Por. Hernando López
Edición Digital Semanario Voz.
Parte de la Delegación de Paz en La Habana, Cuba, en pasada rueda de prensa con medios internacionales.
Antes del reinicio de los diálogos de paz de La
Habana esta semana, el Gobierno Nacional repitió la cantaleta de que no está en
discusión la propiedad privada, como si en algún punto del “Acuerdo para
ponerle fin al conflicto y para una paz estable y duradera” se hablara de este
tema. De lo que se trata es de la función social de la propiedad privada,
establecida en la Constitución Política al definir el Estado Social de Derecho.
Dicho de otra manera, los cambios sociales apuntan, si se pretende la justicia
social, a ponerle punto final a los abusos del capital financiero, los
monopolios, los grupos económicos y las transnacionales, en contravía de la
llamada “confianza inversionista”, que le da patente de corso a la oligarquía
nacional y transnacional de acumular ganancias a expensas del trabajo de los
colombianos y colombianas.
Incluye el propósito de reformas avanzadas, la
necesidad de democratizar el acceso de la tierra y de brindarle toda la
potencialidad a la riqueza agraria, mediatizada por el poder terrateniente de
ganaderos y latifundistas que la dedican a la ganadería extensiva. Esto a
propósito del primer punto en debate de la agenda, que sacó a flote las
diferencias, inclusive de otros gremios de los empresarios con Fedegan, que le
censuran en voz baja su estrecho nexo con los paramilitares y la violencia en
el sector agrario, a la cual no son ajenos otros gremios y empresas extranjeras
que se lucran de la riqueza y el dolor de los colombianos.
Las falacias de Fedegan
Al respecto, Timoleón Jiménez, comandante del
Estado Mayor Central de las FARC-EP, escribió el pasado 28 de diciembre lo
siguiente: “(…) Es abiertamente conocido que las tierras dedicadas a la
ganadería extensiva en Colombia sobrepasan por lo menos en diez veces las
destinadas a la agricultura, protuberante realidad ignorada en la carta (Carta
de Fedegan publicada en los diarios impresos) y que más bien trae a la memoria
la fábula de Rafael Pombo sobre la pobre viejecita.
“Fedegan cuenta aún con suficiente poder como para
que su versión de la historia sea incesantemente difundida por la gran prensa,
influencia de la que han carecido desde tiempos inmemoriales las grandes masas
de campesinos, indígenas y mineros secularmente violentados. Este escrito, por
ejemplo, no lo publicaría jamás El Tiempo. Pero no sólo los grandes ganaderos
promovieron y financiaron el paramilitarismo para persistir con su vieja tarea
expropiadora. También lo hicieron grandes compañías agrícolas y mineras. En
vergonzante contubernio con la fuerza pública y buena parte de la clase
política”.
Las anteriores consideraciones, tanto las que se
refieren a las contradicciones con las opiniones del Gobierno Nacional como con
la ultraderecha del gremio ganadero, son parte de las diferencias profundas que
enfrenta el debate en los diálogos de La Habana, que contradicen los “tiempos
fatales” del Gobierno Nacional. Ponerle límites apresurados es una manera de
restarle confianza a la contraparte y a las organizaciones populares y
democráticas que reclaman la paz con democracia y justicia social.
Preocupa, también, que la versión oficial no sea
una sola frente a las necesidades de la paz. Algunos se “salen del libreto”
como explican voceros oficiales. Hace pocos días el coordinador de la
delegación del Gobierno, el vicepresidente Humberto De la Calle Lombana tuvo
que desmentir al ministro del Interior, Fernando Carrillo, quien declaró que el
segundo punto sería el de las víctimas y se abordaría en Semana Santa, lo cual
nunca fue acordado en la mesa. Pero nadie se atreve, ni siquiera el presidente
Juan Manuel Santos, a poner en cintura a los altos mandos militares, dedicados
a sabotear la tregua unilateral y los diálogos de paz. Han encontrado un
instrumento, a manera de marioneta, según opinan analistas de la paz, en el
ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón.
El diálogo es importante
Sin embargo, las FARC-EP, valorando la apertura de
los diálogos “como uno de los aspectos más positivos que nos deja 2012”, son
conscientes de las dificultades, como lo han advertido, una y otra vez, los
miembros de la delegación de paz en Cuba. En el mensaje de fin de año, las
FARC-EP consignaron lo siguiente: “Quizás uno de los aspectos más positivos que
nos deja este 2012 que agoniza, es la apertura de la Mesa de conversaciones
entre el gobierno y las FARC-EP, en La Habana. Se abre así la posibilidad de
encontrar una salida civilizada al prolongado y doloroso enfrentamiento entre
colombianos con todo lo que un conflicto de tal naturaleza representa. Llegar a
este punto no ha sido fácil. Se trata de vencer la resistencia de sectores
económicos, políticos, sociales y militares muy poderosos que apoyados en la
intervención norteamericana, se niegan a aceptar la necesidad de una solución
política para el conflicto social y armado que desangra al país, porque
consideran que sin la guerra estaría amenazada su hegemonía de clase y por esa
razón le temen a la paz; como dicen que le teme el diablo a la cruz”.
No es fácil superar la resistencia de la
oligarquía colombiana a los cambios de fondo en la vida nacional, a la paz con
democracia y la justicia social. La paz debe llegar con más democracia y
mejores condiciones de vida. Lo dicen también las FARC-EP en el mensaje de fin
de año: “Le temen a la paz porque saben que para llegar a ella se debe
garantizar la justicia social, construir una verdadera democracia de esencia
popular y recuperar la soberanía patria”.
En este sentido, es clave la participación
ciudadana y popular. El pasado Foro Agrario fue muy importante, así lo
califican sus promotores y organizadores, también los participantes, lo
importante ahora es que ello se traduzca en soluciones, en parte de los
acuerdos concretos. No se pueden ignorar. Al fin y al cabo es fundamental la
presión popular para la salida política dialogada del conflicto. Deben
repetirse en los demás puntos de la agenda.
Ojalá el Gobierno Nacional termine animado de la
misma decisión de cambio y le ponga punto final a la retahíla absurda de que
nada esencial del modelo de economía de libre mercado neoliberal está en
discusión, ha sido el mismo obstáculo de siempre que ha dado al traste con los
procesos de paz anteriores con las FARC y el ELN. Alguien recordaba hace unas
semanas la célebre expresión de Manuel Marulanda, dicha en el Caguán en
entrevista con el Director de VOZ: ¡Que me digan, entonces, qué carajo es lo
negociable!
Ojalá, también, la izquierda y los sectores
democráticos entiendan el significado de la unidad popular en esta hora de la
historia. No hacerlo sería una fatal equivocación que retrasaría la opción de
poder popular porque cada uno se reduciría a un pequeño grupo que se cocinaría
en su propia salsa.
Etiquetas: Colombia, Dialogo de paz, Farc