Sábado 19 de Octubre de 2013.
Foto: Marcelino Vázquez/ AIN
Ha transcurrido
un año desde que se hiciera público el inicio de los diálogos en busca de la
paz para Colombia entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP.
El 18 de octubre
de 2012, en Oslo, capital de Noruega, las delegaciones de ambas partes
presentaron a la comunidad internacional y, fundamentalmente, al pueblo
colombiano, sus primeras ideas con miras a alcanzar un acuerdo que posibilite
la consecución de la paz que la mayoría de colombianas y colombianos desean
para su pueblo.
Los delegados
del gobierno colombiano, encabezados por Humberto de la Calle, expresaron
claramente su posición y su objetivo fundamental: el logro de la paz pasa por
la entrega de armas por parte de las FARC-EP para que de esta manera puedan
participar, bajo los márgenes del orden legal e institucional existente en
Colombia, en la actividad política.
En relación a
los cambios fundamentales para acabar con la situación de hambre y de miseria
del pueblo colombiano, el delegado del gobierno no planteó nada fundamental,
más allá de una declaración retórica en la que dijo: “El Gobierno ha puesto en
marcha una agenda audaz para introducir cambios sociales profundos en nuestra
sociedad. Tiene una agenda progresista. El Gobierno ha reconocido la inequidad
y la desigualdad existente en Colombia, pero no se limita al diagnóstico. Hoy
hay en marcha una transformación de la realidad social en Colombia. Y las Farc
tienen la posibilidad de unirse a ella, sin dejar su condición de contraparte
al sistema, para catalizar el proceso.”
Sobre las causas
de esa inequidad y desigualdad, el representante del gobierno no dijo
absolutamente nada, aunque hay que reconocer que por lo menos se hizo
referencia a la necesidad de llevar adelante una política de restitución de
tierras. Sin embargo, Humberto de la Calle no dijo quiénes han sido los que han
despojado de la tierra a los campesinos colombianos, ni el qué contexto histórico
en que se produjo dicho despojo, lo que sí hizo el delegado de las FARC-EP,
Comandante Iván Márquez, en su intervención.
Por el contrario,
Humberto de la Calle manifestó su molestia frente a los planteamientos hechos
por el líder guerrillero sobre las causas reales del conflicto en Colombia. La
respuesta de la Calle fue agresiva y tajante: “ni el modelo económico, ni la
doctrina militar, ni la inversión extranjera están en discusión”.
El 12 de octubre
de 2013 el delegado del gobierno volvió a ratificar que esos temas no forman
parte de la agenda pactada con las FARC-EP.
¿Cuál es el
modelo económico que está defendiendo el gobierno? El modelo neoliberal,
privatizador, explotador. ¿Cuál es la doctrina militar que no quiere modificar
el régimen de Santos? La doctrina de la seguridad “democrática”, que se
caracteriza por el ejercicio de la represión brutal de la oposición política de
izquierda, por la criminalización de la lucha social y, fundamentalmente, por
la pretensión de doblegar militarmente a la insurgencia colombiana con la ayuda
de fuerzas extranjeras, principalmente de EEUU e Israel.
El gobierno
llegó a la mesa de diálogos con la creencia de que las FARC-EP asistían a la
misma, debilitadas, desmoralizadas y al borde de la derrota, por lo que no les
quedaba más que claudicar, firmar su rendición incondicional y entregar las
armas.
¿Cuáles son las
razones por las que a lo largo de este año el gobierno de Juan Manuel Santos ha
expresado su molestia frente a los pronunciamientos de las FARC-EP?
Desde Oslo hasta
La Habana, en lo que va de este año de conversaciones, lo que ha generado el
disgusto del gobierno es que las FARC-EP hayan dado a conocer y explicado con
profundidad las causas fundamentales del conflicto colombiano, así como las
soluciones reales que podrían darse a las mismas a través de un programa mínimo
de reformas democráticas del orden político y económico imperante en el país.
El gobierno
colombiano, amparado en un poderoso aparato de propaganda, con el respaldo
además de los medios de comunicación privados, puestos al servicio del
establishment, se cree con el derecho exclusivo de hacer puntualizaciones,
acusaciones y señalamientos contra las FARC-EP. Pero cuando la insurgencia
fariana, basada en realidades concretas y objetivas, ha pedido al Estado
colombiano que responda por los problemas del país, se las acusa de querer
entorpecer los diálogos con declaraciones fuera de lugar.
