domingo, 12 de mayo de 2013

ENTREGARON LOS RESTOS DE 19 PERSONAS, VARIAS DE ELLAS ASESINADAS A SANGRE FRÍA POR EL EJÉRCITO.

Por: Camilo Raigozo.- Notimundo
Domingo 12 de Mayo 2013.

Villavicencio, Meta.- Gracias al trabajo de los congresistas Gloria Inés Ramírez, Iván Cepeda, las comunidades y organizaciones defensoras de derechos humanos, fue posible que el pasado viernes 10 de mayo fueran entregados a sus familiares los restos mortales de 19 personas que habían sido enterradas como desconocidas, en los cementerios de La Macarena y Granada, Meta.
 
Un día antes, 9 de mayo, Ramírez y Cepeda conversaron con las familias de las 19 víctimas y les ofrecieron sus condolencias, solidaridad y respaldo, ante el dolor que las embarga. Así mismo se comprometieron a continuar la lucha para que los probables crímenes de sus familiares no queden en la impunidad y a que haya verdad, justicia, reparación integral y garantía de no repetición.


Como respuesta a la grave crisis humanitaria, el 22 de Julio de 2010 se realizó en La Macarena la Audiencia Pública Crisis Humanitaria en los Llanos Orientales, convocada por la senadora Gloria Inés Ramírez, en coordinación con las organizaciones sociales de la región.


Allí se conocieron decenas de denuncias sobre crímenes cometidos por tropas del Ejército contra la población civil y también se evidenció la existencia de una  gigantesca fosa común aledaña a la guarnición militar y al cementerio del municipio.


Los mismos comandantes castrenses habían reconocido ante la prensa local que en dicho cementerio habían inhumado 564 cuerpos de supuestos “guerrilleros dados de Baja en Combate”.


Una investigación de la Unidad Nacional de Justicia y Paz de la Fiscalía General de la Nación, en junio de 2010, arrojó como resultado que en 454 de los 1.123 municipios que tiene el país, hay al menos 20.453 cadáveres de personas sin identificar.


Notimundo habló con varios familiares y pudo constatar que un buen número de las 19 personas fueron civiles asesinados a sangre fría por tropas del Ejército y luego reportadas como “guerrilleros dados de baja en combates”, en lo que se conoce como “falsos positivos”.


Luisa Fernanda Marroquín*, hermana de una de las 19 personas cuyos restos le serían entregados al siguiente día, le dijo a Notimundo que “Testigos nos dijeron que a mi hermano lo recogió un helicóptero del Ejército el 21 de marzo de 2006 y desde entonces no volvimos a saber de él.


“Por indicaciones de las comunidades, en abril del mismo año lo buscamos en el cementerio de La Macarena y ahí lo encontramos. El Ejército lo asesinó y lo reportó como guerrillero dado de baja en combate. Mi hermano era un agricultor que trabajaba en la finca”, contó en medio del llanto Luisa Fernanda.

También le dijo a este medio que “Cuando estuvimos haciendo las averiguaciones en La Macarena sujetos desconocidos nos abordaron y nos dijeron, ‘Es mejor que dejen eso quieto por la seguridad de ustedes’”.

A doña Martha Arango* le ocurrió algo similar: “Mi esposo salió de la casa a las 8 y media de la mañana del 24 de agosto de 2007 rumbo a la escuela de la vereda vecina y aunque había quedado de regresar antes del medio día no volvimos a saber de él.

“Al día siguiente, 25 de agosto, unos vecinos de la vereda que pasaban por el camino, vieron que unos militares tenían el cuerpo sin vida de mi esposo tirado en el piso.  Los uniformados les preguntaron: ‘¿Ustedes conocen a este gran hijueputa guerrillero que tenemos muerto aquí?’”

Aunque los labriegos conocieron a la víctima, por instinto de conservación les contestaron a los criminales que no y así pudieron seguir su ruta y llegar con vida a su destino.

“En esos días vi en las noticias que el Ejército lo reportó como guerrillero y confirmé que era el mismo Ejército quien lo había matado.

“A los 8 días del desaparecimiento de mi esposo, llegaron a mi casa militares de la Brigada 19 y me trataron mal, me dijeron que tenía que irme porque el marido mío era un guerrillero”, recordó Martha, quién no se desplazó porque sola y con sus tres niños no tenía a donde ir.


Al cabo de un mes Arango salió al casco urbano del municipio de La Julia y allí se encontró con los vecinos quienes le dijeron: “Mona, a su marido lo mataron. Nosotros lo vimos cuando los militares lo tenían muerto en el camino y lo presentaron como guerrillero muerto en combate”.


