Publicado en Pacocol el Miércoles, 01 Agosto 2012 09:50
Escrito por Luz marina López
Espinosa
Hay páginas que irritan especialmente. Confluyen en ellas demasiados
factores de perversidad, como para que haya que respetarlas más allá de la
justa tolerancia que la vida civilizada manda tener con la opinión del otro.
Es lo que ocurre con lasdel ex vicepresidente Francisco Santos desde la
época en que fungía como incitador y determinador de la creación del Bloque
Capital del grupo narcoterrorista AUC?-, páginas en las que justificaba
políticamente tan macabra organización. O con las que legitima el acto de ferocidad más ominoso cometido por
el Estado y el establecimiento colombiano, el fríamente calculado exterminio a
sangre y fuego del movimiento político Unión Patriótica. Y más recientemente,
cuando en una página que avergonzaría y tal vez no firmaría un Goering en la
Alemania que sabemos ni un Videla en la
Argentina del horror, este ex vicepresidente miembro de la familia más poderosa
y acaudalada del paísy en tal calidad de defensor de las bondades de nuestras
“instituciones democráticas” que lo ha honrado con toda clase de privilegios,
clama para que “la guerra” la puedan hacer los militares sin absolutamente
ninguna responsabilidad penal ni disciplinaria por las atrocidades y crímenes
contra la humanidad que en virtud –más bien en excusa –de “la guerra” cometan
contra la población civil.
Lo anterior lo dice el ex vicepresidente a propósito de la atroz injusticia
de la que tanto se duele la extrema derecha, los miles de militares encausados
por miles de crímenes de jóvenes pobres, inermes e inocentes, asesinados a
sangre fría por desalmados militares que eran objeto de condecoraciones,
ascensos y reconocimiento por cada uno de esos “guerrilleros dados de baja”. Y
lo repudiable del episodio que a la abismal mayoría de colombianos indigna y
estremece por la degradación ala que llegaron los hombres a quienes la
república entregó sus armas para que la defiendan, a los Pachito Santos a los
Londoños Hoyos, a los Ernestos Yamhure, a los José Obdulios, les arruga el alma
y contrita el espíritu. Pero cosa significativa, por la injusticia de que se castigue al verdugo.
Decíamos entonces que hay opiniones
que afrentan el sentido de la justicia, de la moral y del derecho, lo cual no
es óbice para que cínicamente, quien las exponelo hagainvocando posiciones éticas,
justicieras y validadoras del Estado de
Derecho. Esas opiniones entonces, hay el
derecho y el deber deno respetarlas. No solamente el insulso no compartirlas.
Hay que denunciarlas y desenmascararlas como agenciadoras de un estado de cosas
inicuo que veja la justicia, degrada la moral y hace irrisión del Estado de
Derecho que sabido tienen, no es más que comodín para en su nombrereprimirla
inconformidad contra la dominación que bajo tal fachada ejercen las élites.
Claro, no se puede atacar muy fuerte esas opiniones porque los concernidos
desde sus almenas en los medios de comunicación denuncian un ataque a la
libertad de prensa, una coerción al sagrado
derecho de opinar,único derecho absoluto, intangible, total, indiscutible. Mucho más que el de la vida, la
libertad y el derecho a no ser asesinado,
torturado ni desaparecido que se pueda predicar de los demás, apenas
simples mortales.
Estas reflexiones, nacidas de las columnas de los personajes mencionados,
tan llenas de odiocontra el humilde que reclama,contra el opositor que alza el
puño y deja oír su voz. Opiniones cuya delectación por la mentira anonada. Y
también a propósito de las de otro personaje cuyo acíbar resulta verdaderamente
irritante por muchas razones. Primero,porque se trata de una extranjera -de
oscuro pasado en España aseguran-, que sin recato ni pudor con el suelo que la
acogió, destila rencor contra las personas, partidos e instituciones que no son
de su agrado. A propósito: ¿y a santo de qué lo tendrían que ser? Pero lo más
grave de esta émula de Francisco Pizarro, de esta versión no mejorada del
tirano Lope de Aguirre, es que con una
insolencia que ofende en un connacional pero ultraja en un extranjero, exige yordenafurioso castigo contra los que
resultan destinatarios de sus denuestos.
Véase si no la última salida de esta extranjera Salud Hernández a la que
algún papel sellado con lacres de cancillería declara colombiana, pero sin que
eso le ponga un ápice de nuestros sentimientos ni de nuestra historia, menos de
nuestros pesares. En su columna de El Tiempo del 29 de julio de 2012, son Piedad Córdoba, el Partido Comunista
Colombiano, la Marcha Patriótica, el Partido Liberal, la Federación Sindical
Agropecuaria FENSUAGRO y sus afiliados Efraín Mendoza y Ricardo Toscano, la
exterminada Unión Patriótica, la Corte Suprema de Justicia y ¡válgame Dios!,
hasta el presidente Santos, los objeto de sus ataques. Sólo aparecen
reconocidosmediante un gambito astuto,
sus pares y amigos los paramilitares.
Porque lo malo entre las muchas cosas malas que se podrían decir de esta Salud Hernández, es que hace algunos
meses se demostró con prueba
incontestable, que Salud Hernández Mora era amiga y ficha del, así jamás lo
diga la gran prensa, con ventaja y sin comparación más brutal criminal que haya
existido en la historia de la república: Carlos Castaño Gil. Y no amistad, ni
ficha en cosas que podrían ser, sin mancharla en demasía. Lo era en cosas que
constituían –sobre todo en ese momento-el alma del paramilitarismo: lavar su
imagen y la de su organización en los medios de comunicación de más penetración
en influencia en la opinión nacional, en cuyas páginas y ondas hertzianas se
desempeña la Hernández.
Por menos, muchísimo menos de lo acabado de señalar, la Corte Suprema y la
justicia hanvuelto añicos prestigios, carreras, poderes y posiciones, y han
mandado a prisión a importantes políticos, confiscándoles además sus
patrimonios en la forma de multas astronómicas. Y esto, con la absoluta
complacencia de la gran prensa, la gran radio y la gran televisión, que tan
hipócritas y carentes de principios han sido en el tema del paramilitarismo.
¿No han acaso cubierto –encubierto- con un manto de silencio que el poderoso
señor dueño del influyente diario de Medellín El Mundo está en prisión a sus ochenta
años por múltiples crímenes asociados al paramilitarismo? Y no han acaso
cubierto –encubierto- con su mutismo yla seguridad de la continuidad de la
periodista en el medio, los correos cruzados entre Carlos Castaño y Salud
Hernández, que la muestran a esta como la quinta columna de aquél en el
periodismo nacional?
De modo que mejor haría la señora Hernández Mora en no menear -al menos en
Colombia-, temas que nos duelen porque nos va mucha sangre en ellos, y su pluma
se ha mojado en ese triste tintero.
En la foto Salud Hernández Mora.- ( Foto el Espectador)