En Oslo, el
enojo de Humberto de la Calle se debió a que el Comandante Iván Márquez hizo
una explicación profunda de las causas del conflicto colombiano y de la
violencia en el país, responsabilizando fundamentalmente al Estado y sus
aparatos militares y paramilitares, así como a la oligarquía colombiana, del
despojo de las tierras de los campesinos, del desplazamiento de millones de personas,
de los crímenes de lesa humanidad perpetrados contra todas y todos quienes se
oponen al orden injusto y explotador que impera en Colombia, como el genocidio cometido
contra la Unión Patriótica, así como el asesinato de campesinos para hacerlos
pasar como guerrilleros muertos en combate, en lo que eufemísticamente se
conoce con el nombre de “falsos positivos”.
Se resintieron los
delegados del gobierno porque los comandantes de las FARC-EP tocaron fibras
sensibles, que exaltaron los ánimos de estos miembros de la oligarquía política
y económica colombiana. La actitud prepotente de la oligarquía santanderista,
encrespada frente a las verdades dichas por el Comandante Iván Márquez, se hizo
evidente. Y así ha sido a lo largo de estos 12 meses.
Ese 18 de octubre
de 2012, medios privados colombianos como Caracol y RCN, demostraron al
servicio de qué intereses están. Mientras pasaron completa la intervención de
los delegados del gobierno en Oslo, cortaron la transmisión de la intervención
del Comandante Iván Márquez cuando hacía uso de la palabra, en nombre de las
FARC-EP.
En general, esa
ha sido la actitud de los medios privados colombianos: la de difundir
completamente los mensajes del gobierno y, por otro lado, censurar los mensajes
de las FARC-EP, ya sea no difundiéndolos o editándolos a su gusto y capricho.
Cuando se atreven a publicar ciertas declaraciones de los comandantes
insurgentes, muchas veces las sacan de contexto, a la vez que las estigmatizan.
Por supuesto que
una vez instalada la mesa de diálogo en La Habana-Cuba, las y los periodistas
colombianos y de otras latitudes fueron a la caza de los comandantes guerrilleros
para “exigirles” que respondan a las preguntas formuladas por ellos, en base,
casi siempre, a las informaciones del gobierno y de los aparatos de
inteligencia colombianos. No han disimulado su posicionamiento en el conflicto
colombiano a favor de los detentadores del poder. Como loras o papagayos hacen
sus preguntas, fundamentalmente, en relación a las afirmaciones que,
maliciosamente, hacen los servicios de inteligencia colombianos contra las
FARC-EP. El periodista de Caracol, Diego Fajardo, preguntaba el pasado 23 de
enero de 2013 al Comandante Iván Márquez sobre las supuestas tierras que la
insurgencia habría arrebatado a los campesinos. Cuáles eran las fuentes del
periodista, le indagó Iván Márquez, ante lo cual Fajardo respondió que el
ejército colombiano. No pudo más que causar risa con su confesión.
El
posicionamiento de la gran industria mediática en Colombia no debe causar
sorpresa. Lo contrario sería extraño. Los medios privados colombianos y sus
mercenarios de la palabra o de tinta, responden a los intereses de los grupos
económicos representados por Sarmiento Angulo, Ardila Lülle o la familia Santo Domingo,
propietarios de los medios de comunicación en Colombia.
Históricamente,
la industria mediática colombiana no han mostrado mayor interés en la búsqueda
de la paz, por medio de la solución de los problemas fundamentales que vive el
país. Solo han abogado por la desmovilización de las guerrillas.
Esta gran
industria mucho menos ha sido artífice de un proceso de concienciación a través
del cual la población, en general, exija
al poder establecido que se respete el derecho a disentir, a estar al otro lado
de la orilla sin que le maten, sin que le asesinen. Por el contrario, los
medios colombianos han sido cómplices en la falsificación de la historia por
parte del poder, en el ocultamiento de los problemas sociales reales que vive
el país.
Los periodistas
de esos medios, llenos de ínfulas y odio, hacen preguntas marrulleras cuando
hay una rueda de prensa con los Comandantes de las FARC-EP, a la vez que lanzan
acusaciones perversas, sin fundamento. Demuestran su postura ideológica, pero
también su falta de investigación. A través de su actividad contribuyen para
que la guerra continúe. Así lo hacen los editorialistas de los periódicos El
Tiempo o El Espectador de Bogotá como el uribista Fernando Londoño, los
paraperiodistas José Obdulio Gaviria o Salud Hernández y otros, no tan
venenosos, como Antonio Caballero y María Jimena Duzán.
Caballero, en un
escrito titulado “La Harley-Davison”,
publicado el 22 de junio de 2013 en la revista Semana, escribió con burla: “Nunca,
desde los tiempos del Caguán, habían tenido las Farc tal presencia mediática:
la holandesita bonita, el ciego que echa chistes, el barrigón que escupe fuego.
Entrevistas, y todas sus propuestas en primera página.”
Ellos creen que
pueden ofender, sin que se les pase la cuenta. Pero si el Comandante Jesús
Santrich, con el buen humor que lo caracteriza, lanza una broma, ellos son
capaces de crucificarlo por su “falta de seriedad”. ¡Hipócritas!
