De la unidad de los comunistas, el nuevo escenario que enfrenta la lucha popular y el futuro de Uribe habla el director de VOZ
Hernán Camacho
A Carlos Lozano Guillen lo conocen como periodista, militante del
Partido Comunista Colombiano y trabajador abnegado por la solución
política al conflicto. Habló para la versión web de VOZ y pacocol.org
después del histórico anuncio de cese bilateral de fuego entre las
FARC-EP y el Gobierno nacional. Su respeto por la confidencialidad es
una virtud que reconocen tirios y troyanos, pero no es óbice para opinar
sobre el futuro de la negociación, la unidad de los comunistas y la
nueva Colombia por construir.
-La fase secreta del proceso de paz estuvo marcada por
dificultades de todo tipo. Pero usted, que fue protagonista de esa
parte, ¿creyó en algún momento que pudiéramos llegar a un anuncio de
cese bilateral que convierte el proceso en irreversible?
-Al comienzo tuve muchas dudas, aunque fui consciente de que las
FARC-EP tenían voluntad de abrir una mesa para buscar el acuerdo de
solución política dialogada. Alfonso Cano, antes de que hubiera acuerdo
en los puntos de la agenda y cuando apenas comenzaban las primeras
gestiones para el acercamiento Santos-FARC, propuso, en un video enviado
al Encuentro Popular de Barrancabermeja en 2011, cinco puntos
concretos, parecidos a los que al final fueron acordados. Asesinado
Cano, Timoleón Jiménez asumió, pese a todo, con la misma decisión la
búsqueda de la paz.
Pero tenía mis dudas respecto al presidente Santos. No me daban
confianza su vacilación y su actitud arrogante. Me molestó bastante que
hubiera calificado a Uribe Vélez de “segundo libertador de Colombia”.
Todo un exabrupto, por decir lo menos. Al comienzo posaba de vencedor,
quería ver a las FARC arrodillada y haciendo el gasto en el proceso de
paz.
Afortunadamente me equivoqué y, a pesar de las debilidades de Santos,
de los errores que cometió, que pusieron en peligro las conversaciones
de paz, fue persistente y llegó hasta el momento en que se encuentra el
proceso, como dices, irreversible. Ya no hay vuelta atrás. Eso es lo más
importante. Lo demás, a estas alturas, es anecdótico.
-Voceros del establecimiento señalan que el acuerdo tiene
sentido histórico porque lograron, después de 50 años de guerra,
desarmar a las FARC-EP, intentando presentar una derrota de la
insurgencia. ¿No sería mejor pensar que se abre un nuevo escenario
político nacional?
-Es la mezquindad histórica de la oligarquía colombiana. Tiene una
visión estrecha de la política, siempre acomodada a sus intereses de
clase. Las FARC van a dejar las armas para transformarse en movimiento
político, seguirán luchando por lo que siempre han luchado, solo que
ahora lo harán sin armas en virtud de un acuerdo político que implica
más democracia y justicia social. Ojalá respeten los acuerdos y no
busquen el consabido “conejo” o incluso el exterminio de los dirigentes
farianos, como ocurrió con la Unión Patriótica. Es un peligro porque
históricamente la clase dominante ha sido violenta e intolerante y
siente pánico por las reformas democráticas.
-Raúl Castro expresó en medio de la ceremonia que “el futuro
de Colombia es la paz”. Le pregunto: ¿Cuál es el futuro de la izquierda
en ese país en paz?
-El futuro de la izquierda debe ser la unidad, superando estrecheces,
sectarismos, hegemonismos y visiones parroquiales. No habrá unidad
ideológica, porque no todas las expresiones de la izquierda piensan
igual, hay diferencias, pero es necesario un programa común que la
unifique con el propósito de conquistar el poder. Es un reto, un desafío
de la realidad política. Es algo inexorable si se quieren aprovechar
las condiciones y efectos de la paz en beneficio de una salida
democrática y popular de la crisis colombiana.
El posacuerdo no puede administrarlo la derecha. Se pondrían en
peligro las conquistas logradas en La Habana. Es indispensable
profundizarlas, avanzar hacia un poder constituyente que adopte
transformaciones estructurales que modifiquen el statu quo y el modelo
del capitalismo salvaje. Las izquierdas, así en plural, deben entenderlo
y actuar en consecuencia. De lo contrario nos quedamos atrás de la
locomotora de la historia y sin ser protagonistas de las nuevas
realidades.
-Siempre el PCC se la jugó por la salida política al
conflicto y en el Congreso 13 en 1980 señaló el camino necesario de la
apertura democrática para las transformaciones sociales. ¿Hoy se ve
cerca ese propósito? Y si en ese propósito, ¿veremos a los comunistas de
Colombia en un mismo movimiento político en algún momento del
posacuerdo?
-Tiene que ser así. La unidad de las izquierdas comienza por la
unidad orgánica de los comunistas en un solo proyecto revolucionario. El
socialismo sigue siendo una meta estratégica, el capitalismo fracasó
históricamente y no pasa de ser un sistema al servicio de unas minorías
explotadoras. El posacuerdo debe unir a las izquierdas para afianzar la
paz estable y duradera con más democracia y justicia social. A más largo
plazo el proyecto revolucionario sigue vigente y el éxito estratégico
depende de la unidad de los comunistas y de los revolucionarios
alrededor de un bloque contrahegemónico popular.
-¿Qué futuro le ve a Uribe después de la firma del cese bilateral y la firma final del proceso?
-Uribe es un pasivo de la historia colombiana. Le ha hecho mucho daño
al país. Llegará el día en que tendrá que responder en los estrados
judiciales por los delitos que ha cometido y que están en la impunidad.
-Usted como periodista, ¿cómo ve el papel de la gran prensa en la construcción de paz?
-Funesto, muy negativo. Los grandes medios de comunicación,
convertidos en lucrativos negocios, juegan con el dolor y la tragedia de
los colombianos convertidos en mercancía. El “amarillismo” es un
negocio. La mala fe de algunas cadenas radiales y de televisión privadas
rompieron el récord de la mentira y la desinformación. Hicieron
campañas por la guerra y de odio contra la insurgencia y los promotores
de la paz. Eso no es libertad de prensa, es falsificar la historia,
torcerle el cuello a la verdad. Algunos columnistas, hombres y mujeres,
destilan odio, se parcializan al lado de los guerreristas con argumentos
bajos y mentirosos, actúan de mala fe y ello nada tiene que ver con el
oficio periodístico. “Cagatintas”, les decía Gilberto Vieira.
-Le pregunto al militante comunista y trabajador por la paz:
¿Valió la pena tanto esfuerzo para llegar a ese momento de la historia?
-Claro que valió la pena. La guerra quedó atrás con todo el desastre
humanitario que produjo. Hay guerras justas pero ninguna guerra es
humana y deseable. Los comunistas somos humanistas y abogamos por las
salidas incruentas y pacíficas de las crisis del régimen. No competimos
con la derecha que acude a la violencia para defender sus intereses de
clase y sus negocios capitalistas. Estamos contentos de este acuerdo y
estamos convencidos de que el acuerdo definitivo está cerca y, cuando
ello ocurra, con el fortalecimiento de la democracia y de las libertades
estaremos más cerca de conquistar las transformaciones revolucionarias a
las que aspiramos.