sábado, 4 de junio de 2016

Hijas…hijos ¡se acabó la guerra!... ¡se acabó la guerra!


 
Escrito por Viviana Hernández, Delegación de paz de las FARC-EP













Somos madres guerreras que vamos con nuestras mochilas repletas de sueños y esperanzas. Bajo la luna y el sol recorremos caminos, selvas y ríos desde el Urabá rebelde, pasamos por la tierra guerrera del Caquetá y del resistente Cauca Páez, del espinazo de la cordillera occidental nos adentramos por el Macizo Colombiano hasta las cordilleras central y oriental, de ahí hasta donde nuestro sueño de libertad nos lleve.

En nuestras almas de combatientes farianas se anida con mucha fe y esperanza que pronto se acabará la guerra. Muchas de nosotras nos hicimos madres durante el fragor de la lucha revolucionaria, así como parimos futuro, también decidimos parir hijos e hijas, sin renunciar a nuestro compromiso con el futuro de la patria, igualmente sagrado para nosotras.

Las leyes de la guerra son implacables, nadie se imagina, ni se ha puesto a pensar nunca, cuanto dolor llevamos en nuestras almas por que nunca pudimos ver crecer a nuestros bebes, sentir la alegría de ver sus primeros pasos, de escuchar sus primeras palabras, de ver su primer diente, de consolar su llanto y de correr a protegerlos de las adversidades y peligros que acecha la vida, es parte del sacrificio que implica ser guerrilleras.

En medio de las faenas de la guerra de peligro y muerte evocamos a nuestras hijas, hijos, añorando por que la vida nos de una oportunidad mas de verlos, así sea por unos instantes y contarles al oído por que nunca pudimos estar físicamente a su lado, por que llevamos esos objetos extraños en nuestras manos y poder vivir unos breves momentos de una mama normal con su hijo…con su hija.

2 madregueLos instantes más duros ya como madres y de los cuales habla es nuestra conciencia, son aquellos en que tenemos separarnos de nuestras criaturas y dejarlas al cuidado de familiares o en manos de amistades solidarias, sentimos que se nos va la vida; creo que nunca se siente tanta tristeza y dolor en el alma, con ellos se queda la mitad de nuestra existencia. 


También nos acompañan muchos temores, añoramos que el Estado nunca se de cuenta de su existencia para que nos los usen como armas contra nosotras, o no los quiten a las familias para ser regalados o entregados al Bienestar Familiar, o cualquier forma que se les ocurra con tal de hacer definitiva esa separación, y así queden como si fueran solos en el mundo por que les niegan a las familias el parentesco y por lo tanto el relacionamiento con nosotras.

Pero este no es el único temor que nos acompaña, el pasar de los días y a medida que pensamos que van creciendo nos asiste el temor, que nuestra ausencia en sus vidas, mientras estaban descubriendo el mundo, no se convierta en desconocimiento y rechazo, sobre el qué somos?, quiénes somos?, qué sentimos?, por qué luchamos?, en fin, el porque de este sacrificio de quienes los trajimos a este mundo.  Anhelamos que eso nunca  pese y que en su capacidad de razonamiento comprendan que desde muy jóvenes nuestros corazones rebeldes se encausaron por esos sueños de un país igual para todos, sin injusticias y desesperanzas, para que esa generación a la que pertenecen vivan en ese país soñado por que valió la pena sacrificarse y por el cual  miles dieron lo más preciado, la vida.

Lo sabemos, es el mismo sacrificio el de nosotras madres guerrilleras y el de nuestras madres, las madres de guerrilleras y guerrilleros, estas humildes mujeres cargan con su dolor a cuestas de manera silenciosa. Elevando sus oraciones. día a día, a los santos de su devoción para que a su hijo, su hija no le alcancen las heridas de la guerra y en el peor de los casos la muerte que acecha de manera permanente.

Y seguro las mismas tristezas, añoranzas y miedos existen en las madres de los soldados y policías que marchan a los campos de batalla diariamente, a defender los intereses de los mismos que los usan y oprimen, aquellos que organizan guerras con hijos ajenos.

4 madregueA todas las madres la guerra nos ha generado inmenso dolor, y nos a quitado preciado tiempo para ver crecer a nuestros hijos e hijas, hoy más que nunca nuestras voluntades se deben encausar por que este proceso de paz sea una realidad con nombre y apellido, Paz con Justicia Social  y un futuro prometedor para nuestra descendencia. Ese día nuestros corazones estarán henchidos de gozo por que podremos ir a ese reencuentro sin temor alguno y fundirnos en un solo abrazo sin importar si sus hijos e hijas están en las fuerzas insurgentes o en las gubernamentales y poderles decir hijos…hijas ¡se acabó la guerra!... ¡se acabó la guerra!.