María Jimena
Duzán, en cambio, en carta dirigida al Comandante en Jefe de las FARC-EP,
Timoleón Jiménez, lanza una arenga en la cual acusa a la insurgencia de ser
temibles victimarios, permeados por el narcotráfico y de ser, además, los
responsables de que entre la población haya desinterés sobre los diálogos, así
como del estancamiento en las conversaciones que se llevan adelante en La
Habana. Al final de su diatriba dice que
ojalá su carta sirva para un intercambio epistolar productivo y no para
incentivar la cizaña.
Primero lanza un
sinnúmero de cizañas para luego decir que espera que no haya cizaña. Realmente
son expertos en sofismas. Ataca con golpes bajos y se victimiza. Lanza
acusaciones falsas con el objetivo de dañar la imagen de las FARC-EP y se hace
la inocente. Sería bueno que la señora Duzán mandara una carta a Uribe o al
propio Santos con el mismo ímpetu que lo hace con el Comandante Timoleón
Jiménez. Al primero debería reclamarle sus vínculos con el
narcoparamilitarismo, su responsabilidad con la perpetración de crímenes de
lesa humanidad, así como por su postura desfavorable a los diálogos de paz y,
al segundo, debería pedirle que explique por qué no quiere discutir lo que es
necesario discutir en La Habana para solucionar los problemas que atañen a la
mayoría de colombianas y colombianos o por qué no quiere establecer una tregua
bilateral entre las fuerzas combatientes. ¿Se atreverá Jimena Duzán?
“Las FARC deben
responder por las víctimas”, claman en los medios colombianos a diestra y
siniestra. Lo extraño es que nada dicen sobre la necesidad que el Estado
colombiano y sus fuerzas militares y paramilitares respondan por las víctimas
que han provocado en una política diseñada no solo para reprimir, sino para
exterminar a las fuerzas populares, revolucionarias en Colombia. Esas víctimas
no existen para los periodistas serviles. Dedicados a pedir gestos a la
insurgencia, son los que menos gestos hacen en favor de la paz con justicia
social.
Eso sí, son expertos
en distorsionar, en tergiversar, en definitiva, en manipular, en engañar, en
mentir. Que si Iván Márquez tiene una moto Harley Davison, que las FARC-EP son
dueños de tierras apropiadas por el despojo de los campesinos, que las FARC
secuestran cuando capturan en combate a los soldados a los que se enfrentan,
que las FARC-EP no están cumpliendo con los acuerdos preliminares, que las FARC
ponen trabas al proceso. Se inventan cada cosa con la intención manifiesta de
dañar a la insurgencia y sus Comandantes.
Manuel decía que
llueva o haga calor, siempre resultaba que la culpa de todo, para los medios,
era de las FARC.
Volvamos al
gobierno y sus delegados. Desde el principio fueron ellos los que con
prepotencia pusieron los obstáculos. Incluso en cosas tan sencillas como la
pretensión que por parte de la insurgencia se pronuncie exclusivamente el
Comandante Iván Márquez, sin comprender que las FARC-EP funcionan como un
cuerpo colegiado, democrático.
Qué absurdo
pretender silenciar a las voces de la insurgencia. Pero eso es lo que pretenden
con el pretexto que eso le quita seriedad a los diálogos y que se crean falsas
expectativas con las declaraciones de las FARC-EP.
Si a las FARC,
que han luchado cincuenta años para hacerse oír se les pretende obligar a
callar, qué pasa con el pueblo que no tiene las armas para defender su derecho
a expresarse en un país en el que solamente por opinar diferente al orden
establecido, constituye de por si un delito y, además, un peligro para la vida
misma.
A propósito de
esto, por qué el gobierno de Santos quiere resolver las cosas en forma vertical
sin contar con la participación del pueblo.
Ha sido la insurgencia
fariana la que ha hecho un llamado permanente para que todos los sectores de la
sociedad colombiana participen directamente en los diálogos de paz, tal como está
estipulado en los acuerdos preliminares para llevar adelante los mismos.
Mientras el gobierno se niega a aceptar la participación directa del pueblo, las
FARC-EP, han recogido las propuestas de los diversos sectores que, pese a la
censura, se han reunido para presentar sus aportes a la paz de Colombia. Más de
200 propuestas han sido presentadas por las FARC-EP en las que se reflejan, en
gran medida, esos planteamientos de las organizaciones del pueblo colombiano.
