Juan Mesa quienes se están reuniendo para
definir la permanencia o no del Ministro de Agricultura. Más prueba de
vacío y debilidad, imposible.