Ella tomó valor y fue a la base militar y habló con un capitán quién le negó los hechos. Le dijo que el muerto era un guerrillero de 19 años y que no molestara más.


Desde entonces no volvió a saber de su esposo, hasta ahora que la llamaron para que recibiera los despojos mortales del mismo, el cual había sido enterrados por las militares como guerrillero dado de baja en combate, en La Macarena.


“Soy Alfonso Quesada*, hermano de una de las 19 víctimas de las que recibiremos sus restos mañana. Él se fue de la casa en 1998 a trabajar como raspachín de hoja de coca a los lados del Guaviare.


“En los documentos que nos entregaron ayer dice que fue muerto en combate en la toma de Puerto Lleras, Meta, ocurrida en julio de 1999.


“Nosotros no estamos conformes con esa información y quisiéramos que se dieran a conocer más detalles, porque mi hermano no pertenecía a ningún grupo armado. No entendemos porqué si murió en Puerto Lleras, sus restos aparecieron en las fosas de Granada”, le dijo Quesada a Notimundo.


“Mi nombre es Patricia Ruiz*. Llevábamos 15 años viviendo en Tauramena, hasta que los paramilitares asesinaron a mis hijos mayores. El menor estudiaba y era un joven lleno de vida. Me vine a enterrarlos acá.


“A los dos meses de estar en Villavicencio, mi hijo menor desapareció. Cuando cumplió los 18 años fue a sacar la cédula y nunca más lo volví a ver, hasta cuando me lo encontraron y me dijeron que era víctima de un ‘falso positivo’ del Ejército.


“Los militares lo asesinaron en el municipio de San Martín, luego de dos meses de haberlo mantenido secuestrado. Un señor del CTI de la Fiscalía fue a la casa y me dijo que habían encontrado a mi hijo lastimosamente muerto”.


Con un dolor inmenso, bañada en lágrimas, doña Patricia esculcó en su bolso y  extrajo el retrato de un joven, casi un niño. Su sufrimiento y sus lágrimas se multiplicaron. “Acá tengo la foto de mi hijo. Tenía el ojito y la boca reventada y señales de haber estado amarrado y torturado.


“Me lo enterraron como NN, con armamento. Reportaron que era un paramilitar abatido en combates con el Ejército. A la defensora del pueblo de acá la llamaron y ella también afirmó que hubo un enfrentamiento entre paramilitares de San Martín y el Ejército.


“Ese día mataron a mi hijo y a un compañerito de 14 años que andaba con él. En este caso no los hicieron pasar como guerrilleros, sino como paramilitares. Yo fui a Granada hace cuatro años y le puse una crucecita donde él quedó, pero fui amenazada y no volví más porque me dio miedo.


“Un señor en la puerta del batalló me dijo: ‘no vuelva más por aquí porque le conocemos su familia, ¿o es que usted quiere que les desaparezcamos también a sus nietos?


“Durante todo el tiempo el Ejército me envolató. Me mandaron a Bogotá, me mandaron al Ejército de aquí, me mandaron de un lado para otro y me envolataban de una parte para otra. Y así pasaron todos estos años.


“La última vez me dijeron que no volviera a hacer esas vueltas porque desaparecían a las personas que empezaban a molestar tanto. Mi hijo ya nadie me lo puede devolver. Acabaron con la vida mía al matarme a mi hijo que era el menorcito que me quedaba.


“En Granada hay una infinidad de personas NN. Uno siempre oye hablar de NN a decenas de familias. Después de tantos años de sufrimiento y de incertidumbre por fin voy a poder sepultar a mi hijo para que descanse en paz, para que no quede por ahí miserablemente como estaba.


“Les digo a las familias que viven las mismas circunstancias que denuncien pase lo que pase. Que no dejen que esas muertes queden impunes, porque esto no puede continuar así”, dijo finalmente doña Patricia sin parar el llanto.


Después de conversar con las familias los dos congresistas comprometidos con la defensa de los derechos humanos se reunieron con el gobernador del Meta, Alan Jara, quién se mostró receptivo a cooperar y gestionar recursos de variada índole para poder continuar con el trabajo en otros cementerios donde hay un gran número de personas enterradas como NN o reportados por el Ejército como guerrilleros muertos en combates, que, como los casos anteriores,  pueden ser asesinatos a sangre fría, mal llamados “falsos positivos”.


*Nombres cambiados para la protección de las fuentes.