sábado, 4 de junio de 2016

A propósito de los 52 años de las Farc y la resistencia no armada por la vida y la paz

Carolina Bastidas, columnista.
Por Carolina Bastidas. Integrante de Marcha Patriótica. Columnista INFORMATIVO WEB del SUR
La concepción lineal de la historia construyó presupuestos culturales dominantes sobre la realidad del país, extrañamente apegados a una cultura de la guerra y la excepción. Por tanto, era normal escuchar noticias sobre la guerrilla, los paramilitares, homogenizando el conflicto, sin tener en cuenta su génesis y su contexto fundamentalmente social.

Hoy por hoy, las cosas han cambiado sustancialmente, la guerrilla de las Farc – EP ha logrado romper el cerco mediático y difundir propuestas e ideas que muchos creían inexistentes;  sin embargo, pervive la noción en el Colombiano del común, que la paz es un asunto de La Habana entre el Gobierno y la Insurgencia y que el pueblo sigue en las mismas, sumido en la pobreza, en la lucha cotidiana por lograr sobrevivir.

Considero por ello, menester, recalcar la importancia del proceso de La Habana, denotando la acción de resistencia de sus protagonistas. Tal vez es fácil considerar que la guerrilla negocia su entrega, cuando no se han vivido combates constantes, bombardeos, una confrontación de medio siglo y pese a tantas pérdidas humanas abandonar los ánimos retaliatorios y proponer al país un tránsito político hacia la democracia.

Cualquiera dirá que se trata de una apología a la guerrilla, pero no tener memoria histórica provoca el olvido del episodio, donde campesinos se armaron en defensa de la desproporcionada operación militar que se desató, para acabar con los procesos autónomos territoriales de Marquetalia, El Pato, Guayabero Y Rio Chiquito.

Tuvieron que pasar 52 años para que la salida no fuera la guerra, sino la oportunidad de participación en el panorama político nacional de proyectos macartizados y señalados por sustentarse en alternativas diferentes al modelo de desarrollo impuesto.

Obviamente la paz no solo es eso y comparto la desesperación cotidiana que genera la crisis económica, las afujías que propicia el control del mercado en la vida misma, donde no poseer dinero es prácticamente aniquilar las posibilidades de vida. Eso hay que cambiarlo, pero las transformaciones no llegarán solas.

Los acuerdos desarrollados  en La Habana, demandan de transfiguraciones en el ordenamiento social, político y jurídico colombiano, unos mínimos para garantizar equidad, por ello incorporar los  puntos suscritos al bloque de constitucionalidad a través del acuerdo especial, es un importante paso que permitirá la generación de nuevas políticas y prerrogativas sobre el aspecto agrario, la participación política, el problema de las drogas ilícitas, el modelo de justicia, puntos que no son para nada irrelevantes.

Pero para que los mismos superen la consignación en el papel, será necesaria la organización, la movilización constante en campos y ciudades, dado que las exigencias de educación, salud, tierra, trabajo no son mera retórica, ni solo se constituyen como actos simbólicos reivindicativos,  son necesidades del pueblo, que deben resolverse.

Y es precisamente este momento, donde un actor tan importante como Las Farc, se moviliza políticamente, que se convierte en un imperativo ético resistir y movilizarnos por la profundización de la paz, exigir coherencia, no es admisible que puntos tan neurálgicos se acuerden en la habana y la agenda legislativa del gobierno promulgue otras disposiciones.

Sin equidad social, no será factible evitar nuevos focos de violencia, desde aquella mínima que provoca el hurto por el hambre, por ejemplo, tampoco creo que ciertos personajes de la vida política nacional abandonen su acumulación exponencial de riqueza a través de la mafia y la corrupción, per se.

Por ello, la materialización de los acuerdos y la incorporación de exigencias sociales no pueden quedarse en perspectivas atribuibles al deseo.  Realmente diría el colombiano del común, la vida está muy verraca como para creer que ha llegado el fin del conflicto. La confrontación armada con una de las partes, ha culminado y por supuesto que celebramos eso, pero creo que por todos esas personas que hoy no pueden vivir este momento, hay que seguir resistiendo por la paz, por la vida, por esa equidad social y dignidad que necesita nuestro pueblo, en cada barrio, vereda, aula, que se extienda en toda la geografía los gritos de los nadie, de los ninguneados, que hablen esos acallados y humillados.

La construcción de un nuevo pacto social y político será otro paso ineludible, que requiere de otros presupuestos para que la exclusión no provoque tratados inconclusos de paz, es decir se requiere que todos los actores políticos y sociales dialoguen y edifiquen una carta política correspondiente a las necesidades del momento,  luego, es urgente el desarrollo del proceso de paz con el ELN, e insistir en involucrar al proceso de una nueva constituyente a la derecha, que pese a su constantes negativas, sabe que llegó el momento de sentarse y ver a los ojos a aquello que un día trato de aniquilar y que hoy estarán frente a frente dispuestos a discutir.

Un momento inquietante nos espera, donde la correlación de fuerzas requerirá de movimientos sociales vivos que asuman las nuevas formas de hacer política desde la construcción popular,  de entender más a ese indignado de a pie y bueno más  interesante será encontrarse con guerrilleros desarmados pero combatiendo con ideas.