miércoles, 15 de enero de 2014

CONTRA LA TEOLOGIA POLITICA

Por: Oscar Guardiola- Rivera
El Espectador. 14 de Enero 2014.

Oscar Guardiola-Rivera

















La Comisión Interamericana (CIDH) debería conceder medidas cautelares al alcalde Gustavo Petro e incluir dentro de sus medidas una petición formal al Estado colombiano para la pronta reforma de la Procuraduría, conforme a los estándares internacionales.

El Gobierno podría entonces liderar un rápido proceso en el Congreso que ponga fin de una vez por todas a la comedia de errores generada desde la Procuraduría, como lo propuso el abogado Rodrigo Uprimny en una columna anterior suya publicada en este diario.

Las acciones de la Procuraduría han enlodado ya la imagen internacional de la institucionalidad colombiana, al poner en duda ante propios y extraños su capacidad para defender el espíritu democrático frente a quienes abusan de la letra de la ley. Una ley, dicho sea de paso, que tirios y troyanos reconocen fallida en su diseño.

Si lo anterior es cierto, entonces nadie puede poner en duda el hecho de que las motivaciones del grupo de funcionarios involucrados en dicho abuso son de carácter político-teológico, en el sentido dado a ese término por el principal jurista del régimen nazi, Carl Schmitt.

Así entendida, la teología política ha sido denunciada como una manifestación de “fascismo clerical”, en la afortunada frase de Jürgen Habermas, contraria a la democracia liberal. Amparados en ella, unos cuantos se otorgan a sí y ante sí la misión de mantener a toda costa el orden dado del cual ellos se benefician, como si se tratase de uno ordenado por una fuente textual. Dicha fuente habría sido revelada tan sólo a ellos en su forma canónica, frente a la cual todos los demás deberíamos rendirnos como frente a un ídolo.

Un grupo de clérigo-fascistas disfrazados de letrados, para los cuales los derechos humanos y la paz son un embeleco de ateos y comunistas, que amenaza tomarse por asalto la institucionalidad democrática y legal para retorcerla contra sí misma y suprimir a sus hijos.

Al hacerlo, continúan un patrón presente en Guatemala y Paraguay de manera reciente, razón válida para que la CIDH asuma con seriedad el caso. Pero sus verdaderos precursores están entre los golpistas chilenos del 73 y los falangistas españoles, a quienes admiran.

La religiosidad que los anima es pues una farsa, pues lo suyo es en últimas el poder, y para obtenerlo están dispuestos a someter la democracia al fuego inquisitorial y la sacratio, como ya sucedió en España y Chile.
Frente a dicha amenaza, la democracia y los electores tienen el deber de responder con la mayor firmeza, así ello implique desobedecer la letra de la ley. No hacerlo sería demostrar la debilidad de la democracia, que los clérigo-fascistas aceptan como artículo de fe.

Dicha firmeza opone la flexibilidad de la democracia y su capacidad de reforma al dogma y la coerción de la cual ésta depende.

*Óscar Guardiola Rivera


http://www.elespectador.com/opinion/contra-teologia-politica-columna-468594