Sábado 19 de Julio 2014
Foto: AFP
Señoras y señores congresistas:
El periodo legislativo que inicia este 20 de julio entraña para los
congresistas la más alta responsabilidad histórica al sesionar en un
momento decisivo para la paz de Colombia. Esta, no es solamente el
mandato de la voluntad nacional; ella, la paz, además de ser un clamor
de humanidad, constituye un derecho síntesis, sin el cual no será
posible la concreción de ningún otro derecho.
La reconciliación está tocando hoy las puertas de Colombia y exige
cambios estructurales que vayan difuminando, progresivamente, el más
largo conflicto armado de Nuestra América.
Señoras y señores congresistas, es hora de materializar el precepto
constitucional que consagra la paz como un derecho y un deber de
obligatorio cumplimiento. Es hora de pasar de la retórica y de las
palabras muertas a una etapa de transición, en la que el Congreso de la
República, legisle a favor del conjunto de la sociedad colombiana y no
de minorías privilegiadas.
La paz de Colombia reclama un alto en las viejas costumbres y
mecánicas de actuación del estamento parlamentario, para propiciar una
reflexión necesaria. Senadores y representantes debieran pensar en el
terrible impacto que sus proyectos legislativos neoliberales están
causando en los pobres, que son la mayoría de este país; en la
desfiguración de la democracia que implican las normas restrictivas
contenidas en sus leyes de seguridad ciudadana; en la urgencia de
contener la exclusión abriendo las compuertas de la participación
democrática de toda la sociedad; en el aliento que le daría a la paz la
desmilitarización de la vida social; en la necesidad de sustraer del
mercado y el lucro los bienes comunes y los derechos; en idear políticas
eficaces para erradicar el clientelismo y la corrupción; y la adopción
de medidas prácticas para la reapropiación social de la salud, la
educación, la seguridad social, la vivienda, la cultura y la garantía de
formas de ingreso que dignifiquen el trabajo.
La economía produce más muertos que la guerra. Las víctimas de la
política económica, de las que no se habla, también exigen verdad,
justicia, reparación y un nunca más.
La paz está hablando hoy de víctimas y hay que tener en cuenta que la
victimización tiene causas sistémicas, razones que se han activado para
preservar el statu quo y el régimen de privilegios de unas minorías
excluyentes. Es incuestionable que desde las cúpulas del poder se actúa
para destruir cualquier alternativa política surgida desde abajo. Eso
explica que partidos de izquierda, expresiones políticas populares,
sindicatos, líderes sociales y campesinos, pueblos indígenas y
comunidades afrodescendientes, se encuentren entre las víctimas
colectivas de ese designio pérfido. Todo para garantizar la
supervivencia del reino de la desigualdad, de la placentera burbuja de
los terratenientes y latifundistas, de la financiarización, de la
industria extractiva antisoberana, de la antidemocracia y el plegamiento
de las élites a la geopolítica neocolonial.
Señoras y señores legisladores: sin duda los problemas y los temas a
discutir en función de la paz encierran una complejidad extraordinaria,
son un reto que todos deseamos enfrentar para tener definitivamente paz y
justicia social, patria y democracia verdadera.
El escenario de la reconciliación debe construirse con sosiego y con
inteligencia, sin carreras contra el tiempo, porque una paz mal hecha es
peor que la guerra.
Permítannos decirles que la paz no depende de una persona ni de un
partido, ni de un gobierno, sino de la sociedad en su conjunto. Requiere
ser adoptada como una política de Estado, para que a futuro nadie se
atreva a reversar el eventual acuerdo de reconciliación, pretendiendo
que el destino de Colombia sea el de la guerra perpetua.
Lo que acordemos en una Mesa de Conversaciones debe ser asimilado a
un gran Tratado de Paz, blindado por una decisión del pueblo soberano
que trascienda hasta las generaciones venideras.
Transmitimos también este sentimiento a las Altas Cortes y al
Ejecutivo, para que la paz como política de Estado rodee de certezas al
esfuerzo colectivo de su construcción.
Saludo cordial,
TIMOLEÓN JIMÉNEZ NICOLÁS RODRÍGUEZ B.
Comandante de las FARC-EP Comandante del ELN