Miercoles 15 Enero 2014
Camila Cienfuegos Delegada de las FARC-EP- En La Habana-Cuba-
Camila
Cienfuegos es guerrillera de las FARC-EP y miembro de la delegación que
desde hace más de un año dialoga con el Gobierno de Juan Manuel Santos
en La Habana. Desde la capital cubana es quien habitualmente se encarga
de gestionar las relaciones con los medios de comunicación y sus
peticiones. En la entrevista concedida a GARA a través de e-mail, aborda
la situación de los hijos de los guerrilleros, de aquellos niños que
han nacido en medio de la guerra.
«Familiares cercanos fueron torturados y asesinados por haber cuidado a mi hija»
Ainara LERTXUNDI
La situación de los hijos de los guerrilleros, el destino de esos niños nacidos en medio de la guerra, a veces en plena selva, no acapara grandes titulares y ni tan siquiera suele
figurar en la agenda mediática. Pero esa realidad desconocida y relegada
es también parte del conflicto en Colombia. En respuesta al
cuestionario enviado por GARA, la guerrillera y delegada de las FARC-EP
en La Habana y también madre, Camila Cienfuegos, retrata un escenario de
persecución, amenazas, exilio e, incluso, muerte por «el mero hecho de
ser hijo de guerrilleros».
La también delegada Victoria Sandino ha afirmado
en alguna ocasión que renunció a tener hijos incluso antes de entrar en
la guerrilla, por lo «arriesgado que es tener un hijo en la selva tanto
para la madre como para el resto de compañeros».
La renuncia a tener hijos no es un caso aislado de una
guerrillera, es de la mayoría, lo hacen para preservar la vida propia y
de la criatura. A lo largo de la violencia, padres y madres, luchadores
populares, eran asesinados con sus hijos en brazos, que muchas veces
corrían la misma suerte que sus padres. No es una exageración, basta
revisar los diarios nacionales y regionales de los años 80 y 90 por
mencionar un periodo, para confirmar que ha existido una práctica
constante del terrorismo de Estado en Colombia. Los hijos e hijas de
guerrilleros y guerrilleras son utilizados como mecanismo de presión
para lograr la ubicación de sus padres, y si no logran quebrantar la
moral del combatiente no les importa la suerte del menor; incluso cuando
son niñas adolescentes, ponen agentes de inteligencia para que las
enamoren, les prometen matrimonio hasta que llegue el momento que se les
contacte, y cuando va a visitar a su ser querido, en esos momentos
valiéndose de la confianza y el enamoramiento, les introducen
micro-chips, y en cuanto tienen la certeza de que están con su familia,
llega el bombardeo. Así han muerto padre, madre e hija.
Así que, tener un hijo o hija produce dolor y angustia, no
solo por la renuncia de verlos crecer, de criarlos, de incidir en
su formación, sino por la suerte que corren, por la persecución
constante, por la presión social de estigmatización y marginación, por la guerra mediática a la que se ven enfrentados sin la
más mínima posibilidad de contrarrestarla. En definitiva, se tiene que
renunciar a amar a los hijos e hijas, a sentirlos, protegerlos, para
posibilitarle un pequeño espacio con las personas que las cuidan, en el
anonimato y clandestinidad.
¿En qué circunstancias se autoriza seguir con el embarazo?
Cuando está muy avanzado, es decir, si a partir de los
tres meses no se ha producido la interrupción se deja continuar; igual
si no hay condiciones de atención profesional que garanticen la
seguridad de la combatiente. También ha ocurrido que la pareja tiene
condiciones a través de sus familias de garantizar la estabilidad de sus
hijo. En tal caso solicitan el permiso para un embarazo, y es
determinación de los organismos superiores concederlo o no. Hay casos en
los que por la confrontación misma la guerrillera queda embarazada, y
es imposible interrumpirlo, así que es menos arriesgado seguir con el
embarazo. Toda la guerrillerada ama profundamente a los niños y niñas, a
los hijos de todos, porque son la expresión de cada uno de nosotros,
son nuestros hijos, sobrinos, nietos.
SERVICIO MILITAR
«Hermanos, primos, hijos de guerrilleros de las FARC-EP son asignados en primera línea de combate para el cumplimiento de su servicio militar, condenándolos a una muerte segura a manos de nuestra organización»
En una de las reflexiones publicadas en la página
web de las mujeres guerrilleras se denuncia la aplicación del «delito de
sangre». ¿En qué se traduce?
Delito de sangre es el nombre que se le ha dado a la
persecución, la tortura, el encarcelamiento o el asesinato de familiares
–fundamentalmente hijos e hijas– de los que dedican su vida a la
construcción de una sociedad mejor. En algunos casos, estos familiares
tienen algún tipo de relación con el proceso de construcción; en otros
no, y aun así reciben los embates del terrorismo de Estado. En el caso
de los niños, la situación es igual de cruda. Lo importante a señalar
aquí es que el motivo para cualquiera de estos actos en contra de la
condición humana es, sencillamente, un vínculo familiar, en otras
palabras, de sangre. Por poner algunos ejemplos de materialización de
este fenómeno podemos mencionar los montajes que realizan los grandes
medios de comunicación a familiares de líderes guerrilleros. Hijos de
algunos camaradas muertos en combate han sido echados del trabajo, de la
universidad, han perdido a sus amigos, son blanco de palizas, insultos,
llamadas acusatorias y, en el peor de los casos, han tenido que salir
del país, cambiar su identidad, negar todo vínculo familiar para
preservar al menos la vida.
