Semanario VOZ 18 Septiembre 2013
El acuerdo de Popayán, firmado el pasado 8 de septiembre entre el
gobierno del presidente Juan Manuel Santos a través de su vicepresidente
Angelino Garzón y la Mesa Nacional Agropecuaria y Popular de
Interlocución y Acuerdo, MIA, permitió a esta última poner fin a los
bloqueos de carreteras, como un gesto de buena voluntad, eso sí, dejando
claro que no se trataba del levantamiento
del paro agrario y que los campesinos volverían a las vías si el
gobierno incumple su compromiso de nombrar una comisión de alto nivel
gubernamental y la instalación de una mesa nacional dispuesta a discutir
y dar salida al pliego de exigencias de la MIA.
No cabe duda que la incapacidad del gobierno y de sus más importantes
funcionarios para resolver los gravísimos problemas que angustian a la
mayoría de la población rural colombiana y el hecho de negarse a
reconocer a un interlocutor del movimientos campesino como la MIA que ha
logrado no solo articular y cohesionar una fuerza social, que en el
pasado actuaba dispersa ,sino que además ha pasado a ser el referente
más destacado de la lucha campesina y agraria del país; lo convierte en
responsable de que no se hubiese avanzado con anterioridad en un
acuerdo, el cual estamos seguros habría evitado las pérdida de vidas,
como consecuencia de la acción alevosa de la fuerza pública y de sus
escuadrones de muerte llamados ESMAD.
La presencia en el acto de acuerdo en Popayán de nueve gobernadores
de los departamentos que sintieron con mayor rigor los efectos del paro
agrario deja al desnudo las limitaciones de una seudodemocracia
descentralizada que no tiene los alcances políticos, participativos y
mucho menos económicos que posibiliten solucionar los conflictos de
carácter estructural que como el agrario rebosa los escenarios locales,
lo que requiere no solo un profundo reordenamiento territorial de la
nación, sino además una necesaria democratización de la riqueza y la
nacionalización de los recursos naturales, y nuevos niveles de
participación social y política en el diseño y ejecución de las
políticas que atañen a los intereses de la mayoría.
El desplante hecho por el movimiento campesino y sus principales
organizaciones, a la convocatoria del pacto agrario y desarrollo rural
realizado por el gobierno, donde las corbatas y la tecnocracia brillaron
por su presencia, pero donde no se vieron las ruanas, los sombreros,
los azadones ni los machetes, hizo que dicho evento pasara sin pena ni
gloria.
Mientras los burócratas burgueses se paseaban desesperados por los
pasillos del recinto donde se llevó acabo el nefasto pacto agrario,
réplica del recordado pacto de Chicoral que dio paso al desmonte de lo
poco positivo de las políticas agrarias, fruto de la acción organizada
del campesinado que se desarrolló al calor de la revolución Cubana en
los años 60. Al otro lado de la ciudad, en la Universidad Nacional, uno
de los lugares que ha visto nacer la resistencia y rebeldía estudiantil,
miles de líderes campesinos, indígenas, sindicales, estudiantiles, de
fuerzas sociales y políticas como el Congreso de los Pueblos y la Marcha
Patriótica, ondeaban las banderas de la Colombia soberana,
anticapitalista, antilatifundista y revolucionaria.
En efecto, el lanzamiento de la gran cumbre agraria, campesina y
popular el pasado 12 de septiembre en la ciudad de Bogotá, el mismo día
del frustrado pacto de los poderosos se efectuaba uno de los actos más
trascendentales y unitarios de las fuerzas populares que tienen
presencia en el campo colombiano.
Dirigentes y delegados de la MIA y sus principales organizaciones
como Fensuagro, Anzorc, ACVC, Apemecafé y más de un centenar de
organizaciones de carácter regional, la Coordinadora Nacional Agraria,
CNA, la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC, el Consejo
Regional Indígena del Cauca, CRIC, la Asociación de Cabildos Indígenas
del Cauca ACIN, entre otras, abren el camino a la construcción de una
gran fuerza social agraria y popular que confluya en un inmenso torrente
de movilización y lucha en conjunto con el movimiento sindical, del
transporte, de la salud, de los ambientalistas, del estudiantado, de los
desplazados por la violencia, de los excluidos y marginados sociales
por el modelo de desarrollo neoliberal; por una política agraria
incluyente y antilatifundista, la reversión de los tratados de libre
comercio, la nacionalización del petróleo, el gas, el agua y demás
bienes naturales, y por la solución política del conflictos social y
armado y la paz con justicia social.
Octubre llegará, lleno de primavera, con la minga social indígena y
la gran cumbre agraria campesina y popular. Las fuerzas del cambio están
andando, la nueva patria está en marcha.
http://www.youtube.com/user/nolascopresiga/videos