09 de Mayo 2013
Hoy hay dos países: el que cree en el diálogo y la negociación con las guerrillas y el que cree únicamente en su derrota o rendición.
Esta semana, el Centro Democrático, el movimiento político que lidera el
expresidente Álvaro Uribe, presentó lo que ha denominado su “Decálogo
para la paz”. De su lectura se desprende lo que considero es la
diferencia central con esta postura política que tiene por lo menos un
tercio del respaldo ciudadano. El “uribismo” no cree que se deba hablar
ni negociar nada con las FARC y con el ELN. Ellos creen firmemente que a
las guerrillas se les debe derrotar, lograr su rendición y lo más
importante, que no hay nada que reformar en la Colombia actual, así
hablen de lo contrario.
El “uribismo” plantea como primer punto para un eventual diálogo, que FARC y ELN, a quienes sigue denominando “terroristas”, vaciándoles por completo su carácter de actores políticos en armas, dejen su accionar y lo enuncian así: “el cese previo del terrorismo es una condición irrenunciable para cualquier diálogo de paz”. Eso, traducido políticamente, es rendición. Ríndanse y seguimos con el segundo punto que es en el decálogo: “La agenda de diálogos debe limitarse exclusivamente a la reinserción, la desmovilización y el desarme de los grupos terroristas”. Ellos, el “uribismo”, han sido claros en su política de paz, si así se le puede llamar, aunque seria mejor llamarla política de rendición.
El “uribismo” ha sido claro al presentar su propuesta: derrota militar. Y si FARC y ELN no quieren llegar a ese punto, les queda la alternativa de la rendición. El tema con este planteamiento es que las guerrillas no están derrotadas. Están debilitadas por un fuerte pulso militar de trece años, que han liderado Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, pero la posibilidad de rendición no se ve por ninguna parte.
Los otros puntos del decálogo hacen referencia a los derechos de las víctimas y la sanción a los responsables de graves crímenes y crímenes internacionales –lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio- donde el “uribismo” viene cabalgando sobre una mentira: que el actual proceso es de impunidad y de vulneración flagrante de los derechos de las víctimas. Y así califican la reforma constitucional, conocida como “marco legal para la paz”. En este punto esperemos el fallo de la Corte Constitucional que debe pronunciarse sobre el carácter de esta norma. Pero lo que sí es cierto es que el gobierno y el amplio espectro social y político que apoyamos este proceso de paz no estamos pensando y actuando para que este proceso sea de impunidad, sino un proceso donde se logre la paz pactada, con respaldo ciudadano mayoritario y garantizando los derechos a la verdad, la justicia y la reparación.
Esta semana hemos quedado claramente notificados de algo que ya sabíamos hace tiempo: el “uribismo” no cree en la paz negociada, cree en la derrota o la rendición de las guerrillas.
El “uribismo” no cree en la agenda de La Habana porque se siente cómodo con el orden rural que existe hoy y con el sistema de competencia política, en ambos temas, disfruta y se enseñorea, con este orden de injusticias, inequidades y violencia que hay que transformar.
Posdata: El ELN debe liberar al ciudadano canadiense si pretende ir a una mesa de negociaciones con el presidente Juan Manuel Santos.
*Luis Eduardo Celis es integrante de la Fundación Paz y Reconciliación
@luchoceliscnai.