Otro ejemplo está relacionado con el cumplimiento
obligatorio del servicio militar. Hermanos, primos, hijos de
combatientes de las FARC-EP son asignados en la primera línea de combate
para el cumplimiento de su servicio militar, condenándolos a una muerte
segura a manos de nuestra organización.
Diversas e injustas son las formas en las que se expresa la condena por el delito de sangre.
¿Qué significa para ese menor ser hijo de
guerrilleros? ¿Y para el resto de familiares, especialmente, para
quienes se han hecho cargo de ese menor?
Los hijos de los guerrilleros, si tienen la posibilidad de
crecer en Colombia, viven en el anonimato. Reciben la influencia de los
medios de comunicación que a veces logran convencerles de que sus
padres son unos seres despreciables que los abandonaron a su suerte. Eso
depende en gran medida de quién está cuidando al menor. Si son personas
que tienen conciencia social, que entienden la situación de los padres
guerrilleros y las motivaciones de ellos para estar en la guerrilla, se
logra contrarrestar ese efecto nocivo de los medios y la presión
sicológica que éstos ejercen sobre el menor. También hay muchos hijos de
guerrilleros o guerrilleras que asumen la lucha revolucionaria, se
vinculan al Movimiento Bolivariano, a las milicias o a las mismas filas
guerrilleras.
«Hijos de algunos camaradas muertos en combate han sido echados del trabajo, de la universidad, han perdido a sus amigos... y en el peor de los casos han tenido que cambiar su identidad»REPRESALIAS
Aparte de la carga emocional de no disfrutar de la
presencia física de sus padres, tienen que soportar la persecución
constante por parte de los servicios de inteligencia del Estado, quienes
tratan de convencerlos, a punta de chantaje, amenazas o dinero, de
entregar a sus propios padres, o de dar información sobre el paradero de
ellos. Eso se extiende a las personas que están encargadas de criarlos y
educarlos. Muchos de ellos han terminado en la cárcel, acusados de
auxiliadores de la guerrilla, basándose en montajes judiciales o
suposiciones. Muchas veces, el Estado hace allanamientos en las casas;
cualquier cartica o fotico puede ser la prueba reina para mandarlos a la
cárcel o, si no lo logran, aparecen los paramilitares para
atemorizarlos y agredirlos físicamente. Muchos guerrilleros dan
testimonio de sus familiares desaparecidos, secuestrados, torturados,
por no querer colaborar con el Estado. En mi caso particular, el
Ejército y los paramilitares han violentado mi familia. Algunos están en
el exilio, otros fueron desterrados de sus tierras. Padres y
hermanos muertos, una prima menor de edad fue desaparecida. Familiares
cercanos fueron torturados y asesinados por el mero hecho de haber
cuidado a mi hija cuando era bebé.
Afirman que «de ser hijo o hija de combatientes que tengan cierta vida pública, la presión aumenta». ¿En qué sentido?
Al ser una persona pública, se vuelve más importante para
el Estado quebrantar su voluntad de lucha, lo que aumenta la presión
sobre las familias. Pero ésta no es la única presión que sienten las
familias; también umentan la presión social de su entorno, el
sentimiento de inseguridad y las agresiones físicas y verbales. En otras
palabras, existe cierta exclusión social.
Al inicio de los diálogos hace un año, la
delegación de las FARC denunció presiones por parte de policías a
familiares de una guerrillera para que facilitaran información sobre el
paradero de un guerrillero, amenazándoles incluso con quitarles la
custodia de sus hijos. ¿Contribuyó la denuncia pública e internacional
del caso a aminorar las presiones?
Es el caso específico de la guerrilla Mireya, las amenazas
pararon a raíz de la denuncia pública. Sin embargo, este tipo de casos
se siguen presentando con familiares de otros guerrilleros y
guerrilleras. La denuncia pública sí ejerce cierto efecto, pero en la
mayoría de los casos los familiares prefieren guardar silencio porque
tienen miedo y no están dispuestos a salir de sus tierras, de los
lugares donde trabajan, del país. El exilio es una consecuencia casi
inevitable de una denuncia nacional e internacional y no todo el mundo
está dispuesto a ello.
En el caso de las madres presas, ¿en qué condiciones están?
Las cárceles en Colombia, tanto de hombres como de
mujeres, están en condiciones de hacinamiento, hay una situación
sanitaria deplorable y una falta permanente de asistencia médica. En el
caso de una embarazada que cae presa, esas condiciones donde existen
todo tipo de agresiones se vuelven más duras.
Cuando cumplen tres años, los niños son separados de sus
madres, algunas veces entregados al Instituto Colombiano Bienestar
Familiar, si la prisionera no cuenta con familiares cercanos que se
puedan hacer cargo de ellos. La situación es similar a la de los niños
que tienen sus padres viviendo en la guerrilla, con el agravante de que
cuando crezcan, adquieren conciencia de que sus madres están sufriendo.
Hay un alejamiento calculado y sistemático de las prisioneras. Es decir,
las trasladan a cárceles diferentes permanentemente para que los hijos
(y otros familiares o amigos) no las puedan visitar, así pierden todo
contacto.
Las llamadas telefónicas son constantemente monitoreadas y
se convierten en elementos de chantaje a los hijos y familiares, como
prueba de que son auxiliadores de la guerrilla. Todo esto genera una
falta de estabilidad emocional para los niños y niñas; es un drama por
el cual pasan todos los hijos de presos.
Fuente: GARA