Miembro de la delegación de Paz de las FARC-EP-
Domingo 14 de Septiembre de 2014.
RESPUESTA DE RUBEN ZAMORA MIEMBRO DE LA DELEGACION DE PAZ DE LAS FARC-EP A LA REVISTA SEMANA.
Las sistemáticas manipulaciones de la
revista Semana sobre temas que comprometen el nombre de las FARC-EP en
nada contribuyen a la reconciliación nacional. Puede haber mucho odio
contra quienes nos insubordinamos a la dominación de las élites, porque
desconocimos sus leyes y sus doctrinas, porque nos erguimos dignamente y
reaccionamos contra sus violencias; pero en momentos que intentamos
llegar a acuerdos que permitan las transformaciones necesarias para la
reconciliación de la familia colombiana y la reparación plena de las
víctimas del conflicto, resulta inexplicable el estímulo de odios
equivocados cuando debiera estar de presente el más loable servicio al
país.
Sobredimensionar situaciones como lo ha hecho la Revista Semana,
atribuyéndole a la comandancia de las FARC-EP una crónica de una
combatiente, es realmente desproporcionado, como lo es también pretender
negarle su derecho de opinión a la guerrillera.
Hasta ahora nos damos por enterados que hasta nuestros medios de
comunicación están obligados a censurar la verdad cuando esta pueda
afectar determinados intereses. Lo que ha hecho Dina, es una réplica a
otros relatos que no contemplan episodios que también el país debe
conocer fidedignamente, de manera que puedan hacerse juicios más
completos sobre la conducta de personalidades de la vida pública y de la
insurgencia.
Nada es más superlativa que la verdad como premisa para la
rectificación del rumbo del país, esa rectificación sería insondable y
profunda si se fundamenta en convicciones democráticas que permitan
darle paso a la nueva arquitectura institucional, política, económica,
social y cultural para la paz. Frente a esos retos están los grandes
medios de comunicación, frente al reto de la verdad. Siguen propalando
odios como la constante de una lucha política que ha prolongado el
conflicto, o toman la decisión de desarmar sus espíritus belicosos y dan
ejemplo de pluralidad y sindéresis para contribuir entre todos buscar
la ruta de la solución política al grave conflicto social y armado.
No tiene presentación que en vez de aplicar criterios éticos en el
ejercicio de la comunicación social, se haga eco a quienes prefieren ver
al país ardiendo en llamas y más ensangrentado sin contemplar el dolor
de las víctimas y sus llamados a la verdad, al perdón, a la
reconciliación y a la paz.
Si tanto les preocupan las víctimas del conflicto, debieran manejar
este tema con equilibrio y responsabilidad ubicando las opiniones
propias y ajenas en su justo lugar y dimensión. Atenderían cuanto antes
el llamado de las víctimas que claman un cese bilateral al fuego.
Prestos intervendrían para que cese el genocidio silencioso que destruye
barriadas populares como en el caso de Buenaventura. Lamentablemente
esas víctimas no tienen voz ni dolientes en los grandes medios de
comunicación.
Es cierto que se han presentado episodios dolorosos en la guerra ante
situaciones imprevisibles, por acciones injustificables o por las
acciones propias de las asimetrías de la confrontación, pero aún cuando
sean dolorosas las consecuencias, representan daños menores respecto a
las sistemáticas acciones de terrorismo de Estado y de sus bandas de
mercenarios. Esas tipologías de violencia parecieran invisibles para
quienes tiene el deber de hacer prevalecer con rectitud la verdad como
precepto social, ético y político.
Si comprendieran el dolor de esas víctimas en sus largas décadas de
sufrimiento se despojarían de sus ojerizas y aptitudes que imponen un
gran abismo frente el clamor nacional de paz. La tarea inmediata es la
de diseñar la arquitectura para la reconciliación nacional, luego
entonces nos corresponde convertir ese diseño en una gran obra que
dignifique y repare tanto sufrimiento de las clases subalternas por la
guerra y las injusticias sociales. Si tienen espíritu reconciliador
deben pasar la página de la guerra mediática como forma de hacer
política y someterse a la lucha de las ideas de manera respetuosa,
pluralista y democrática, dándole los mismos derechos que emplean en esa
lucha a sus contradictores.