Escrito por Viviana Hernández, Delegación de paz de las FARC-EP
Somos madres guerreras que vamos con
nuestras mochilas repletas de sueños y esperanzas. Bajo la luna y el sol
recorremos caminos, selvas y ríos desde el Urabá rebelde, pasamos por
la tierra guerrera del Caquetá y del resistente Cauca Páez, del espinazo
de la cordillera occidental nos adentramos por el Macizo Colombiano
hasta las cordilleras central y oriental, de ahí hasta donde nuestro
sueño de libertad nos lleve.
En nuestras almas de combatientes
farianas se anida con mucha fe y esperanza que pronto se acabará la
guerra. Muchas de nosotras nos hicimos madres durante el fragor de la
lucha revolucionaria, así como parimos futuro, también decidimos parir
hijos e hijas, sin renunciar a nuestro compromiso con el futuro de la
patria, igualmente sagrado para nosotras.
Las leyes de la guerra son implacables,
nadie se imagina, ni se ha puesto a pensar nunca, cuanto dolor llevamos
en nuestras almas por que nunca pudimos ver crecer a nuestros bebes,
sentir la alegría de ver sus primeros pasos, de escuchar sus primeras
palabras, de ver su primer diente, de consolar su llanto y de correr a
protegerlos de las adversidades y peligros que acecha la vida, es parte
del sacrificio que implica ser guerrilleras.
En medio de las faenas de la guerra de
peligro y muerte evocamos a nuestras hijas, hijos, añorando por que la
vida nos de una oportunidad mas de verlos, así sea por unos instantes y
contarles al oído por que nunca pudimos estar físicamente a su lado, por
que llevamos esos objetos extraños en nuestras manos y poder vivir unos
breves momentos de una mama normal con su hijo…con su hija.
Los
instantes más duros ya como madres y de los cuales habla es nuestra
conciencia, son aquellos en que tenemos separarnos de nuestras criaturas
y dejarlas al cuidado de familiares o en manos de amistades solidarias,
sentimos que se nos va la vida; creo que nunca se siente tanta tristeza
y dolor en el alma, con ellos se queda la mitad de nuestra existencia.
También nos acompañan muchos temores,
añoramos que el Estado nunca se de cuenta de su existencia para que nos
los usen como armas contra nosotras, o no los quiten a las familias para
ser regalados o entregados al Bienestar Familiar, o cualquier forma que
se les ocurra con tal de hacer definitiva esa separación, y así queden
como si fueran solos en el mundo por que les niegan a las familias el
parentesco y por lo tanto el relacionamiento con nosotras.
Pero este no es el único temor que nos
acompaña, el pasar de los días y a medida que pensamos que van creciendo
nos asiste el temor, que nuestra ausencia en sus vidas, mientras
estaban descubriendo el mundo, no se convierta en desconocimiento y
rechazo, sobre el qué somos?, quiénes somos?, qué sentimos?, por qué
luchamos?, en fin, el porque de este sacrificio de quienes los trajimos a
este mundo. Anhelamos que eso nunca pese y que en su capacidad de
razonamiento comprendan que desde muy jóvenes nuestros corazones
rebeldes se encausaron por esos sueños de un país igual para todos, sin
injusticias y desesperanzas, para que esa generación a la que pertenecen
vivan en ese país soñado por que valió la pena sacrificarse y por el
cual miles dieron lo más preciado, la vida.
Lo sabemos, es el mismo sacrificio el de
nosotras madres guerrilleras y el de nuestras madres, las madres de
guerrilleras y guerrilleros, estas humildes mujeres cargan con su dolor a
cuestas de manera silenciosa. Elevando sus oraciones. día a día, a los
santos de su devoción para que a su hijo, su hija no le alcancen las
heridas de la guerra y en el peor de los casos la muerte que acecha de
manera permanente.
Y seguro las mismas tristezas, añoranzas
y miedos existen en las madres de los soldados y policías que marchan a
los campos de batalla diariamente, a defender los intereses de los
mismos que los usan y oprimen, aquellos que organizan guerras con hijos
ajenos.
A
todas las madres la guerra nos ha generado inmenso dolor, y nos a
quitado preciado tiempo para ver crecer a nuestros hijos e hijas, hoy
más que nunca nuestras voluntades se deben encausar por que este proceso
de paz sea una realidad con nombre y apellido, Paz con Justicia Social
y un futuro prometedor para nuestra descendencia. Ese día nuestros
corazones estarán henchidos de gozo por que podremos ir a ese
reencuentro sin temor alguno y fundirnos en un solo abrazo sin importar
si sus hijos e hijas están en las fuerzas insurgentes o en las
gubernamentales y poderles decir hijos…hijas ¡se acabó la guerra!... ¡se
acabó la guerra!.