¿Cuál ha sido la
respuesta del Estado colombiano, que se jacta de ser democrático, ante el
llamado de las FARC-EP para que los diversos sectores den a conocer sus
planteamientos sobre los diálogos de paz? Los han acusado de estar financiados
por las FARC-EP, de hacer turismo político en La Habana y hasta se los ha
pretendido criminalizar. De igual manera, la propaganda al servicio del orden
establecido ha estigmatizado a quienes, de una u otra forma, quieren contribuir
con su granito de arena para que se alcance la paz, tal como ha sido el caso de
Álvaro Leyva Durán.
¡Cuánta miseria
humana!
Sigamos
recordando algunos episodios para comprender quienes son los que ponen trabas
para la paz.
Ante los
acuerdos preliminares entre las FARC-EP y el gobierno colombiano sobre el punto
uno de la agenda, relacionado con el problema de la tierra, fue el presidente
de la Federación de Ganaderos de Colombia, José Félix Lafaurie, el que
manifestó exaltado su rechazo a los mismos. Y que decir de Uribe y sus secuaces
como “Facho” Santos, enemigos declarados de la paz.
¿Por qué la
prensa no ha sido tan dura con ellos? Tendrán sus razones.
Pero sigamos
haciendo memoria.
Recordemos por
ejemplo que fueron las FARC-EP las que propusieron un cese al fuego bilateral y
que ante la negativa del gobierno, en un gesto de buena voluntad, cesaron las
acciones militares unilateralmente desde el 20 de noviembre de 2012, hasta el
20 de enero de 2013. Pero creyeron que el cese al fuego implicaba el bajar las
armas para que el ejército colombiano le llene de plomo a las y los
guerrilleros farianos. Entonces, cuando el ejército atacó y las FARC-EP dieron
respuesta militar, dijeron que estas estaban
mintiendo.
Definitivamente
cuanta mierda lanzan los medios y la propaganda del gobierno colombiano.
El ministro de
la guerra, Juan Carlos Pinzón, es uno de los azuzadores de tanta mentira y
engaño para desacreditar a las FARC-EP y, así, continuar con el conflicto. Como
él no es el que combate, no le importa que otros vayan al campo de batalla a
morir.
¿Por qué los
medios privados de comunicación en Colombia no dicen nada sobre la postura
guerrerista de este señorito?
El gobierno que
supuestamente quiere la paz, dice que hay que arreciar la ofensiva militar y cuando
las FARC-EP dan respuestas militares precisas, en cambio manifiestan que ellas
son enemigas de la paz. ¡Farsantes!
El gobierno de
Santos se llena la boca diciendo que defiende la democracia, cuando en realidad
lo que hace con sus acciones es perpetuar un régimen mafioso, oligárquico,
antidemocrático. No fue acaso el gobierno de Juan Manuel Santos el que reprimió
brutalmente el paro agrario y campesino, en el que las fuerzas del orden
provocaron la muerte de personas y detenciones injustas de líderes sociales
comprometidos con la lucha social, acusándoles de vínculos con la insurgencia.
Por otro lado,
por qué el gobierno colombiano se niega a dar a conocer públicamente lo alcanzado en la mesa de
diálogos.
Seamos claros:
Si el gobierno colombiano está convencido que
la mayoría de personas rechazan a la guerrilla, por qué tiene miedo a
que se escuchen los pronunciamientos de las FARC-EP.
El gobierno de
Santos debería aprender a confrontar ideas en un plano de igualdad de
oportunidades para las partes. ¿No dicen ser defensores de la libertad de
expresión?
Las FARC-EP han
hecho públicas sus propuestas. ¿Cuáles son las del gobierno?
Juan Manuel
Santos en verdad parece ser un tahúr. Como un jugador de póker quiere embaucar
al mundo entero, claro está, ayudado de su aparato de propaganda y de la
industria mediática.
Quiere resolver el
conflicto vía decreto, desde arriba, en forma unilateral. Nadie niega que quiera
la paz. Pero una paz que les garantice hacer lo mismo que hacen hoy, sin
destinar dinero para la guerra abierta contra la insurgencia revolucionaria y,
de esa manera, consolidar una nueva etapa del estado mafioso colombiano.
El señor de la
Calle habla del Estado democrático y de la legalidad de sus instituciones.
¿Democracia en Colombia donde el Estado oligárquico ha reprimido al pueblo,
desaparecido sindicalistas? ¿Instituciones legítimas, cuando muchos de los
congresistas colombianos estuvieron auspiciados por el narcoparamilitarismo?
El señor
Humberto de la Calle olvida, además, que el acuerdo general consta de un
preámbulo vinculante, que quieren hacerlo desaparecer como por arte de magia. Además,
si se trata de lograr la paz, ahora que hay una oportunidad valiosa, ¿por qué
no discutir la política económica, la doctrina militar, si el fin más preciado
es la paz?
Queridas y
queridos lectores, analicen lo acontecido a lo largo de este año y saquen sus
propias conclusiones de quiénes están a favor y quiénes están en contra de la
paz.